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20 de octubre de 2020

El viernes 16 de octubre tuvo lugar uno de los más terribles crímenes perpetrados en Francia por un fanático contaminado por el veneno del islamismo político: un refugiado de 18 años de origen ruso-musulmán asesinó a un profesor de colegio de 47 años que, en su curso de educación cívica, había utilizado caricaturas del profeta Mahoma, hecho normal en el sistema educativo de un país laico, que garantiza la libertad de expresión, como Francia.

El asesinato fue perpetrado en modo atroz. El autor, Abduallakh Anzorov, utilizó un cuchillo de cocina de 35 cm y decapitó al profesor, Samuel Paty, en plena calle, delante de su centro de trabajo, en una pequeña ciudad (Conflans-Sainte-Honorine, Yvelines) de la región parisina. Luego, Anzorov tomó una foto de la cabeza del profesor (a las 4.57 pm) y la publicó en su cuenta Twitter con el mensaje siguiente: “En nombre de Allah el misericordioso, el muy misericordioso, a Macron [presidente de Francia], el dirigente de los infieles, he ejecutado uno de tus perros del infierno que ha osado rebajar a Mahoma, calma a sus colegas antes que se les inflija un duro castigo.” Anzorov fue avistado por vecinos que llamaron a la policía. Pocos minutos después lo encontraron y le ordenaron que se detuviera, pero él respondió con un arma de defensa (tipo Airsoft) gritando “¡Allahu akbar! [¡Allah es grande! en árabe]. Entonces, le dispararon. Murió por el impacto de diez balas (Le Monde del 17 de octubre[1]).

Este hecho de terrorismo espantoso ha impactado muy fuertemente a la nación francesa, que viene sufriendo ataques de ese tipo desde el 11 de septiembre de 2001, cuando empezaron los atentados de extrema violencia de los islamistas radicales contra los países occidentales que participaban en las guerras del Golfo (Irak, Kuwait). Desde entonces la polarización entre los musulmanes y el resto de las poblaciones europeas se acrecienta en razón del aumento significativo de la religiosidad musulmana en su vertiente más rigorista (salafista) y de la expansión de la ideología jihadista [de jihad, «guerra santa»] que promueve el terrorismo contra los «infieles europeos». Aunque las identidades y las prácticas religiosas islámicas son muy diversas, el aumento de musulmanes rigoristas en Europa contribuye a la polarización negativa. Aunque no existen censos religiosos ni étnicos, la población musulmana francesa está estimada en 4 millones de personas, sobre un total de 65 millones de franceses. Según una encuesta del Instituto francés de opinión pública (IFOP) de 2016, 46% de musulmanes son laicos, 25% son musulmanes que respetan la laicidad y los principios de la República, y 28% son musulmanes ultras que viven en ruptura con los valores republicanos (Hakim El Karoui[2]). Por lo tanto, si es evidente que la mayoría de personas de origen o de religión musulmana (70%) está integrada a la sociedad francesa, una minoría (casi 30%) se mantiene al margen y representa un vivero de reclutas para el islamismo terrorista que promueven el Estado Islámico y sus satélites en todo el mundo.

Francia paga un precio muy alto en vidas humanas por su participación en la lucha contra el islamismo radical mundial. En enero de 2015, tuvieron lugar los más grandes ataques terroristas islámicos en Francia. El 7 de enero los hermanos Kouachi asesinaron en Paris a 12 reporteros del periódico satírico Charlie Hebdo por haber publicado caricaturas del profeta musulmán. El 8 de enero una agente de policía municipal fue asesinada en Montrouge. El 9 de enero hubo un atentado antisemita en el supermercado Hyper Cacher, de comida judía casher (permitida), donde murieron 4 personas. Otros atentados sin víctimas fatales tuvieron lugar en febrero, marzo, abril, junio, julio, agosto y octubre. El 13 de noviembre hubo tres atentados espantosos reivindicados por el Estado Islámico: en cuatro restaurantes de Paris fallecieron 40 personas; en la sala de teatro Bataclan fueron asesinadas 90 personas y en el Estadio de Francia murió una persona. En total hubo 130 muertos (Véase Villasante, Boletín del IDEHPUCP del 11 de noviembre de 2015[3]). Desde ese entonces se estableció un plan de vigilancia antiterrorista muy importante en todo el país. Para ello se desplegaron más de 10 mil soldados que vigilan cotidianamente las estaciones de tren, los aeropuertos y los principales ministerios. Desde 2016 se han frustrado 32 atentados en el territorio francés y se han clausurado 15 mezquitas islamistas y 13 asociaciones islamistas, como lo recordaba el ministro de Justicia, Eric Dupond-Moretti (Le Monde del 19 de octubre). En 2019, la lucha contra el terrorismo y la radicalización islámica se vio comprometida por el movimiento de reivindicación social de los Chalecos amarillos, que se ha detenido solamente con el inicio de la pandemia de Covid 19 en marzo de 2020.

