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Análisis 14 de mayo de 2024

Por Miriam Tovar Parada (*) y Gonzalo Ugarte Gaita (**)

El pasado 5 de abril, la Comisión de la Mujer y Familia del Congreso de la República archivó cuatro proyectos de ley que buscaban crear el Sistema Nacional de Cuidados (SNC). Esta noticia pasó desapercibida entre las últimas decisiones tomadas por el parlamento, pero su relevancia dentro de las políticas públicas que combaten la discriminación contra la mujer es innegable. Presentamos a continuación algunas consideraciones sobre lo que significa tener un Sistema Nacional de Cuidados, su impacto en la vida económica de las mujeres y los estereotipos que debe evitar reproducir.

Según el Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables, la propuesta del Sistema Nacional de Cuidados es un conjunto de “políticas y servicios de cuidado integrales y de calidad, [que garantizan] el derecho de las personas a recibir cuidados, cuidarse y cuidar, y priorizando la atención de personas cuidadoras, niñas, niños, adolescentes, personas con discapacidad, personas adultas mayores y personas en situación de dependencia”[1]. El cuidado de los grupos mencionados consume tiempo del resto de integrantes del grupo familiar. Estos realizan acciones esenciales para garantizar un derecho sin remuneración alguna[2]. Pero hay un problema adicional en esta situación: las labores de cuidado son asumidas casi en su totalidad por mujeres.

De acuerdo con los datos de la Encuesta Nacional de Hogares (ENAHO) 2020, las mujeres peruanas dedicaron en promedio 3.5 horas diarias al trabajo doméstico no remunerado, mientras que los hombres dedicaron aproximadamente 1.8 horas diarias a estas actividades[3]. Del mismo modo, un estudio del Instituto de Estudios Peruanos (IEP) en el año 2019 reveló que, mientras casi el 82% de las mujeres en el Perú realizaban trabajo remunerado, tan solo el 16% de los hombres abordaban este tipo de tareas[4]. Además, una investigación de la Universidad del Pacífico obtuvo datos muy similares a los obtenidos en la ENAHO, pero con un detalle adicional: las labores domésticas de las mujeres se centraban en cocinar, limpiar y cuidar a los niños y adultos mayores[5]. Por lo anterior, queda demostrado que la mayoría de las mujeres tienen una jornada laboral no remunerada adicional centrada, precisamente, en la realización de labores de cuidado. Todo esto es una clara manifestación de la llamada “división sexual del trabajo”.

De acuerdo con Myriam Brito, la división sexual del trabajo es un concepto de las ciencias sociales que explica la asignación diferenciada de tareas, papeles, prácticas, funciones y normas sociales a mujeres y hombres. Esta diferencia nace de la presunción de que hombres y mujeres tienen características “naturales/biológicas” diferentes. Esto da lugar a graves y profundas desigualdades e injusticias, pues crea condiciones para la subordinación femenina, que no es un “fenómeno natural”, sino parte de un proceso social, cultural, económico y político muy complejo surgido de la lógica de género (cómo deben ser hombres y mujeres, el poder de cada uno y las relaciones entre ambos)[6]. Las mujeres se quedan en casa cuidando a los adultos mayores o a sus hijos “porque ellas lo hacen mejor” o simplemente “porque así son las cosas”.

La creencia señalada está arraigada en la mayoría de los empleadores, lo que, sumado a la sobrecarga laboral no reconocida de las mujeres, muestra los efectos tangibles y cuantificables de la disparidad. De acuerdo con las cifras del Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI), las mujeres peruanas ganan alrededor de un 30% menos que los hombres por el mismo trabajo[7]. La misma institución identificó que la tasa de participación laboral también evidencia una diferencia considerable: 85,4% en los hombres contra un 63,2% en las mujeres[8]. Esto quiere decir que menos de dos tercios de las mujeres mayores de 18 años realizan un trabajo remunerado económicamente. La diferencia con el porcentaje masculino tiene una causal comprobada: la permanencia en el hogar para realizar labores de cuidado. Por su parte, un estudio privado identificó que menos del 10% de cargos directivos en el sector privado son ocupados por mujeres[9], lo que evidencia obstáculos a lo largo de la carrera laboral de las mujeres. Finalmente, la ENAHO cuenta con una estadística reveladora: a mayor cantidad de hijos, mayor es la probabilidad de abandono del mercado laboral por parte de las madres[10]; mientras que esto prácticamente no influye en el trabajo de los padres.

