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Nacional 13 de septiembre de 2021

Salomón Lerner, expresidente de la CVR, fue entrevistado por PuntoEdu sobre la muerte de Abimael Guzmán.


¿Qué significa la muerte de Abimael Guzmán para nuestro país? ¿Qué reflexiones tiene en torno a este hecho?

Siempre es triste entender que una vida desaparece, nadie debe desear la muerte. Sin embargo, en el caso de Abimael Guzmán, su deceso tendría que verse a la luz de lo que fue su vida y, desde esa perspectiva, hay que decir que ha fallecido una persona que no cumplió con deberes elementales que se exigen a toda persona, que son ser consciente y respetuoso de los demás. Guzmán lideró, como una cabeza casi mesiánica, un movimiento que pretendía cambiar la sociedad por las vías más violentas y que, en última instancia, no llevaba a nada más que a la destrucción de la misma sociedad. Él fue un militante dogmático de una ideología, el Marxismo Leninismo Maoísmo, cuya línea quería continuar para convertirse en la cuarta espada del marxismo. Él decía que no importaba un millón de muertos para cambiar la sociedad mundial, sus ideas equivocadas trajeron mucho dolor al país. No tenemos que hacer una fiesta con su muerte, pero tampoco debemos olvidar que muere una persona que le hizo daño al Perú a lo largo de muchos años.

¿Cómo debe abordarse la memoria del conflicto armado? Han pasado casi 30 años desde la captura de Abimael Guzmán. ¿Hemos avanzado como sociedad?

Yo veo las cosas un poco problemáticas. No creo que hayamos avanzado mucho en lo que respecta a una situación que arrastramos desde hace muchas décadas, aún antes de la aparición de SL: la desigualdad y relativa injusticia social. No hemos tenido gobiernos que hayan buscado plenamente el bien común y, desgraciadamente, en el país no todos somos reconocidos como ciudadanos de pleno derecho. Ese es un gran problema que tenemos por delante y que, más allá de si haya existido SL o no, la justicia social se presenta como una urgencia: es urgente que todos accedamos al bien común, que todos tengamos la condición de seres humanos que valen por ellos mismos, y que se respetan y se toleran entre ellos. Esto implica un deber y labor por parte de los gobiernos y de los ciudadanos. Esto es algo que no cumplió Guzmán porque no respetó a otros seres humanos en función de sus ideas maximalistas y equivocadas.

¿Ve viable el resurgimiento de pensamientos como los que defendía Guzmán?

Debemos mantenernos en continua vigilancia. No olvidemos que una mutación de la guerra popular en SL se dio cuando Abimael fue tomado prisionero y él sugirió un acuerdo político, un acuerdo de paz, en el que que ya no se quería una guerra violenta, sino más bien militar dentro de la política y, a través de ella, llegar al gobierno y a dominar la sociedad. En la CVR, se señala que no es posible admitir dentro de la vida política de un país a un movimiento político que, en el fondo, busca destruir la democracia, la pluralidad y a los otros partidos políticos. En ese sentido, al crearse Movadef -de inspiración maoista, senderista y que sigue líneas similares a las de Guzmán- no fue aceptado dentro de la vía política. Tenemos que estar muy atentos para que no haya un resurgimiento maquillado ni que las ideas de Sendero puedan, a través de la política, hacerse del poder y finalmente conseguir lo que no pudieron por las armas.

No podemos dejar de pensar tampoco, en momentos como estos, en las víctimas de SL y los deudos… 

Tenemos un gran deber de recordarlos y el Estado debe reparar a las familias de las víctimas.

Se discute acerca de qué debería hacerse con el cuerpo de Abimael Guzmán.

Nosotros no podemos caer en aquello que censuramos de los senderistas, que es el irrespeto de la persona humana. Sin embargo, no debemos propiciar que su muerte sirva como motivo para la eternización de él como un mártir o una víctima. Estoy muy lejos de favorecer nada que signifique dejar una huella que pueda permitir seguidores, un culto a él o un lugar de peregrinaje. Es un hombre que ha hecho muchísimo daño al país.

Muchos de los estudiantes de nuestra Universidad no habían nacido cuando se capturó a Guzmán, en 1992, y tampoco vivieron los años de violencia. ¿Qué podría decirles sobre este momento?

Algo casi de sentido común: quien no conoce su pasado, no puede en modo alguno orientar su futuro. Aquello que ocurrió en el país no es algo que pasó y debemos olvidar. Esto se debe y se puede conocer. Existen, por ejemplo, el informe de la CVR y la exposición Yuyanapaq. Es necesario que los jóvenes sepan lo que pasó; de lo contrario, no van a entender en qué país viven y en qué país podrían vivir.  

La muerte de Abimael Guzmán marca un antes y un después en nuestra historia reciente. ¿Cómo podemos mirar hacia el futuro a partir de este nuevo hito?

No podemos ir hacia adelante sin recordar quién fue y qué fue lo que hizo. Mientras estuvo en la cárcel, no tuvo una presencia muy activa y, sin embargo, parece que sus seguidores continuaban en acción en el VRAEM o a través de Movadef. Que haya muerto puede servir no solo para que ellos continúen en ello, sino para que intensifiquen sus actividades. No debemos descuidarnos. Abimael Guzmán tuvo una doctrina descabellada que consiguió seguidores y permanece. Pensamientos como el suyo no deben surgir en el futuro.

Los testimonios de las víctimas dan cuenta de las acciones de SL, que fueron dolorosas y sin ningún tiempo de compasión hacia las personas más vulnerables del país. ¿Qué tenemos que hacer como sociedad para que un discurso de tanto desprecio a la vida humana no vuelva a tener arraigo?

Reiterar el sufrimiento, el dolor de aquellos que han padecido a causa de estas acciones y hacerlo nuestro. Entender que eso no es admisible en ninguna sociedad ni en ninguna persona. Los otros constituyen seres tan respetables como uno mismo. Si bien existe una virtud como la tolerancia, que es aceptar que haya gente que no piense como uno, hay otra virtud que hay que añadirse a ella, que es la del respeto: reconocer una dignidad en el otro que hace que no pueda atentar contra su integridad.