El islamismo radical regresó, en el marco de la pandemia, el 25 de setiembre de 2020 en Paris, cuando un pakistaní de 25 años, Zaheer Hassan, con estatuto de refugiado en Francia desde 2017, atacó con un hacha a dos empleados de una sociedad de producción confundiéndolos con periodistas de Charlie Hebdo: no se había enterado de que el periódico se había mudado a otro local. Por fortuna las dos personas fueron solamente heridas y el atacante se encuentra en prisión (Le Monde del 25 de septiembre[4]).

¿Por qué la polarización entre la minoría musulmana de Francia y la nación francesa se acrecienta y llega a extremos tan horribles como el reciente asesinato del profesor Samuel Paty? Muchos factores complejos dan cuenta de la situación actual, pero podemos sintetizarlos afirmando que la nación francesa se ha construido desde 1789 sobre la base de los valores de igualdad, libertad y fraternidad, lo cual implica además la separación estricta entre la religión y la política. En ese marco se sitúa la preeminencia del principio de laicidad que respeta todas las religiones y creencias, pero remite su práctica a la esfera privada. En una palabra, la república francesa permite todos los cultos religiosos, pero restringe su expresión al marco familiar, e inhibe el uso social de signos exteriores de pertenencia religiosa. Los cristianos y los judíos franceses han aceptado estas reglas de vida social, aun cuando no todos las compartan; en cambio los musulmanes migrantes (del Norte de África, sobre todo), que se encontraban en vías de integración a la nación francesa hasta los años 1990, han optado por un retorno a la religión del islam promovida por las corrientes extremistas venidas de Oriente Medio, llamadas salafistas [del término salaf, ancestros]. El fanatismo salafista se ha propagado sobre todo en las clases sociales populares, donde muchas mujeres aceptan el uso del velo como signo de religiosidad. Para la mayoría de franceses, ateos y ardientes defensores de los valores republicanos de laicidad y libertad, este proceso de reislamización es muy chocante. Pero lo más grave es que no se trata solamente de una oposición entre una minoría de ultrarreligiosos musulmanes y una nación que privilegia la razón y no la religión; el fanatismo islámico ha provocado la emergencia de agitadores subversivos franceses y/o migrantes recientes que lanzan llamados a la violencia contra los infieles franceses en las mezquitas, en las asociaciones civiles que crean, y sobre todo en las redes sociales. El veneno del islamismo radical se propaga por esos medios y el asesinato del profesor Paty es una prueba fehaciente de la urgencia de una intervención estatal de gran envergadura. Antes de evocar este tema es preciso comprender cuál fue el proceso que condujo al vil asesinato de un profesor y padre de familia digno.

Samuel Paty era profesor de historia y geografía en un colegio situado en una pequeña ciudad habitada mayormente por familias de clase media; como en años anteriores, este año escolar se había reiniciado en setiembre, en medio de la crisis sanitaria por el Covid 19. A inicios de octubre, el profesor Paty anunció que en el curso de educación cívica y moral se abordaría el tema de la libertad de expresión a partir del análisis de algunas caricaturas de Mahoma, profeta del islam. No era ninguna novedad; ya lo había hecho en los años anteriores. Sin embargo, un padre de familia de origen árabe, Brahim C., que tenía una hija en la clase del profesor, se quejó ante la directora del colegio, acusando al profesor de “ofender la religión musulmana”. La directora organizó una investigación y determinó que no había nada incorrecto en el curso del profesor. No obstante, Brahim presentó una denuncia en la comisaria, y el profesor Paty fue citado para que se explicara. Al enterarse de la acusación, el profesor presentó a su vez una denuncia contra el padre de familia por acusaciones calumniosas. Además, días antes del crimen (el 7, el 8 y el 12 de octubre), el padre de familia publicó tres videos en Facebook en los que repetía sus falsas acusaciones, trataba al profesor de “delincuente”, e indicaba el nombre, el teléfono y el colegio del profesor Paty, “que ofende al islam”. Era un llamado al crimen apoyado por un agitador fichado por la Policía, Abdelhakim Sefrioui, activista del grupo violentista Hamas de Palestina, antisemita notorio, que lo acompañó a la comisaria y al colegio, y filmó los videos. La investigación policial ha determinado que Brahim tiene una media hermana terrorista que se encuentra en la zona de guerra de Irak y de Siria, donde actuaba el Estado Islámico (Le Monde del 19 de octubre[5]).

