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Opinión 26 de julio de 2016

La puesta en libertad de los agresores de Lady Guillén y Arlette Contretas por parte del Poder Judicial se ha convertido en símbolos de impunidad que desatan la indignación nacional. Ante esto, muchas mujeres peruanas decidieron, por primera vez en muchos casos, compartir sus propios testimonios de violencia. El poder de reconocer las heridas comunes podría marcar un hito en la lucha contra la violencia de género en nuestro país. Ha nacido una movilización desde la memoria compartida de la violencia que busca no solo una interpelación social, sino también un cambio urgente a las respuestas estatales a la violencia hacia las mujeres.

Violencia invisible, atención deficiente.

¿Qué lleva a que un padre o un familiar abuse sexualmente de una menor, que un hombre agreda física y psicológicamente a su pareja por terminar una relación, que un extraño toque o emita comentarios sexuales en la calle a una transeúnte, que una mujer lesbiana o trans sufra violaciones correctivas o intentos de asesinato?

La violencia de género parte de la intención de dominar y controlar por medio del establecimiento de relaciones desiguales en donde se utiliza a la víctima como medio de satisfacción de deseos sexuales, de poder o superioridad[1]. De esta forma, se busca imponer un rol subordinado a las mujeres por medio de la violencia física, psicológica, sexual, económica, simbólica, etc. y por medio de ámbitos tan diversos como el social, estatal, domestico, laboral, afectivo o de pareja, etc.[2].  Otros aspectos cruciales para entender la violencia de género en el Perú son el carácter “culturalmente invisible” y su situación estructural[3], lo cual hace que su combate sea sumamente complejo. No solo es difícil de reconocer ya que es minimizada y trivializada por espacios sociales como la familia, la escuela o los medios de comunicación, sino que a la vez guarda una relación íntima con la dependencia económica de la mujer, que supone una gran dificultad para la ruptura del círculo de la violencia.

Esta situación en el Perú es alarmante, tanto en espacios privados como públicos. En el 2014 ocupamos en tercer lugar en denuncias de violaciones sexuales en el mundo, solo debajo de Etiopia y Bangladesh, siendo el 73% de los casos en niños y adolescentes en el entorno familiar, según datos de la ONU[4]. Asimismo, Lima tiene el tercer lugar en las ciudades con los sistemas de transporte más peligrosos para las mujeres, encuesta que toma en cuenta los niveles de seguridad, ataques físicos o verbales, confianza en la ayuda de otros usuarios…etc[5]. Ante esta crítica situación ¿De qué forma el Estado peruano responde o previene las situaciones de violencia de género?

Las políticas públicas, tanto en los aspectos de atención de la violencia y obtención de justicia como de prevención, son sumamente deficientes. El trayecto de las denuncias, desde el seguimiento desde la Policía, pasando por el seguimiento judicial y la restauración de derechos es un proceso demasiado adverso para las víctimas, en donde lo más esperado es la revictimización que termina desincentivando la continuación del proceso penal[6]. De esta lamentable situación se explican los altísimos niveles de impunidad: según datos de la Defensoría del Pueblo, en los últimos 4 años hubo 356 feminicidios detectados, pero solo 84 sujetos condenados[7].

La situación no es diferente en el ámbito de la prevención. Se carece de un programa de Educación Sexual integral en las escuelas, que pueda dotar de herramientas y conocimientos de salud sexual, derechos y autoestima a los jóvenes[8]. Ni tampoco existe ninguna regulación desde el Estado para el reforzamiento de estereotipos de género por parte de los medios de comunicación[9]. Podemos afirmar que tanto la violencia de género como los estereotipos que la sustentan se producen y reproducen de forma impune en nuestra sociedad.

La violencia se habla: la fuerza de las memorias colectivas

Ante los casos de Lady Guillén y Arlette Contreras, se crea un grupo “Ni una menos: movilización nacional Ya” para organizar una marcha de protesta por medio de Facebook, que termina constituyendo un espacio público con ilusión de lugar privado, de estar entre hermanas que han sufrido lo mismo. Mientras se comparten las historias de violencia se constata una verdad de difícil asimilación y de gran impacto: la magnitud de la violencia de género sufrida por las mujeres peruanas es mucho más grande de lo que aceptábamos como sociedad. Su invisibilización, normalización y trivialización había hecho pensar a cada una que era una experiencia excepcional, cuando realmente era una situación compartida por mujeres de diferentes edades, regiones y condiciones socioeconómicas. Aparte de este reconocimiento, se empieza a detectar en conjunto la falta de mecanismos de ayuda en los ámbitos social e institucional.  A partir de este grupo se están empezando a crear redes de apoyo psicológico, legal, de expresión artística y sobre todo de apoyo emocional ante la emisión de las denuncias al espacio público.

