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9 de marzo de 2021

Durante el 2020, el Centro Emergencia Mujer (CEM) en Perú atendió 114,495 casos de violencia contra la mujer, a pesar de que este servicio se suspendió durante los meses de abril a junio de 2020[1]. En la región, las mujeres tenemos a nuestro cargo 76,2% de todas las horas del trabajo de cuidado no remunerado (más del triple que los hombres), y somos nosotras quienes tenemos doble o triple jornada laboral, situación que se ha agravado con las medidas del confinamiento[2]. A nivel mundial, las respuestas políticas a la pandemia no han sido específicas para abordar los impactos de género. En esa línea, de más de 1300 medidas de protección social y del mercado laboral, solo un 8% ha abordado directamente los cuidados no remunerados, y apenas el 10% apunta al apoyo económico de las mujeres.

Cifras como las referidas dan cuenta de que aunque el panorama para las mujeres en relación al ejercicio de nuestros derechos humanos tiende a evidenciar mejorías con el desarrollo, en realidad aún quedan brechas profundas en las que trabajar. De este modo, derechos como una vida libre de violencia de género, autonomía sexual y reproductiva o retribución y distribución del trabajo de cuidado, no terminan de ser plenamente garantizados. Por el contrario, la situación de pandemia parece haber agudizado la precariedad en torno a ellos. En este contexto, el 8 de marzo es una oportunidad necesaria para reflexionar acerca de este escenario.

La otra pandemia

Mucho antes de que el Covid-19 adquiriera relevancia en el plano mundial, ya existía otra pandemia que afectaba al 49,58%[3] de la población mundial: la violencia de género. Desde una perspectiva de derechos humanos, esta problemática aborda cualquier acto de violencia, basada en motivos de género, que vulnere el derecho a la vida, integridad, libertad, a no ser sometida a tortura ni penas o tratos crueles, a la participación social y política, entre otros[4]. Precisamente por esto, adquiere múltiples manifestaciones que van desde el feminicidio y la violencia sexual hasta actos como la mutilación femenina, que afecta a 200 millones de niñas y mujeres en la actualidad, o el matrimonio infantil, que perjudica a 33mil niñas con una frecuencia diaria a nivel mundial[5].

«Un rasgo resaltante en el ámbito intrafamiliar es que la distribución de trabajos de cuidado no remunerados, como la limpieza del hogar o el cuidado de adultos mayores y niños, sigue siendo bastante desigual.»

Para transformar esta realidad, es preciso tener en cuenta las causas estructurales vinculadas a la desigualdad que explican este fenómeno. De hecho, prohibir, investigar y sancionar prácticas violentas contra las mujeres es un buen avance, pero es apenas la punta del iceberg. Es necesario que se adopten medidas para erradicar prejuicios y prácticas que nacen de la discriminación por género, y que se encuentran inmersas en nuestra cultura.

Un ámbito donde estas están presentes es la familia, que si bien es un espacio de cooperación en donde se aspira al desenvolvimiento de relaciones en el marco de la igualdad, también puede ser una institución donde se vulnere derechos[6]. En esa línea, un rasgo resaltante en el ámbito intrafamiliar es que la distribución de trabajos de cuidado no remunerados, como la limpieza del hogar o el cuidado de adultos mayores y niños, sigue siendo bastante desigual. De hecho, ante la imposibilidad de acceder a servicios de cuidado profesionales, es esperado que las niñas y mujeres se ocupen de estas tareas, lo que reduce el tiempo destinado a estudios, trabajo remunerado y recreación, generando perjuicios para su salud física y mental[7]. Adicionalmente, el confinamiento no ha hecho más que exacerbar la “crisis de los cuidados” y aumentar la carga global de trabajo que recae en nosotras[8].