¿Quién es el asesino Abduallakh Anzorov? Este joven de 18 años había llegado de Moscú (Rusia), a los 6 años de edad, junto con su padre, su madre y un hermano menor. Eran refugiados chechenos y tenían sus papeles en regla. Precisemos que Chechenia es una antigua república soviética habitada por musulmanes, que ha librado dos guerras para independizarse de Rusia, pero que sigue bajo su control. En 2007 el Emirato del Cáucaso proclamó su adhesión al Estado Islámico. La violencia política ha provocado la muerte de decenas de miles de personas y más de 250 mil refugiados en Europa. En Francia se estima que habría entre 15 mil y 20 mil rusos de origen checheno llegados después del 2000. En junio de 2020 un joven checheno fue golpeado por jóvenes de origen magrebí y ello suscitó una ola de violencia entre bandas rivales que duró varios días.

La Policía francesa ha determinado que Anzorov no estaba fichado en sus servicios por radicalización islámica, aunque si tenía antecedentes por delincuencia juvenil. Toda la familia se encuentra en detención preventiva y sus padres han declarado que no saben cómo explicar su gesto de barbarie; sólo afirman que había cambiado desde hace un año, que era solitario, taciturno, de pocos amigos. No se sabe todavía cómo se produjo su radicalización, pero se ha determinado que en junio de 2020 abrió una cuenta Twitter, en la cual se encuentran muchas citas del Corán, comentarios contra los infieles, y contra el proyecto de ley anunciado en setiembre contra el separatismo islámico, que se anunció tras el atentado de un joven pakistaní contra dos personas que trabajaban en el periódico Charlie Hebdo.

Anzorov tenía una centena de abonados a su cuenta, muchos de origen checheno, que evocaban con vehemencia el islam radical. Actualmente, las autoridades consideran que Anzorov vio los videos de Brahim C. aun cuando vivía en Evreux, a 80 km del colegio. El procurador nacional antiterrorista, Jean-François Ricard, informó que el día del atentado Anzorov se apostó delante del colegio, desde donde preguntaba a los estudiantes quién era el profesor Paty. Fue así como pudo identificarlo y atacarlo, sin intentar fugarse realmente, pues en la ideología sanguinaria del islamismo radical lo importante no es la vida, sino “tener una muerte gloriosa, por el islam y por su profeta”.

Las autoridades francesas (la Oficina nacional antiterrorista, la Subdirección antiterrorista, la Policía judicial y la Dirección general de seguridad interior) han emprendido acciones de inmediato. El presidente francés, Emmanuel Macron, acompañado del primer ministro, Jean Castex, del ministro del Interior, Gérald Darmanin, y del ministro de Educación nacional, Jean-Michel Blanquer, ofreció declaraciones en el lugar de la tragedia, asegurando a la nación que el crimen no quedará impune: “(Los islamistas) no pasarán, el obscurantismo y la violencia que lo acompaña no ganarán. Ellos no nos dividirán.” Los sindicatos de la educación nacional han declarado encontrarse en estado de conmoción por la horrible muerte de un colega asesinado porque enseñaba el civismo, la libertad de expresión, el pensamiento crítico y los valores de la república francesa. La sociedad entera ha demostrado su adhesión a los valores de la nación; el domingo 18 de octubre miles de personas se han manifestado en las principales ciudades del país, con mascarillas, para expresar su homenaje póstumo al profesor Samuel Paty, para condenar el islamismo sanguinario y para manifestar su apoyo indefectible a los profesores de los futuros ciudadanos del país. El Palacio del Eliseo ha anunciado que un homenaje nacional póstumo, en presencia de la familia del profesor Paty, será realizado el miércoles 21 de octubre en la antigua Universidad La Sorbona, lugar emblemático del conocimiento, de la cultura y del debate de ideas en Francia.

