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Notas informativas 18 de enero de 2018

Con el objetivo de promover los valores democráticos y la vigencia de los derechos humanos, el Instituto de Derechos Humanos de la PUCP (Idehpucp) implementa su Programa de Voluntariado dirigido a estudiantes de todas las especialidades de nuestra universidad. El programa surge a partir de la necesidad de formar y fortalecer espacios de diálogo y debate sobre temas de derechos humanos, democracia y cultura de memoria entre los jóvenes. Todo esto, con mira a contribuir a la construcción de un país tolerante y respetuoso de los derechos fundamentales.

Desde el 2017, el Programa de voluntariado del Idehpucp trabaja en alianza con diversas organizaciones de la sociedad civil para llevar a cabo proyectos de desarrollo e incidencia frente a distinta problemáticas sociales.

Esta es la historia de uno de los proyectos a través de una crónica contada por las voluntarias Maria Pía Uribe y Silvana Rosan.

Fortaleciendo lazos en Cuncani

El 2017 fue un año cargado de experiencias, emociones y aventuras compartido por un equipo de jóvenes que formó parte del programa de Voluntariado del Idehpucp: ciudadanos comprometidos con la mejora de la sociedad. Todo comenzó con la intensa convivencia y trabajo entre los integrantes durante los campamentos de formación que el Idehpucp preparó con entusiasmo para nosotros. Tuvimos charlas, talleres, comidas, clases de interacción y hasta una gymkana. Fue así que nos empezamos a conocer, descubriendo nuevas formas de ejecutar proyectos y conectar con las personas.

Silvana Mestanza y Marjorie Díaz, a cargo de la gestión del voluntariado en el Idehpucp, nos guiaron y se sumaron al equipo, lo que desarrolló fuertes lazos entre nosotros.

El programa contó con dos proyectos que se ejecutaron a lo largo del año. Uno de ellos, se realizó en alianza con la ONG Padma en el distrito de Villa el Salvador, Lima; el objetivo fue contribuir a la sostenibilidad y empoderamiento de las mujeres del programa Puriy para que se integren a la sociedad. El otro proyecto, que narraremos ahora, se llevó a cabo en alianza con la ONG Nexos Comunitarios. Fortaleciendo lazos en Cuncani era un proyecto que planteaba como reto el realizar un diagnóstico sobre esta comunidad cusqueña y trabajar sobre ello.

Pese a estar ubicado en el distrito de Urubamba, Cuncani presenta una realidad similar al distrito de Lares, el cual, según el Ministerio de Economía y Finanzas en 2012, llegó a ser uno de los distritos más pobres del Perú. El nivel de precariedad en Cuncani es tal, que la población visita Lares de forma recurrente, sobre todo para hacer uso de sus servicios de salud, escuela secundaria, como para realizar trueques y/o compras en el mercado.

Cuncani se encuentra situada a aproximadamente a 3800 m.s.n.m. bajo un cielo estrellado, entre montañas, un glaciar, un río, dos lagunas y casas alejadas unas de otras. Son 74 familias las que la conforman, siendo las familias Sallo, Huaman, Sicus y Merma, las fundacionales. Su dieta principal es a base de moraya, papa, lisa (olluco), cebolla roja y, en celebraciones especiales, cuy, cordero o alpaca. Cuenta con un salón comunal, una iglesia evangélica y una escuela en donde se desarrolla la primaria multigrado y el programa no estandarizado de educación inicial (Pronoei). Cuncani carece de servicios básicos como agua potable y alumbrado público, el único medio de comunicación es un teléfono público al que se llega cruzando uno de los riachuelos y bordeando el río.

Un cuatro de agosto llegamos a Cusco llenos de mucha expectativa. Por la noche, todos nos reunimos en la Plaza de Armas para afinar los últimos preparativos. La travesía inició a las seis de la mañana del sábado y ya para la una de la tarde estábamos reunidas con las familias de la comunidad con las que compartiríamos cinco días inolvidables.

