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14 de septiembre de 2021

 Escribe Iris Jave (*)

La muerte de Abimael Guzmán, el líder de la organización subversiva Sendero Luminoso que produjo el 54% de las víctimas fatales durante el conflicto armado interno en el país (CVR: 2003), ha traído consigo varios debates irresueltos sobre el pasado reciente en el Perú. Cada cierto tiempo surgen narrativas que enfatizan el miedo y el terror, usados como herramienta política, sin explicar los procesos ni dar cuenta de las numerosas afectaciones que trae una violencia como la vivida entre 1980 y el 2000.

Como señala Elizabeth Jelin, los medios de comunicación son vehículos de memoria. Y, justamente, es a través de sus imágenes y producciones que se transmiten y/o amplifican esos discursos, más aún en un contexto de hegemonía digital, donde la inmediatez, la viralización y la reproducción potencian esas narrativas.

Los medios, debido a sus propias características, tienen que resumir hechos, colocar imágenes que impacten o producir historias que emocionen; sin embargo, esas propias dinámicas llevan a simplificar la información y no explican los procesos. Justamente, con el tema de la violencia y sus consecuencias, hay que explicar los procesos para comprenderlos y dialogar. Si vemos las portadas o los mensajes en redes sociales estos días veremos que la realidad de los 80 y 90 se reproduce aludiendo al pasado de terror y muerte sin explicar por qué ocurrió: ¿qué o quienes permitieron esa situación? ¿Qué factores permitieron esto? ¿A quiénes afectó? Los medios de comunicación funcionan como vehículos de memoria: no se trata solo de recordar los hechos como sucedieron, sino que también es importante considerar cómo son transmitidos desde distintos marcos de interpretación.

La cobertura y la reproducción de discursos de actores políticos de estos días recuerda los años más duros de la violencia, cuando se buscaba explicar a Sendero Luminoso con teorías de conspiración o se empezó a estigmatizar a las víctimas de la violencia. Había cierta desinformación entonces, y dificultades para acceder a información clara y precisa. En la actualidad contamos con abundante información que discurre por todos los medios posibles, aunque no se tiene certeza de su veracidad. En el contexto de la posverdad y los mecanismos de desinformación, la estigmatización y la misma narrativa simplificadora de lo que fue la guerra en esos años corre el riesgo de amplificarse y viralizarse. Y ahí los medios tienen una enorme responsabilidad: confirmar fuentes, buscar diversidad y pluralidad, explicar los procesos, hacer memoria; en suma, hacer periodismo de calidad. La muerte de Guzmán puede ser una oportunidad para ello, no tanto para enterrar el pasado y solamente condenarlo, sino para revelar lo sucedido y ofrecer respuestas a las nuevas generaciones.

El debate político plantea un desafío permanente a la función pedagógica de transmitir conocimiento sobre el CAI a las nuevas generaciones. Por ello, los medios de comunicación tienen la responsabilidad de difundir información clara, diversa y plural que permita entender el pasado y enfrentar las heridas que ha dejado ese periodo, en memoria de las víctimas y de sus familiares.

(*) Investigadora en IDEHPUCP.