Por Isabel Jave (*)
En esta entrevista conversamos con Ricardo Cuenca —psicólogo social, doctor en Educación por la Universidad Autónoma de Madrid y ministro de Educación durante el gobierno de transición de Francisco Sagasti– sobre su investigación titulada: La imposibilidad del otro. Sobre democracia y política en el Perú. Este trabajo se enmarca en el Proyecto de Apoyo para Fortalecer los Procesos de Transición de Liderazgo en Organizaciones de la Sociedad Civil en Perú y Colombia, que se encuentra a cargo del IDEHPUCP, con el apoyo de la Fundación Ford.
¿Nos podría señalar de qué se trata su investigación?
El trabajo trata, de una manera distinta, de comprender por qué vivimos en una crisis de democracia y en una crisis política tan profunda. Entonces, busco explorar otras alternativas que nos permitan dar cuenta de esta situación de crisis, cuáles son sus causas y darnos pistas para su salida. Además, de alguna manera estoy tomando como ejercicio empírico mi propia experiencia durante el Ministerio de Educación en el gobierno de transición del 2020 al 2021. Esto porque creo que logramos sacar algunas cosas que necesitábamos en el país y en el sector de educación, y conseguimos frenar algunas otras contra las reformas educativas tan necesarias. Pudimos negociar desde la idea fundamental de que para hacer política y para vivir en democracia necesitamos reconocer al otro incluso a pesar de las enormes diferencias. Esa fue la consigna de trabajo para mí y mi equipo. Creo que logramos sacar adelante varias cosas sobre la base de este reconocimiento del otro en la situación de un gobierno de transición muy complejo, en plena pandemia, con crisis política y con elecciones a puertas.
¿Este concepto de reconocimiento del otro se refiere al ejercicio y la dinámica parlamentaria?
Sí, el caso que estamos utilizando es justamente la relación del Ministerio de Educación con el Congreso de la República, particularmente con la Comisión de Educación, pero no solo con ella. Entonces, el estudio registra la cantidad de visitas que hemos tenido y los temas que hemos tratado para poder mostrar que es posible establecer un vínculo, que sentarse a conversar es la base de la política y, por lo tanto, que si haces eso lo más probable es que consigas los objetivo en el mejor de los casos.
¿Cuáles fueron sus principales motivaciones para estudiar este tema como investigador?
Es el poder tratar de complementar lo que hasta ahora la Ciencia Política nos ha dicho respecto de la crisis democrática y política del país. Las explicaciones que nos han dado son explicaciones, por supuesto, buenas y sólidas; pero creo yo que son insuficientes. Aun cuando creemos que necesitamos cambiar, modificar y mejorar las reglas de juegos para fortalecer las instituciones políticas como los partidos, por ejemplo; necesitamos otros elementos más para atender esta crisis tan profunda. Yo creo que esta concepción de democracia; que no solo atiende las dimensiones institucionales o de régimen, sino de la democracia de los ciudadanos de lo cotidiano; también necesita ser comprendida y estudiada. Ahí estuvo parte de la motivación.
¿Cuáles son las principales hipótesis de su investigación?
La más importante es que la crisis de la precariedad democrática y la precariedad política en el Perú tiene un elemento central en la imposibilidad de establecer un vínculo con el otro, particularmente con el otro distinto. Entre otras cosas, se apreciarían algunos elementos estructurales como serían la discriminación, racismo o la polarización ideológica. Pero, sobre todo, si partimos de esta idea de que el otro es un sujeto racional que puede participar, aun discrepando, en un espacio público; este es un parto. Con esa idea voy a poder establecer un diálogo de iguales en derechos, pero también iguales en capacidad para poder sentarse a conversar. Para eso necesito ponerme en el lugar del otro, entender su racionalidad para poder empezar a intercambiar argumentos. A partir de ese intercambio de argumentos se puede lograr llegar a un acuerdo. Esta hipótesis principal es un componente que no hemos desarrollado tanto y que tiene que ver con el reconocimiento del otro.
De esa hipótesis se desprenden algunas más específicas y una de ellas tiene que ver con que hemos perseguido la idea de que el diálogo siempre tiene que ser el producto de un consenso. Yo creo que eso nos ha llevado a un error porque, al no lograr el consenso, lo que hace es impedir que se continúe con el diálogo. Una de las hipótesis es que hay que modificar un poco esta idea y partir de imaginarnos que el fin de ese diálogo es un acuerdo. Un acuerdo admite, por supuesto, consensos; pero también disensos. Lo ideal sería que haya un consenso siempre; no obstante, es poco probable que eso suceda. Una manera para poder llegar a un acuerdo sin consenso es saber cuáles son claramente los objetivos que se persiguen. En ese proceso tienes que dejar algunas cosas en el camino, postergar intereses particulares ante intereses colectivos.
Vemos claramente que existen extremos que se polarizan y se representan explícitamente con grupos como La Resistencia. ¿Cómo llegar a tener ese diálogo en un contexto tan polarizado?
Esa era la segunda hipótesis que se desprende de la primera y te agradezco que la traigas a la conversación. Aquí se propone que el problema de inicio no es la polarización y que, por el contrario, la polarización es la consecuencia de un problema mayor mucho más estructural que tiene que ver con este no reconocimiento del otro. A la hora de atrincherarme en mi autoafirmación, por decirlo de alguna manera, lo único que voy a generar siempre es polarización. Entonces, pensar que la polarización es el inicio del problema es un problema. ¿Por qué? Porque así se llega a esos extremos en los que efectivamente es imposible dialogar. Con La Resistencia no vas a poder dialogar porque han partido de una idea según la cual ni ellos sienten que son reconocidos por el otro ni son capaces de reconocer al otro. Por lo tanto, su consecuencia es atrincherarse en una posición. Son pensamientos totalitarios. Sendero Luminoso tuvo un pensamiento totalitario. Es decir, ellos parten del discurso: “solo admito aquello que creo que es la verdad con la que estoy conduciendo”. Y eso impide que pueda sentarme racionalmente a conversar con el otro. No estoy hablando de las enormes diferencias estructurales asociadas a la raza, a la lengua, a la identidad sexual. No estoy hablando de cuestiones tan estudiadas, sino de aquella que ha sido menos tocada. Por eso me interesa mirarlo. ¿Por qué somos incapaces de dialogar y cómo esa incapacidad produce crisis, polarización, imposibilidad de diálogo?
Encuentra más información del proyecto y conoce las motivaciones de los investigadores en el canal de Spotify del IDEHPUCP.
(*) Encargada de prensa del IDEHPUCP.