La potencia del grupo no se agota en lo anterior. Se empieza a plantear el objetivo de un cambio tanto en los estereotipos de género de la sociedad como en los mecanismos de atención de la violencia desde lo institucional. Estas demandas empiezan a abarcar dimensiones territoriales (creación de comités regionales y locales), sectoriales (sindicatos de mujeres, madres extranjeras, empleadas del hogar…etc.) e históricas (demandas de violencia reciente o de violencia sexual durante el conflicto armado).

De esta forma, el potencial de la acción colectiva de «Ni una menos» radica en los afectos construidos por la identidad compartida que empieza a surgir a la escena pública. Las memorias de la violencia de las mujeres peruanas, que son memorias subterráneas (marginales, ocultas y poco visibilizadas) están cambiando de lugar en la sociedad y están emergiendo a la superficie desarrollando todo su potencial político y obteniendo por derecho propio un lugar en la memoria histórica del país[10]. La movilización de «Ni una menos», al igual que ha ocurrido en otros países de América Latina, tiene el potencial y la oportunidad de lograr un cambio cultural e institucional para la situación históricamente oprimida de las mujeres. No obstante, esto dependerá de la construcción de objetivos claros y de logros colectivos. Esperemos que el Estado y el gobierno entrante sepan estar a la altura de estas demandas.

Escribe: Tania Gómez Perochena, asistente de investigación del IDEHPUCP

(26.07.2016)


[1] Fernandez, Adriana (2016). Ser mujer en el Perú es un riesgo. Lima: DARS PUCP. Disponible en: http://dars.pucp.edu.pe/noticia/ser-mujer-en-el-peru-es-un-riesgo/

[2] Zurbano, Belén & Liberia, Irene (2013). Revisión teórico-conceptual de la violencia de género y de su representación en el discurso mediático. Una propuesta de resignificación. Revista Zer. N° 36. p. 121-143.

[3] Espinar, Eva & Mateo, Miguel Ángel. (2007). Violencia de género: reflexiones conceptuales, derivaciones prácticas. Revista Papers N° 86. p. 189-201. Disponible en: https://ddd.uab.cat/pub/papers/02102862n86/02102862n86p189.pdf

[4] Aguilar, Denis. (2016). Apuntes sobre la violación sexual contra menores de edad. Una realidad insostenible en el Perú. Pensamiento penal. Disponible en: http://www.pensamientopenal.com.ar/system/files/2016/06/doctrina43591.pdf

[5] La República (23 de Marzo del 2016). Transporte público en Lima es el tercer más peligroso del mundo para las mujeres. Recuperado el 25 de Julio de 2016. Disponible en:  http://larepublica.pe/sociedad/750735-transporte-publico-de-lima-es-el-tercer-mas-peligroso-del-mundo-para-las-mujeres

[6] Zevallos, Nicolas. Entrevista con Rosa Maria Palacios en Sin Pauta “¿Por qué falla nuestra justicia en casos de violencia contra la mujer?”. Recuperado el 25 de Julio del 2016. Disponible en: http://puntoedu.pucp.edu.pe/videos/sin-pauta-por-que-falla-nuestra-justicia-en-casos-de-violencia-contra-la-mujer-pucp/

[7] La República (25 de Julio del 2016). En los últimos 4 años hubo 356 feminicidios, pero solo 84 sujetos fueron condenados. Recuperado el 25 de Julio del 2016. Disponible en: http://larepublica.pe/impresa/sociedad/788413-en-los-ultimos-4-anos-hubo-356-feminicidios-pero-solo-84-sujetos-fueron-condenados

[8] Andina (11 de Abril del 2013). Falta de dialogo en el hogar y tabú sobre sexualidad inciden en embarazo adolescente. Recuperado el 25 de Julio del 2016. Disponible en: http://www.andina.com.pe/agencia/noticia-falta-dialogo-el-hogar-y-tabu-sobre-sexualidad-inciden-embarazo-adolescente-454648.aspx

[9] Reynoso, Cecilia. (2012). ¿Medios que matan?:  La responsabilidad de los medios de comunicación en la violencia de género. Ideele Revista N° 226. Recuperado el 24 de Julio del 2015. Disponible en: http://revistaideele.com/ideele/content/%C2%BFmedios-que-matan-la-responsabilidad-de-los-medios-de-comunicaci%C3%B3n-en-la-violencia-de-g%C3%A9ne-0

[10] Blair, Elsa. (2011). Memoria y poder. (des)estatalizar las memorias y (des)centrar el poder del Estado. Universitas humanística N° 72. Pp. 63-87.