En la universidad, los estudiantes que integramos el equipo de voluntarios del Instituto de Democracia y Derechos Humanos (IDEHPUCP) reconocemos la importancia que tiene la generación de espacios que construyan ciudadanía a partir de la reflexión sobre el periodo de violencia que devastó el país desde 1980.
En ese marco, entre agosto y septiembre del presente año se realizó una serie de intervenciones en el monumento a María Elena Moyano, un importante sitio de memoria en Villa el Salvador (VES) erigido en homenaje a la reconocida dirigente social que se alzó contra el terror de Sendero Luminoso. La actividad consistió en la proyección de cuatro películas peruanas al aire libre (Tarata, Paloma de papel, La teta asustada y Coraje), que muestran, desde diversas realidades, los hechos, condiciones, causas y responsabilidades de una época que no puede repetirse ni olvidarse jamás.
Las jornadas en VES tuvieron una gratificante acogida por parte de los vecinos. De la interacción con ellos, quedó claro el reconocimiento que evoca la figura de María Elena Moyano y la necesidad de emprender esfuerzos colectivos orientados a alcanzar la tan ansiada reconciliación nacional.
Por otro lado, fue evidente que la revalorización de sitios de memoria es todavía una tarea pendiente. Pese a que constituyen espacios que preservan la memoria del conflicto armado interno, algunos de ellos se hallan un tanto abandonados. Aún nos falta comprender su verdadero rol: el de servir como espacios públicos que fortalecen el proceso de conmemoración, cuya vitalidad es el hecho mismo de ser el resultado de una pluralidad de iniciativas por la memoria. Hay, no obstante, señales concretas de que ello se está revirtiendo. Tenemos el ejemplo del recorrido “Rutas de Memoria”, actividad que organizó la Municipalidad Metropolitana de Lima, los familiares de las víctimas de la violencia interna y el Equipo Peruano de Antropología Forense, entre agosto y septiembre del presente año. También, tenemos el caso del “Ojo que llora”, memorial que ha sido declarado Patrimonio Cultural de la Nación.
Como estudiantes y futuros profesionales, somos conscientes del compromiso que tenemos con el fortalecimiento de la democracia y los derechos humanos. Hoy sabemos bien que nuestro deber no es simplemente, como dice Salomón Lerner, permitir la vida “absteniéndose de suprimirla o limitarla”, sino “procurar que una vida humana digna esté al alcance de todos los miembros de la comunidad”.
Precisamente, en el voluntariado del IDEHPUCP, los estudiantes tenemos una oportunidad valiosa para ejercer nuestro compromiso con la vida y dignidad humana, y desarrollar nuestras habilidades en materia de derechos humanos, justicia transicional y memoria. En las siguientes semanas, compartiremos temas de ciudadanía y derechos humanos, esta vez con escolares con pocas posibilidades de acceder a una educación integral. Manos a la obra.
Escribe: Marco Gamarra, miembro del equipo del voluntariado del IDEHPUCP y estudiante de la Facultad de Derecho de la PUCP