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Opinión 18 de septiembre de 2024

Por Ramiro Escobar (*)

La ola de espantosos incendios en la selva no es una casualidad: es la consecuencia triste y esperable del descuido estatal, malas prácticas ambientales y un cambio climático desatado que el gobierno del Perú -y la mayoría de los gobiernos de la región no terminan de asumir. Se demuestra, una vez más, que el Estado peruano es incapaz de apagar incendios de diverso tipo. Sólo que en este caso la metáfora alude a algo trágico y real.

Sostener que esta es una ‘práctica ancestral’ y echarles la mayor responsabilidad a los campesinos evidencia una falta de visión y, sobre todo, la ausencia de un liderazgo ambiental en el sistema político. Se ve la tierra como una mercancía, no como un lugar para aprovechar y cuidar. A eso ha contribuido una normativa laxa, o incluso la violación de la normativa vigente, que hace que tumbar bosque, o quemarlo, no se vea como algo tan grave. Sobre ese incendio, digamos, legal, ha caído la reciente modificación de la ley forestal, que casi llama a arrasar con la cobertura boscosa sin que haya consecuencias.

Encima, cae la impronta de actividades ilegales como el narcotráfico, la tala ilegal, la minería ilegal. Digamos que el problema de inseguridad nacional, un asunto sobre el que sí se habla insistentemente, agrava el problema ambiental. No está desvinculado de este, aun cuando, en general, ni las autoridades ni la población tengan claridad sobre cómo una crisis se va montando sobre otra. Todo esto, además, ocurre en el contexto de un cambio climático global que hace tiempo afecta al Perú y que no se tiene como una parte importante, crucial, de la agenda política. Basta recordar el ‘debate ambiental’ protagonizado por los representantes de Perú Libre y Fuerza Popular en la campaña presidencial del 2021 y deprimirse. O comprobar cuán poco importa esta urgencia.

Una parte del Estado -en el Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas (SERNANP), por ejemplo- hace su trabajo, pero las autoridades mayores, los ‘tomadores de decisiones’ viven como si la crisis climática fuera prescindible. La indecisión del Premier Gustavo Adrianzén, para declarar la emergencia en los departamentos afectados por los incendios, es una muestra clamorosa. La aspereza con la que respondió la presidente Dina Boluarte a un ciudadano desesperado por la tragedia en el departamento de Amazonas (“no necesito sus lágrimas”) raya en lo insensible y lo escandaloso. Es como si el actual gobierno, tan escasamente popular, se incendiara políticamente sin compasión a sí mismo.

Las consecuencias de los incendios forestales son graves. Se han estropeado cosechas, han sido afectadas áreas protegidas, han muerto 16 personas y cientos de animales, hay decenas de heridos. Se ha perdido millones de dólares. La emergencia ya está allí, aun si no ha sido declarada oficialmente al cierre de estas líneas. Y las alteraciones climáticas cada vez serán peores. Lo que, en medio del desastre, alienta es que comienza a haber una reacción ciudadana, fuerte, en clave ambiental, algo que en nuestro país hasta ahora no se había dado. Eso es una esperanza en medio del espanto. Pero aún no tiene un correlato político que permita creer que, al fin, haya una mutación en la forma de gobernar este territorio, tan sembrado de posibilidades, y a la vez de desastres en curso.

No hay un liderazgo ambiental en el Perú. No es un tema para la clase política más poderosa, que más bien agrava el problema con sus leyes. Es penoso, escandaloso, que el Premier, con cierta displicencia, diga que no hay un aún razones críticas para declarar la emergencia debido a los incendios. Hace AÑOS, que el Perú está en una emergencia, en una crisis ambiental, pero acá seguimos hablando principalmente de crecimiento, de inversión, no de sostenibilidad. Los economistas se embelesan con esos temas, importantes mas no suficientes, y casi no hablan de la dimensión ambiental, como si no existiera. ¿Por qué tendríamos que sorprendernos de lo que está pasando entonces? Por fortuna, parece haber una reacción ciudadana, sobre todo juvenil, de indignación y acción, que espero que anuncie nuevos tiempos…Seguiremos comentando.

(*) Periodista y docente PUCP