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Opinión 27 de junio de 2016

El Brexit muestra la expansión del movimiento de repliegue nacionalista propagado por los partidos de extrema derecha, populistas y xenófobos, iniciado hace una década en varios países europeos, pero que se concretiza también en Estados Unidos a través del candidato a la presidencia Donald Trump y, en el Perú, con el alto porcentaje de votos obtenido por Keiko Fujimori representante del populismo autoritario y corrupto de su padre, Alberto Fujimori, en las elecciones presidenciales de 2016.

La comparación es mucho más patente de lo que se puede pensar. Atravesamos en efecto un período caracterizado por la expansión negativa de la globalización que, a pesar de algunos efectos positivos, está excluyendo a millones de personas de los beneficios económicos anunciados y esperados. Son los sectores más excluidos y pauperizados quienes sufren las consecuencias de la grave crisis financiera mundial de 2008. Se trata de los sectores populares y rurales, quienes han empezado a escuchar las sirenas de la ideología populista que pretende que sólo el repliegue local, regional y nacional puede “solucionar” la crisis mundial. El populismo se presenta con discursos simplistas que recogen las frustraciones, los resentimientos y los odios de clases y ofrece soluciones rápidas que pueden mostrar hábitos identitarios, sociales, raciales, o, como en el caso peruano, hábitos autoritarios (la “mano dura”, la antidemocracia) y clientelistas (los regalos, los favores y las dádivas para comprar lealtades políticas, es decir la corrupción generalizada y el abandono de la moral política). La otra característica del populismo es su violencia verbal y física, que va desde los insultos al asesinato. Si estas corrientes  – que se pensaban enterradas luego de la década de 1930 -han retomado mucha fuerza es, en gran medida, porque el mundo político de este nuevo siglo se ha transformado con mucha rapidez, y los políticos se muestran incapaces de adaptarse. A nivel mundial se observa que los partidos y las autoridades se alejan cada vez más de las sociedades civiles que pretenden representar y administrar.

El caso del Reino Unido y el Brexit es un ejemplo paradigmático de este movimiento planetario ante el cual se esperan restructuraciones políticas a corto plazo pues el peligro es el cambio del orden socio-político en Europa. Veamos los principales puntos de este proceso inédito que abre un largo período de incertitudes en el continente europeo y en el resto del mundo, dado que el precio de las materias primas se fija y se especula en Londres.

En efecto, el cálculo político de realizar la consulta para ser reelegido ha sido desastroso para Cameron, quien no se esperaba un resultado contrario, ni las consecuencias graves de ello para su país y para Europa. Los que han votado por el Brexit lo han hecho por causas emocionales (“contra Cameron”, “contra los extranjeros”, “por la nación británica amenazada de desaparecer”) y no por causas racionales y responsables políticamente.

Los seis países miembros fundadores de la Unión Europea (Francia, Alemania, Italia, Bélgica, Holanda y Luxemburgo) y el Parlamento Europeo ya han expresado su desacuerdo con el cronograma del Brexit y han pedido que el nuevo Primer Ministro británico sea elegido en los próximos días para empezar el proceso, pues no se puede mantener la incertitud, el desorden institucional y financiero hasta el mes de octubre.

De otro lado, el triunfo del Brexit ha reforzado a los partidos de extrema de derecha europeos que ya lanzaron llamados a otros referéndums para imitar al Reino Unido. La consulta británica ha abierto la Caja de Pandora de los ultra-nacionalismos y Cameron no parece haber sido consciente del peligro que ello implicaba para todos los británicos y para la UE. El populismo del partido UKIP ya ha sido puesto en evidencia dado que el líder Nigel Farage ha declarado que el ofrecimiento de su campaña la contribución británica anual a la UE (435 millones de €) a la Salud pública no podrá ser concretizado, que fue un “error”.

Lo propio de los referéndums es simplificar al máximo un problema político grave, y en realidad muchos han votado “contra Cameron” más que “contra la UE”. Sabemos que la democracia representa el mejor sistema de gobierno, sin embargo, las autoridades nacionales deben tomar en cuenta el interés general y utilizar estas consultas de manera muy restringida. Cameron no pensó en ello.

