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Opinión 29 de abril de 2013

¿En dónde reside esta dimensión educativa? Fundamentalmente, en la posibilidad de formar sujetos reflexivos y críticos, inclinados a someter a examen las conductas y los valores que rodean sus vidas; pero también, seres preparados para y deseosos de la experiencia estética, verdaderas personas que comprendan que la vida humana consiste en mucho más que la acumulación de bienes materiales, y que además reconozcan que ningún proyecto individual está completo si se realiza negando nuestra dimensión de seres sociales, de personas que viven en comunidad y se complementan con ella.

Las fuentes de esa reflexión y de esa concepción más compleja de nuestro ser humano se encuentran en el cultivo de las humanidades. Mediante ellas adquirimos el hábito de meditar y valorar nuestro mundo más allá del interés inmediato. Desde la concepción de paideia de los antiguos griegos hasta las nociones de la educación liberal de los siglos XIX y XX, se ha reconocido en la formación humanística el ámbito de creación de hombres y mujeres libres. El quehacer filosófico, la exploración histórica del pasado, la inspección de nuestras conciencias que se hace desde la psicología, por solo mencionar unas parcelas de ese mundo, propician en las personas no solamente un pensamiento crítico sino también, una disposición para enfrentar el mundo como diferencia, como diversidad, como experiencia plural.

Espíritu crítico y apertura a la diversidad son, por lo demás, dos pilares básicos de una cultura ciudadana, es decir, de un reconocimiento activo de nuestro ser libre e individual, por un lado, y colectivo y comprometido con los demás, por el otro. El Perú de nuestro tiempo necesita, por cierto, asegurarse de que el crecimiento de la riqueza continúe (y se distribuya mejor) para rescatar cada vez a más peruanos de la pobreza. Pero no requiere solamente de individuos exitosos, hábiles, capaces, fruto de una esmerada preparación técnica, sino también de ciudadanos educados: es decir, abiertos a re-flexionar sobre sus propias vidas y a considerar a quienes los rodean.

La tarea de la educación es llevarnos más allá de la esfera de nuestras necesidades materiales. Ella debe ser liberadora y serlo no solo para quienes van a una universidad sino para todos los jóvenes que se hallan iniciando sus vidas adultas.