Desde que se comenzó a producir la migración forzada de personas venezolanas y su consiguiente llegada al territorio nacional, el Perú se ha convertido en una suerte de laboratorio político y social, en el que se han puesto a pruebas distintas estrategias para abordar este flujo migratorio. Decimos que ha sido político porque en menos de 2 años se ensayaron diversas respuestas desde el Estado para regular la situación migratoria en el Perú, como el Permiso Temporal de Permanencia (PTP), sin tomar la forma de una política pública y teniendo retrocesos; y social, porque ante el ingreso permanente de personas migrantes y solicitantes de refugio, la propia sociedad peruana ha atravesado continuamente procesos de interacción y adaptación hacia un “otro”, aún incomprendido.
A propósito de la presentación de un nuevo Estudio sobre procesos de inclusión de las personas venezolanas en Lima Metropolitana, realizado por el IDEHPUCP con apoyo de la Fundación Panamericana para el Desarrollo (PADF), hay algunas lecciones que podemos abstraer de una experiencia todavía en fase de comprobación empírica. ¿Qué tan integrada está la población migrante venezolana en el Perú?, y ¿qué nos dice de la sociedad peruana los procesos de inclusión/exclusión de las personas migrantes venezolanas?
En principio, es importante mencionar que si bien la razón de la migración venezolana es la crisis humanitaria que atraviesa este país, el conjunto de personas migrantes que ha llegado al Perú no es homogéneo. Los últimos ingresos masivos, ocurridos entre el 2017 y el 2018, nos remiten a una población en situación de vulnerabilidad, que migra como grupo familiar, muy joven, muchas veces sin tener estudios culminados y con poca información sobre la realidad en el país de acogida. Se trata de una población ya de por sí precaria en su país de origen y que por la premura de la huida termina insertándose en las mismas o en peores condiciones de marginalidad y exclusión en una nueva sociedad.
Estos factores sociales, económicos y culturales que anteceden a la migración supone una mochila pesada y difícil de soltar, e influye en su grado de inclusión. El nivel educativo alcanzado, la documentación obtenida, la pertenencia a redes de soporte, entre otros, tienen una relación directa con la capacidad de autogenerar ingresos o la consecución de un empleo; básico para garantizar la subsistencia. Sin embargo, estos elementos solo representan una cara de la moneda. Del otro lado se encuentran las condiciones propias de la sociedad de acogida y que terminan por explicar la situación de inclusión/exclusión de las personas migrantes.
Estos otros factores nos remiten a una sociedad altamente diversa, con grupos humanos con características culturales particulares y ancestrales, pero en la que no hay un reconocimiento mutuo como parte de una misma comunidad política y social; es decir, con iguales derechos. Es una sociedad fragmentada, con muchas limitaciones para construir una idea de un “nosotros pluricultural” y que se erigió sobre prácticas y discursos de exclusión.
En ese sentido, la migración venezolana en el Perú solo terminó desnudando o haciendo más evidente las fracturas de la sociedad peruana y los procesos truncos de relacionamiento entre las personas -aún siendo de la misma nacionalidad- así como las limitaciones por parte del Estado peruano para incluir a todos y todas bajo una misma noción de comunidad. La reciente disposición nacional que exige el pasaporte con visado humanitario a las personas migrantes venezolanas es síntoma de un Estado desbordado nuevamente, incapaz de diseñar una estrategia integral de recepción e inclusión paulatina de la población migrante, pero también el reflejo de una población con un sentir de pertenencia colectiva frágil.
Como todo proceso migratorio, la presencia venezolana en el Perú si bien se ha configurado como una problemática por ser una situación inédita y dinámica para el país, también representa una oportunidad, no solo en términos de dinamización de la economía nacional o de cobertura de puestos de trabajo en regiones que adolecen de capital humano calificado y no calificado, sino también como una manera de derribar nuestros prejuicios, miedos, preconcepciones e individualismos y reconstruirnos –a nosotros mismos y como sociedad- sobre nuevos cimientos basados en la humanidad, el reconocimiento y la solidaridad.
* Eduardo Hurtado, investigador del IDEHPUCP, actualmente es parte del equipo de investigación del proyecto Integrando Horizontes financiado por la Fundación Panamericana para el Desarrollo (PADF), y ejecutado por el IDEHPUCP.