La campaña por el Brexit ha sido profundamente xenófoba y racista. El slogan del UKIP era “frenar la inmigración masiva de los sirios e iraquíes y de todos los extranjeros”, y ha sido largamente mediatizado por periódicos de “prensa amarilla”. Los insultos racistas se usaron contra los “extranjeros” en general, renovando una práctica muy antigua en Europa; ahora los “culpables de todos los males” son los europeos del este (polacos sobre todo), los árabes, los asiáticos (India, Pakistán) y los africanos. Pero también, cosa nueva, los europeos del oeste y sobre todo los franceses que son muy numerosos en el Reino Unido (más de 300,000 personas). Recordemos que Francia fue el país que inició el movimiento de la UE y que, junto con Alemania, son los motores centrales de la construcción europea. Peor aún, el 16 de junio, la diputada del partido progresista Jo Cox, defensora del mantenimiento del Reino Unido en la UE, fue asesinada en West Yorkshore (norte de Inglaterra) por una persona con discapacidad mental que defendía el Brexit. Este hecho inédito en la historia británica contemporánea ha mostrado la violencia de los partisanos de extrema derecha y la ruptura definitiva de barreras morales contra los “Extranjeros” y sus aliados[2].

El Brexit puede llevar a corto plazo al desmembramiento del Reino Unido, cosa que al parecer nadie había pensado antes pues, de lo contrario, el referéndum no habría sido realizado nunca. En efecto, Escocia e Irlanda del Norte han votado masivamente contra el Brexit y las autoridades de estas naciones, miembros del Reino Unido, han anunciado que la idea de llevar a cabo consultas en sus naciones sobre si quieren o no seguir siendo parte del Reino Unido ya está sobre la mesa. De llevarse a cabo estos procesos, es prácticamente seguro que las tres naciones saldrán del Reino Unido para adherir a la UE. De otro lado, las autoridades de Irlanda del Norte, que es parte del Reino Unido, han anunciado que están examinando el viejo proyecto de reunificación de Irlanda, lo cual implica que adherirán a la República de Irlanda, miembro de la UE. Al final, Inglaterra podría quedar aislada y totalmente debilitada a nivel económico, político y social y el Reino Unido desaparecería como entidad transnacional.

  • En primer lugar, la crisis financiera ya empezó. Las Bolsas de Londres, de Hong Kong, de Tokio, de Paris y de Francfort han caído de 7% a 10%. Los mercados se han precipitado en comprar oro, el valor más seguro en caso de crisis mundial, y el precio de la onza está en aumento constante desde el jueves 24 de junio.
  • El retiro del Reino Unido de la Unión Europea va a tomar varios años. El Reino Unido perderá los beneficios de los acuerdos comerciales establecidos con la UE y sus socios en el mundo.
  • Los británicos se van a empobrecer. Si el Reino Unido negocia un tratado de libre intercambio similar al que asocia Canadá a la UE, los hogares perderán cerca de 5,400€ anuales. El PIB será inferior al que hubiera tenido si se quedaba en la UE.
  • Las tarifas aduaneras van a aumentar para las empresas europeas establecidas en el Reino Unido, y es posible que prefieran partir y buscar otros países más interesantes; lo cual implicaría pérdidas de empleos para los Británicos.
  • Las compañías y los bancos que utilizan el Reino Unido como puerta de entrada en Europa ya han anunciado que, en caso de Brexit, partirían a otros países europeos, lo cual implicará pérdidas masivas de empleos para los británicos.
  • La recesión es inevitable debido a la reducción de intercambios comerciales y la pérdida de empleos.
  • El desempleo va aumentar. Reino Unido, que tenía los niveles de desempleo más bajos de Europa (5%), perderá muchos empleos en los dos años que vienen. Si los bancos de la City de Londres pierden el derecho de vender sus servicios financieros a la UE se estima que se perderán cien mil empleos.
  • Si el Reino Unido no puede negociar un acuerdo de libre circulación en la UE, muchos profesionales extranjeros (incluyendo jugadores de futbol) deberán partir del país.
  • Los jóvenes británicos no podrán continuar o iniciar sus estudios con las becas Erasmus reservadas a los europeos.
  • Las empresas europeas establecidas en el Reino Unido van a tener pérdidas importantes si los acuerdos con la UE no se establecen rápidamente. Esta situación llega en un momento en el que se estaba remontando el nivel de intercambios comerciales.
  • La moneda británica, la Libra Esterlina, está perdiendo su valor en el mercado internacional de divisas. Se estima que llegará a -15% en relación el Dólar y a -8% en relación con el Euro. El poder adquisitivo de los británicos se reduce desde ahora y ello no les permitirá viajar a Europa (como tienen la costumbre) en el verano.

