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Nacional 12 de abril de 2020

Compartimos la columna de Deborah Delgado Pugley, investigadora invitada en IDEHPUCP, en coautoría con Damaris Herrera.


De los 55 pueblos indígenas reconocidos oficialmente en el Perú, 51 son originarios de la Amazonía. Históricamente, la población indígena sufre altos niveles de pobreza material y falta de acceso a servicios básicos. Enfermedades como VIH/SIDA, Hepatitis B son altamente prevalentes en la región amazónica. Desde el 2016 la Amazonía concentra el 77% de los casos de dengue en todo el país. Con sistemas inmunológicos debilitados, los pueblos indígenas se están colocando frente a una batalla sanitaria casi “desarmados”. En el caso de las Poblaciones Indígenas en Aislamiento y Contacto Inicial (PIACI), la cuestión puede ser aun más grave.

El COVID-19 en la Amazonía representa una situación epidemiológica particular que merece una respuesta sanitaria ajustada al contexto. ¿Cuáles han sido hasta el momento las medidas adoptadas del Estado para esta población? Qué podemos aprender de las respuestas locales?

Salud y medidas de prevención

La primera cuestión a recalcar es que el sistema de salud es particularmente deficiente en las regiones amazónicas. Recordemos que los centros de salud fuera de las capitales son puntos vitales. En ciudades intermedias con puertos fluviales muy conectados como Nauta, en Loreto, no se cuentan con las condiciones para atender a la población. Hasta el jueves 9 de abril, 4 miembros del personal ya daban positivo sobre 17 casos diagnosticados en la localidad. Uno de ellos había visitado comunidades indígenas en el Marañón y Urarinas, así como centros poblados ribereños durante el tiempo estimado de incubación del virus. Mientras tanto, los centros de salud de las comunidades simplemente han cerrado.

Por otro lado, a pesar de los esfuerzos del MINCUL en la traducción de materiales de información a lenguas nativas, usan las mismas plantillas difundidas en Lima. El mensaje no se está adaptando a la visión del mundo indígena.

No obstante, se debe resaltar el rol de agentes locales para difundir las medidas de prevención de aislamiento y lavado de manos, adaptados a la cosmovisión indígena sobre la salud. Por ejemplo, la iniciativa de Radio Ucamara, junto a otros países amazónicos, están difundiendo spots en lengua kukama y también Shuar Chicham y Achuar Chicham. Están invocando a la memoria de los pueblos frente a las epidemias, su relación con la espiritualidad y sus formas de resistencia frente a la enfermedad, que van desde sus conocimientos medicinales hasta el aislamiento.

Acceso a servicios básicos

Muy grave y un problema de fondo es que en muchos lugares la gente no tiene agua potable (cuando hay que lavarse continuamente las manos) y las condiciones de habitabilidad no son adecuadas para soportar una cuarentena. Especial atención merece la calidad de agua a la que acceden las 7000 personas que está expuesta a metales tóxicos. Organizaciones sociales e indígenas que forman parte del Grupo de Trabajo sobre Pueblos Indígenas de la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos están exigiendo la intervención estatal en el cese de las operaciones de empresas extractivas y la remediación de las fuentes de agua.

¿Y los programas sociales? La focalización de la ayuda social está mostrando sus límites y es ocasión de subsanarlos. El bono social 380 no está llegando a las comunidades nativas ni los programas sociales. JUNTOS y Pensión 65 están paralizados. Los Plataformas Itinerantes de Acción Social (PIAS) tampoco están funcionando. La ayuda es clave porque la seguridad alimentaria es vital en zonas donde la malnutrición es endémica.

Límites fronterizos

Finalmente, varias pero no todas las regiones amazónicas tienen grandes fronteras. Están expuestas a la influencia de la política que tomen otros países. Manaos y Santarém, ciudades brasileñas, ya son focos desde donde se desplazarán infectados. Lo mismo pasa en la frontera amazónica con Ecuador. Hoy más que nunca las estrategias de contención transfronterizas son claves.

Además, se espera una reducción de la vigilancia y una recesión económica que llevará a más personas a correr el riesgo de realizar actividades delictivas para ganar dinero, impulsando la destrucción de los ecosistemas, como señala Carlos Souza a Reuters.

¿Qué nos queda por hacer?

El virus ya está en la Amazonía y se agravarán muchos casos de Covid19. La respuesta debe ser intersectorial y responder a las características socioculturales y territoriales de las comunidades.

Se deben elaborar acciones conjuntas, entre el gobierno y las organizaciones indígenas, que al contar con estructuras representativas subnacionales y comunitarias, se pueden lograr intervenciones más efectivas en el territorio. También es una forma de reconocer su autonomía y sus propios mecanismos de defensa frente al virus, pues no es la primera vez que enfrentan una epidemia.

Colaborar con otros agentes locales como las radios amazónicas y las iglesias es clave para superar las brechas de conectividad. Se ha comprobado que la gente recibe información adecuada culturalmente desde estos medios. Activar comités de emergencia comunitarios para la coordinación de atención médica, entrega de servicios y protocolos sanitarios, con los cuerpos de seguridad estatales y los PIAS también es una alternativa. En este proceso de prevención y contención es fundamental el respeto de la organización social y la estructura comunitaria indígena.

Tomando en cuenta a los agentes foráneos, como colonos y empresas extractivas, el “refuerzo de los cercos epidemiológicos” debe ser con urgencia aplicada.

Los gobiernos regionales amazónicos tendrán que mejorar sus capacidades. Las universidades y empresas locales podrían proveer soluciones cercanas. Necesitamos repuestas urgentes y diferenciadas.