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Notas informativas 13 de diciembre de 2018

Soy miembro de la familia de la PUCP desde hace 58 años. He sido estudiante en sus aulas y patios, he desempeñado diversos cargos directivos, incluyendo el de rector por dos periodos, y desde el año 2004 tengo el honor de ser rector emérito de nuestra Universidad. La suma de todas esas vivencias, afectos y responsabilidades me obligan a expresar mi opinión en el difícil momento por el que atraviesa nuestra comunidad.

La reciente revelación sobre cobros indebidos al margen de la ley, que han afectado a numerosos estudiantes, coloca a la PUCP en una inocultable crisis de gobierno y amenaza socavar su credibilidad. Ello nos obliga, en primer lugar, a tomar decisiones urgentes para remediar totalmente el daño causado y resolver los efectos inmediatos de la crisis, y, en segundo lugar, a realizar una amplia reflexión que nos permita restaurar el sentido de nuestra misión centenaria.

Lo primero es establecer y poner en marcha, de la manera más rápida posible, un mecanismo de devolución pronta y exhaustiva del dinero cobrado de manera abusiva e ilegal. No será posible reconstruir la confianza de nuestros estudiantes y de la comunidad universitaria entera sin ese gesto sincero y efectivo de reparación del daño. Ello debe ir acompañado de la determinación y aceptación de la responsabilidad de las autoridades de una manera inmediata y sin ambages. Nuestras autoridades son elegidas para conducir a la Universidad Católica a la realización de metas elevadas, en cuyo centro están la de brindar una formación académica sobresaliente y la de tener una presencia cívica constructiva en nuestra sociedad. Nuestra misión no es la de una entidad financiera ni es nuestro fin maximizar ganancias, y menos aún hacerlo al margen de la ley. La distorsión de nuestra misión, que ahora hemos constatado, no deja otra opción que la renuncia de los responsables. Finalmente, otra necesidad inmediata es realizar de manera imparcial y objetiva un examen crítico de la reciente conducción de nuestra Universidad para cerciorarnos de que no haya otras irregularidades por subsanar. Todo esto solo es posible con un equipo rectoral de transición, por lo que hay que esperar la pronta elección de un rectorado plenamente renovado, que incluya a figuras de prestigio intachable, capaces de corregir los errores cometidos y comprometidas a asegurar que no se repitan.

Más allá de esas tareas perentorias, nos aguarda un esfuerzo más amplio: necesitamos reasumir los valores que la PUCP ha defendido y practicado durante un siglo de existencia. Estudiantes, trabajadores y profesores, así como el país entero, deben tener la certeza de que se experimentará un cambio profundo que sirva para confirmar los valores que predicamos.

Necesitamos un cuerpo directivo que garantice la transparencia del manejo financiero, un sistema de funciones, responsabilidades y retribuciones basado en los méritos, y una renovación de nuestras convicciones sobre la clase de formación académica que ofrecemos: una formación integral que no solo imparte conocimientos y habilidades sino también sensibilidad y valores cívicos y morales.

Todo ello demanda de nosotros la práctica de principios éticos sólidos que incluyen la adhesión al Estado de Derecho y el respeto integral de los derechos humanos. Para enseñar qué es justicia y qué es verdad debemos ser justos y humanitarios.

Estudiantes, profesores y trabajadores debemos saber que, aunque esta recuperación de nuestro sentido institucional no será una tarea sencilla, ella es enteramente factible trabajando unidos y restaurando, en primer lugar, nuestros lazos de confianza. Ninguna comunidad está libre de errores y de momentos de crisis. La nuestra posee la fortaleza para superarlos porque ha crecido sobre cimientos robustos como lo son nuestra raíz cristiana y nuestras convicciones humanísticas.

Fundada hace 101 años por una visión altruista y elevada del padre Jorge Dintilhac, la PUCP fue la primera universidad privada del país, y ha sido y debe seguir siendo una comunidad autogestionaria sin fines lucrativos, y una voz influyente y bienhechora en nuestra sociedad.

Son muchas las generaciones que comparten el orgullo de ser egresados y graduados de la PUCP. Ellos, y no los estados financieros, son nuestra razón de ser. El equilibrio económico es un medio, y solamente un medio, para nuestra existencia institucional. Las personas y su formación profesional, intelectual, moral y cívica son nuestra finalidad.

Este es el momento de decidirnos a emprender un cambio para el beneficio de todos, un cambio que nos conduzca a superar esta crisis sin evadir causas y responsabilidades y, sobre todo, a recuperar el sentido de nuestra misión centenaria, que es la de ser una luz en las tinieblas.

San Miguel, 13 de diciembre del 2018.