Una vez instaladas nos presentamos ante la asamblea comunal, donde tuvimos que justificar nuestra presencia y manifestar nuestras intenciones. Las mujeres estaban a un lado y los hombres de otro; solo ellos tenían voto, ellas casi nunca hablaban. La asamblea era en quechua, lo cual fue limitante para nosotros, a pesar del apoyo de los traductores. A raíz de la conversación con los pobladores de Cuncani, tuvimos que acordar algo diferente a lo planeado originalmente y acabamos readaptando nuestros talleres. No todas las personas de la comunidad estaban interesadas en nuestras propuestas, la comunidad se mostró dividida hasta que presentamos la propuesta de talleres abiertos para los niños, la cual interesó a todos los miembros de la asamblea. La coyuntura, aunque desfavorable por la huelga, jugó a favor nuestro, pues los niños tenían la mañana libre, pero sobre todo porque aprovechaban las horas de las clases perdidas para continuar aprendiendo. Mientras que, los adultos se rehusaron a participar. Solo las familias que nos hospedaban acudieron al taller para adultos.

Las metodologías usadas para el recojo de información del diagnóstico consistía en la observación, entrevistas, encuestas y talleres participativos tanto para niños y niñas, siendo estos de Pronoei, primaria o secundaria, como para adultos. Los líderes de la asamblea comunal y el promotor de Pronoei fueron entrevistados, mientras que los miembros de las familias fueron encuestados. En los talleres con niños, fomentamos valores y trabajo en equipo, mientras que en los espacios con adolescentes y adultos buscamos fortalecer la identidad y su participación en la sociedad.

El acceso al colegio multigrado de Cuncani fue algo fundamental para nuestros talleres y actividades. Los niños estaban familiarizados con este lugar, lo cual nos permitió construir un ambiente grato. Estos talleres sirvieron como la antesala al regreso a clase. La dinámica más exitosa con los niños de Pronoei fue sobre la higiene, la canción de Machikuy ejemplificaba los pasos para lavarse las manos. Mientras que en primaria, la actividad más exitosa fue lograr que los niños preparen una comida balanceada mediante el trabajo en equipo. En secundaria, se abordó el tema de la identidad a través del dibujo, mediante el cual debían retratar su entorno familiar, su contexto geográfico e incluso a ellos mismos.

Los voluntarios nos hospedamos en seis casas, que luego se volvieron cinco, en grupos de dos y tres. Nosotras vivíamos en casas distintas, la distancia entre ellas era de 10 minutos a una hora. Luego de nuestros talleres realizamos algunas actividades con las familias que nos acogieron como parte de ellas.

 El último día en Cuncani, almorzamos todos juntos. Nuestros anfitriones prepararon uno de sus mejores potajes: huatia con cordero. A la mañana siguiente, partimos de regreso a la ciudad de Cusco. Nos llevamos gratos recuerdos, lecciones aprendidas y experiencias compartidas. Aprendimos muchas cosas sobre el otro y adquirimos herramientas para futuros proyectos.

De regreso a Cusco nos encontramos con Marjorie y un plan de actividades para el resto de nuestra estadía. Al siguiente día, fuimos al colegio e instituto Pukllasunchis para conocer nuevas alternativas de educación, desde un enfoque intercultural, inclusivo y medioambiental. Las tardes sirvieron para avanzar la sistematización del trabajo de campo realizado en Cuncani.

Al décimo primer día, llegó la hora de volver a casa, pese a ello, nuestra labor como voluntarios no terminaba. Hacia fines de septiembre logramos presentar el informe al Grupo de Apoyo al sector Rural PUCP (Grupo PUCP). Los mismos realizan proyectos de desarrollo sostenible en energía, agua, agricultura y vivienda para mejorar la calidad de vida de la población rural de nuestro país. El Grupo PUCP nos presentó los proyectos y tecnologías que podían desarrollarse en la comunidad de Cuncani en base a sus principales necesidades. Uno de los proyectos de mayor pertinencia para la comunidad visitada es Casas Calientes. La iniciativa, que ya cuenta con un prototipo en la PUCP, plantea la instalación de una cocina mejorada para realizar un adecuado uso del calor liberado, calentar agua y exteriorizar el hollín que emiten las cocinas a leña. La propuesta fue compartida con la ONG Nexos, la cual debe confirmar la viabilidad de su implementación.

Ha sido gracias a todas las experiencias alrededor de la comunidad de Cuncani, que hemos aprendido muchas lecciones para futuros proyectos y para nuestras vidas. Creemos no equivocarnos al decir que gracias a quienes nos acompañaron en este camino, las familias de la comunidad, los/las voluntarios/as y el equipo orientador (Kenji Misawa, Saturnina Sallo, Anacleto Sallo, Silvana Mestanza y Marjorie Díaz), logramos revalorizar los derechos humanos y su importancia en cada ciudadano.