El rol de las mujeres en el cuidado y su trato diferenciado en la economía tienen una relación circular de causalidad. Como ejemplo, se ha demostrado que una de las razones predominantes de la brecha salarial entre hombres y mujeres parte de una creencia errónea, pero reforzada por las labores de cuidado asignadas por género. En esa línea, incluso, para alcanzar cargos directivos las mujeres enfrentan diversas barreras en comparación con los hombres. Una de ellas, asociada al tiempo que dedicarán a su labor profesional, dado que se presume que las mujeres dedican mayor tiempo a la vida familiar, toman más días de descanso para atender a sus hijos, lo que eventualmente, le restará atención y horas de trabajo a su labor profesional por asumir trabajos domésticos[11]. Estas consideraciones sobre la división sexual del trabajo reflejan cómo se puede obstaculizar el desarrollo económico y social del país al limitar el acceso de las mujeres a oportunidades de empleo y su participación en sectores clave de la economía. Por ello, el rol del Estado no puede limitarse a auxiliar a las familias en las tareas de cuidado, sino que debe romper con los estereotipos creados por el sistema de género. De lo contrario, quizás las mujeres vean reducida su carga laboral doméstica, pero se encontrarán con las mismas barreras de acceso al mercado laboral, pues hemos visto que estas se construyen sobre estereotipos.

La creación de un Sistema Nacional de Cuidados resulta crucial para enfrentar de forma integral el contexto de discriminación histórica que sufren las mujeres en el Perú. El reciente archivamiento de la propuesta presentada por el Ejecutivo evita el establecimiento de una herramienta crucial para garantizar la igualdad material de los derechos de las mujeres. Una nueva propuesta debe incluir: i) el acceso universal, gratuito y equitativo a servicios de cuidado infantil de y personas dependientes; ii) la formación integral de profesionales en el área de cuidado con condiciones laborales justas; iii) la modificación de las normas de cuidado vigentes, fomentando la corresponsabilidad en estas tareas; y iv) el reconocimiento salarial del trabajo realizado. A raíz de lo mencionado, este sistema no puede sostenerse como una política pública aislada, sino que debe ser pensado para integrarse en el trabajo de distintos sectores y niveles de gobierno. En ese sentido, es especialmente importante el complementar las políticas de asistencia directa con programas enfocados en un cambio cultural y educativo; pues la arbitrariedad de la división sexual del trabajo se ha establecido como una norma social y cultural, lo que dificulta la transformación a través de normas jurídicas únicamente.

La creación de un Sistema Nacional de Cuidados no es solo una cuestión de política pública, sino también un imperativo ético y social para romper con la discriminación arraigada que sufren las mujeres en el Perú. Sin embargo, la eventual aprobación de una ley no debe ser vista como el fin de un problema, sino como el hito que marcará el inicio de su solución. El Estado debe asumir su responsabilidad no solo en la asistencia directa, sino también en la transformación de los estereotipos de género que perpetúan la desigualdad. El futuro de la igualdad material de derechos depende de nuestra capacidad para superar las barreras estructurales y construir un sistema donde el cuidado sea reconocido, valorado y compartido equitativamente por toda la sociedad.

(*) Abogada por la Pontificia Universidad Católica del Perú y asistente académica del IDEHPUCP.

(**) Miembro del Área Académica y de Investigaciones del IDEHPUCP.


[1] Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables (2023). Para garantizar el derecho de las personas a recibir cuidados, cuidarse y cuidar. Link: https://acortar.link/Ojv25q

[2] Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables (2022). Sistema Nacional de Cuidados: Avances y desafíos en materia de cuidados en el Perú. Link: https://acortar.link/1TLYz1

[3] Instituto Nacional de Estadística e Informática (2020). Encuesta Nacional de Hogares (ENAHO). Lima: INEI.

[4] Infobae. (2024). Trabajo doméstico en Perú: 82% de las mujeres asume labores del hogar sin paga y dedica 27 horas a la semana a esas tareas. Link: https://n9.cl/3pz5o

[5] Pérez, L. (2022). Trabajadoras del hogar, mujeres y democracia: ¿Cuándo nos mudamos todos al piso de arriba? Lima: Universidad del Pacífico. Link: https://n9.cl/7hfajd

[6] Brito, M. (2016). División sexual del trabajo: espacio público, espacio privado, espacio domesticó. Conceptos clave en los estudios de género, Vol. 1. Ciudad de México: Centro de Investigaciones y Estudios de Género, UNAM, pp. 63-76.

[7] Instituto Nacional de Estadística e Informática. (2022). Perú: brechas de género 2022. Lima: INEI. Link: https://n9.cl/r8gtn

[8] Instituto Nacional de Estadística e Informática. (2021). Más de 7 millones de mujeres conforman la fuerza laboral del Perú. Lima: INEI. Link: https://n9.cl/a8u6y

[9] Económica. (2023). ¿Ejecutivas o Ejecutivos? Segregación laboral por género en cargos ejecutivos en Lima. Link: https://n9.cl/vhabx

[10] Instituto Nacional de Estadística e Informática (2020). Encuesta Nacional de Hogares (ENAHO). Lima: INEI.

[11] Barrantes, R., & Matos, P. (2019). Barreras al emprendimiento femenino y efecto de la composición de género laboral: innovación, tecnologías y productividad en mypes para el caso peruano (Primera edición ed.). Wilson Hernández Breña. https://cies.org.pe/wp-content/uploads/2019/07/2018_-_genero_en_el_peru_.pdf