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Opinión 10 de diciembre de 2015

Las palabras derechos humanos también se relacionan, claramente, a vulneraciones que nos sobrecogen, décadas después de haber ocurrido, como es el caso de las esterilizaciones forzadas cometidas contra mujeres y hombres de escasos recursos en la década de 1990. Recientemente, el Estado peruano comenzó la implementación legal de un registro de víctimas de estos acontecimientos, con miras a brindarles asistencia legal y psicológica, así como servicios de asistencia de salud. Iniciativas privadas como Proyecto Quipu revindican los testimonios de quienes fueron víctimas de estos acontecimientos y dan a conocer a las nuevas generaciones hechos que nunca más deben repetirse en nuestra patria.

Sin embargo, resulta indispensable que ambos vocablos se asocien más a nuestra vida cotidiana. Las demoras en la atención en cualquier hospital o clínica son vulneraciones al derecho a la salud. La poca calidad de la educación universitaria, en términos generales, vulneran el derecho a la educación. Cientos de personas con discapacidad no pueden ingresar a oficinas públicas o privadas porque no existen las medidas de accesibilidad y ajustes razonables que eliminen las barreras que la sociedad coloca. Un proceso judicial contra un periodista, simplemente por amedrentarlo ante una investigación o información incómoda, vulnera claramente la libertad de expresión. La diferencia en el acceso a determinados derechos civiles basada únicamente en la orientación sexual es una violación de la igualdad ante la Ley. Y hablamos de situaciones que se presentan todos los días en nuestro país.

Satanizados por aquellos que pretenden ver en ellos un obstáculo para el combate a la delincuencia o a los rezagos del terror, los derechos humanos no son una mala palabra. Constituyen el conjunto de reglas básicas sobre las cuales la humanidad basa su convivencia. Y, por tanto, no le pueden ser negados a nadie, aunque admiten algunas restricciones razonables. No se tratan de prerrogativas que son eliminadas como castigo ante un delito, sino que constituyen características reconocidas a los seres humanos por el simple hecho de serlo. Y por ello, resulta indispensable ver estos derechos en su cotidianeidad además de los graves contextos en los que se suscita su vulneración sistemática o generalizada.

En el Día Internacional de los Derechos Humanos, en suma, resulta clave tomar en cuenta los acontecimientos de nuestro pasado reciente, así como aquellas situaciones que, en la vida diaria, se presentan como obstáculos para su plasmación. Un enfoque que aborde ambos tipos de experiencias puede ayudar a que seamos más empáticos frente a su respeto. El IDEHPUCP, en ese sentido, renueva su compromiso para, desde la academia y la investigación, contribuir a la reafirmación de los derechos fundamentales en nuestra patria.

Escribe: José Alejandro Godoy, asistente de prensa del IDEHPUCP

(10.12.2015)