La violencia de género aumentó durante la pandemia, un problema estructural que afecta al 49,58% de la población mundial. (Foto: IDL)

«Son limitados los países que consideran que el sexo sin consentimiento es una violación y más bien demasiados los que, tras medidas de confinamiento, han restringido el derecho al aborto o al acceso a anticonceptivos»

Esta inequidad se explica, por un lado, por cuestiones histórico-culturales vinculadas a las distribuciones de los roles de género. Sin embargo, también encuentran una raíz en la falta de acceso a oportunidades para mujeres y la escasa valoración que se suele dar al trabajo que estas mayoritariamente realizan. Enfrentar esta brecha supone, entonces, combatir estereotipos que asignen el trabajo de cuidado exclusivamente a mujeres, pero también emprender una lucha por la valorización social y económica de estas tareas.

A la par, otro punto importante a resaltar se vincula a las limitaciones que poseemos para el control de nuestra sexualidad y reproducción. De acuerdo con la OMS, 47 mil mujeres mueren anualmente por complicaciones derivadas de abortos en condiciones de riesgo, mientras que 16 millones de adolescentes se ven obligadas a dar a luz producto de embarazos forzosos o no deseados.  Asimismo, son limitados los países que consideran que el sexo sin consentimiento es una violación y más bien demasiados los que, tras medidas de confinamiento, han restringido el derecho al aborto o al acceso a anticonceptivos[9].

Las situaciones mencionadas resultan graves en la medida en que los derechos sexuales y reproductivos buscan garantizar que cada persona tome decisiones sobre su vida sexual con libertad, confianza y seguridad, sin ningún tipo de abuso, violencia o discriminación[10].  Resulta evidente que en un entorno donde se penaliza el aborto, existe una visión muy sesgada de lo que constituye una violación o hay una nula educación sexual, el ejercicio de la sexualidad no resulta ni libre ni carente de coacciones.

Teniendo en cuenta todo mencionado, parece que en este 8M no hay motivo para celebrar. Los derechos humanos de las mujeres siguen siendo abstractos para una buena parte de ellas. Aun así, es innegable lo mucho que se ha avanzado y que con cada paso estamos más cerca de un objetivo: la igualdad plena de las mujeres en todas sus divergencias y el derrumbe de las estructuras patriarcales. Hasta ese momento, la lucha sigue. Ya habrá tiempo de celebrar.


(*) Investigadora del área Académica
[1] MIMP. Estadísticas del MIMP. Disponible en: https://www.mimp.gob.pe/omep/estadisticas-violencia.php
[2] Comisión Interamericana de Mujeres. 2020. Covid-19 en la vida de las mujeres. Razones para reconocer los impactos diferenciados. OEA/Ser.L/II.6.25. Disponible en: https://www.oas.org/es/cim/docs/ArgumentarioCOVID19-ES.pdf
[3] Estimado del Banco Mundial sobre la población femenina al año 2019. https://datos.bancomundial.org/indicator/SP.POP.TOTL.FE.ZS
[4] Rico, Nieves. 1996. Violencia de género. Un problema de derechos humanos. Serie Mujer y desarrollo 16. CEPAL. Disponible en: https://www.cepal.org/mujer/noticias/paginas/3/27403/violenciadegenero.pdf
[5] UNFPA. 2020. Contra mi voluntad. Desafiar las prácticas que perjudican a las mujeres y niñas e impiden la igualdad. Estado de la población mundial 2020. Disponible en: https://www.unfpa.org/sites/default/files/pub-pdf/UNFPA_PUB_2020_ES_Estado_de_la_Poblacion_Mundial2.pdf
[6] ONU Mujeres. 2019. El progreso de las mujeres en el mundo 2019-2020. Familias en un mundo cambiante. Disponible en: https://www.refworld.org.es/pdfid/5d127c654.pdf
[7] Ídem.
[8] Comisión Interamericana de Mujeres. 2020. Covid-19 en la vida de las mujeres. Razones para reconocer los impactos diferenciados. OEA/Ser.L/II.6.25. Disponible en: https://www.oas.org/es/cim/docs/ArgumentarioCOVID19-ES.pdf
[9] Amnistía Internacional. Derechos sexuales y reproductivos. https://www.es.amnesty.org/en-que-estamos/temas/derechos-sexuales-reproductivos/
[10] Fundación Huésped. Qué y cuáles son los derechos sexuales y reproductivos. https://www.huesped.org.ar/informacion/derechos-sexuales-y-reproductivos/tus-derechos/que-son-y-cuales-son/