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Opinión 1 de septiembre de 2020

Escribe: José Carlos Requena (*)

Una consideración importante para evaluar las complicaciones que está teniendo el Ejecutivo es su decisión de abandonar el espacio parlamentario. En su momento fue aplaudida como un gesto democrático, pero a la larga la realidad está demostrando que fue una decisión errada. Cuando el presidente Martín Vizcarra, el septiembre pasado, convocó el proceso electoral optó por ponerse de costado, quizá con algo de ingenuidad o un exceso de celo. Eso lo ha dejado a merced de un congreso absolutamente impredecible.

Las votaciones que se vienen alcanzando no son sorpresivas, pero sí llamativas. En el papel se ve un congreso absolutamente fragmentado. De hecho, según una nota que hizo el periodista Martín Hidalgo en El Comercio, no existirían nueve sino diecisiete grupos parlamentarios. A pesar de eso, cuando hay un algún estropicio -como el de la ONP- terminan poniéndose de acuerdo y la votación supera los 100 votos.

¿Cuál es el juego? Pensaría que hay intereses por un lado electorales, ya que, en su mayoría, muchos congresistas tienen un ojo en la campaña del 2021 y por otro lado hay intereses absolutamente particulares. Ciertas relaciones de algunos congresistas con negocios concretos tienen un peso importante.

Más allá de las formas, parece que los actuales congresistas no son conscientes de muchas de las decisiones que toman.

Así, el margen de acción del gobierno es bastante reducido. El Ejecutivo puede optar por apoyarse en la opinión pública, pero lo sucedido recientemente con el caso de la ONP es muy preocupante. Los congresistas parecen no entender razones técnicas y la única motivación será un poco del aplauso popular. Siendo bien pensados, simplemente son personas que no escuchan; pensando mal, pues hay intereses de distintos tipos.

El congreso pasado tenían decisiones cuestionables – como proteger a Chávarri – que al final de cuentas resultaron contraproducentes, pero en términos de propuestas, eran un poco más contenidos que el actual. Más allá de las formas, parece que los actuales congresistas no son conscientes de muchas de las decisiones que toman. Por ejemplo, el intentar que el congresista José Luna – con todas las acusaciones que tiene – presida la comisión para elegir miembros del Tribunal Constitucional.

Cuando en algún momento observamos acciones de sensatez, encontramos alianzas -o al menos coincidencias- llamativas, como, en su momento, los votos en favor de Cateriano otorgados por el Partido Morado y Fuerza Popular.

El espacio parlamentario es clave. Hay por suerte algunos aportes importantes en este congreso como algunos activistas y propulsores de los derechos humanos. No deben abandonarse estos espacios si no deseamos estar a merced de intereses subalternos.

(*)  Comunicador y analista político.