El presidente Emmanuel Macron, acompañado de sus ministros delante del Colegio Conflans-Sainte-Honorine (Libération, 16 de octubre)

Reflexiones finales

  • Este nuevo atentado islámico en Francia, particularmente atroz, bárbaro y sanguinario, constituye un hecho muy alarmante, pues concierne a la vida ordinaria de la educación nacional. Todos los franceses se sienten atacados en lo más sagrado que tienen: sus valores de laicidad, de libertad de expresión, de igualdad y de fraternidad. La emoción es extremadamente fuerte y se espera que el poder ejecutivo será capaz de tomar las medidas fuertes y severas que se imponen en circunstancias tan graves y que han tardado quizá mucho tiempo en llegar. La sociedad francesa espera actos concretos rápidamente.
  • La represión de los islamistas tiene un aspecto policial y judicial muy importante. Ya se ha empezado a capturar a los autores de 80 mensajes de apoyo al atentado registrados en cuentas de redes sociales e identificados en la plataforma gubernamental Pharos que sirve para señalar los contenidos ilícitos en Internet. Los representantes de Twitter, Facebook, Snapchat y otras redes sociales han sido convocados por el gobierno para que controlen los contenidos de violencia en sus redes. Se espera una ley contra ese tipo de contenidos próximamente. Como ya se ha hecho anteriormente, otras asociaciones civiles que apoyan el islamismo serán disueltas. El ministro del Interior ha declarado además que se prepara la expulsión de 231 extranjeros responsables de crímenes de terrorismo, fichados “S” por radicalización; 180 ya se encuentran en prisión y 51 están en libertad y serán capturados rápidamente. En fin, las escuelas y colegios serán protegidos por la Policía a partir del 2 de noviembre, día se retorno a clases luego de las vacaciones de otoño.
  • Al lado de esas medidas de represión y de defensa de los ciudadanos, se abre un nuevo periodo de reflexión y de debate sobre la mejor manera de afrontar el grave peligro de división y de enfrentamiento entre los islamistas y la población francesa de todo origen que defiende los valores de laicidad y de libertad de expresión. Residiendo en Francia desde hace 30 años, puedo plantear que el nudo del problema social reside en la existencia de cerca de 30% de franceses de origen musulmán y/o árabe que defienden el islamismo violento, antisemita y fanático promovido por los líderes extremistas en todo el mundo. Paralelamente, la mayoría de esta comunidad es laica (46%), y practicante respetuosa de las reglas de vida democrática de la República francesa (25%); no obstante, por razones complejas su voz es inaudible. Muy pocos representantes de la comunidad religiosa y de los musulmanes republicanos se pronuncian públicamente para defender la laicidad, lo cual es causa de incomprensión y de recelo en el resto del país.
  • El crimen odioso del profesor Samuel Paty deberá servir de catalizador de una nueva consciencia ciudadana para hacer prevalecer los valores de la República francesa, aun cuando sea necesario, como ya lo están anunciando algunas personalidades políticas, cambiar la Constitución de 1958 e incorporar el principio de laicidad y un marco moderno de lucha antiterrorista, más acorde con la realidad actual. Ello es imprescindible para salir adelante en medio de la grave crisis sanitaria que azota Francia (donde se ha implantado nuevamente el toque de queda en 9 grandes ciudades por seis semanas), y el mundo entero.
  • En nuestro país hemos sufrido un largo periodo de guerra interna y sabemos del horror que representan los atentados terroristas. La permanencia del terrorismo islámico en Francia debe recordarnos la permanencia del terrorismo neosenderista en el Valle de los ríos Apurímac, Ene y Mantaro (VRAEM), donde se ha instalado una situación de guerra de baja intensidad, como la definen los estrategas militares occidentales; es decir una guerra que ya no es convencional, entre Estados, sino más bien interna, como la mayoría de conflictos actuales. En nuestro país, la ideología subversiva se ha combinado con el tráfico de droga, haciendo de esa región y del medio millón de personas pobres que la habitan, un espacio de criminalidad donde el Estado peruano es casi inexistente. Ese problema social, político y de exclusión del estado de derecho no es enfrentado en nuestro país, ni a nivel de gobierno, ni a nivel social. Preferimos ignorar que una fuente de terrorismo y de criminalidad permanece vigente y que seguirá creciendo… ¿hasta cuando?

[3] Villasante 2015, Los atentados de París y la expansión del Estado Islámico en Francia, https://idehpucp.pucp.edu.pe/opinion/los-atentados-de-paris-y-la-expansion-del-terrorismo-del-estado-islamico-en-francia/
[5] Le Monde del 19 de octubre, Attentat de Conflans : les dernières révélations de l’enquête, https://www.lemonde.fr/societe/article/2020/10/19/attentat-de-conflans-nous-etions-convaincus-que-ca-allait-mal-finir_6056528_3224.html