En conclusión, podemos decir que el Brexit es un desastre, en primer lugar, para el Reino Unido y luego para toda Europa, que deberá reforzarse realmente para afrontar el futuro. Si ya era una evidencia que la UE debía mejorar su funcionamiento y acercarse más a los pueblos europeos, dejando de lado el aspecto tecnócrata y burocratizado que domina su estructura, en adelante la tarea es urgente. La adhesión europea deberá ser afirmada por los 27 países miembros y el debate deberá incluir a todos los residentes europeos y extra-europeos.

Hay que remarcar también que el Brexit ha obtenido los votos preferenciales de la población inglesa que vive en el campo, y que se siente excluida de la mundialización. En cambio en las ciudades y sobre todo en Londres, la mayoría ha votado por la Unión Europea. Los jóvenes han votado masivamente contra el Brexit (75% de votos), lo cual implica que los partidarios de la salida de la UE son ingleses de tercera edad que viven en el campo. Actualmente en Londres se recogen firmas para pedir al Parlamento que declare la ciudad miembro de la UE, aunque ello es sumamente improbable. Los oponentes al Brexit ya han recogido más de 3 millones de firmas para pedir al Parlamento británico un debate sobre el tema. Estas acciones cívicas no pueden poner en duda el referéndum, pero demuestran la fuerte oposición al proceso de salida de la UE de una buena parte de la población británica que lo considera anti-moderno y contrario al bien general.

¿Cómo se explica esta situación? Aparentemente, el discurso populista de extrema derecha, que presenta a los “extranjeros”, sobre todo “musulmanes”, como los responsables de todos los males del Reino Unido, ha despertado en la población rural conservadora el “miedo al extranjero” que amenaza el modo de vida, los valores y la identidad británicas. El movimiento es similar en otros países europeos (Francia, Alemania, Austria, Holanda), con la excepción notable de España y de Portugal.  Pero el triunfo del Brexit se explica también, históricamente, por el aislamiento que ha caracterizado siempre al Reino Unido y que se mantuvo siempre distante del desarrollo político europeo. Recordemos que su entrada a la UE no implicó la adopción de la moneda común, el Euro, y que siempre mantuvo un estatuto especial para marcar su “diferencia”.

El proceso político que se inicia ahora, y que será muy largo, concierne tanto el Reino Unido como la Unión Europea. Los británicos tendrán que reexaminar sus tendencias al “particularismo” y darse cuenta que el aislamiento implica empobrecimiento y que sólo la unión de varias naciones puede ofrecer mejoras sociales en Europa (y en el resto del mundo).

Paralelamente, y de manera paradójica, el Brexit pone de manifiesto el adagio “no hay mal que por bien no venga”. El proceso de construcción europea, que estaba bastante adormecido los últimos años, ha recibido una sacudida impresionante con la salida del Reino Unido, y esto dinamiza de manera muy fuerte y rápida la urgencia de construir una Europa política a corto plazo. Los presidentes de los seis países que constituyen el núcleo de la construcción europea y el Parlamento Europeo han puesto en relieve la urgencia de construir una unión real, que incluya una identidad transnacional común, que englobe y acepte las identidades nacionales (con sus regiones y sus localidades) y también las identidades de los nuevos Europeos originarios de muchos países del mundo. También se ha afirmado la idea, hasta ahora no evocada, de aceptar que no todos los países de la UE pueden seguir el ritmo de transformación de los países occidentales, más ricos y con una historia democrática más antigua que la de los países de Europa del Este.

En conclusión, el Brexit ha demostrado la polarización entre los partidarios del ultra-nacionalismo y los que defienden el proceso de asociación transnacional como única alternativa de futuro para las nuevas generaciones. En efecto, el discurso populista que pretende un “retorno a la nación”, al repliegue nacionalista, es absurdo e irracional, tanto en Europa como en el resto del mundo. Ya no vivimos en un mundo de Estados-naciones que pueden afrontar solos los desafíos del nuevo siglo (recesión, desempleo, cambio climático, alimentación, acceso al agua, explosión demográfica, terrorismo, guerras). El presente y el futuro de las naciones dignas de ese nombre son la unión, la concordia, la democracia moral, la igualdad social, la fraternidad y la solidaridad entre todos los pueblos. Es decir, la defensa de los valores republicanos y de los valores humanos.

Escribe: Mariella Villasante, investigadora asociada del IDEHPUCP