Por: Juan Takehara
Con el 100% de las actas procesadas por la ONPE, y cuando se constata la ventaja del candidato Pedro Castillo sobre Keiko Fujimori, conversamos con José Alejandro Godoy, analista político, quien recientemente ha publicado El Último Dictador, un reportaje panorámico sobre el gobierno de Alberto Fujimori.
Además de El último dictador, donde escribiste sobre la vida política de Alberto Fujimori, publicaste hace pocos años El Comercio y la política peruana del siglo XXI ¿Cómo se conectan ambos temas en las actuales elecciones, en especial en el apoyo mediático hacia la candidatura de Keiko Fujimori?
Ante una segunda vuelta donde se enfrentan opciones de izquierda y de derecha – similar a la del 2011 entre Humala y Fujimori – uno podría suponer que el Grupo El Comercio (EC) habría aprendido de sus errores y de sus propias historias en relación con la pérdida de credibilidad y todo lo que le costó recuperarla. Pero repitieron los mismos errores como los despidos o la cobertura desigual, con lo cual terminan nuevamente con la credibilidad dañada y en un contexto incluso más complicado que en el 2011, porque en esa época el Grupo EC todavía estaba en su mejor momento económico. Hoy en día están financieramente más complicados con una crisis de modelo de negocio más acentuada.
Parece que mantuvieron un mensaje similar para todos sus públicos, a pesar de que ahora existen distintas formas de buscar y procesar las noticias.
Sí, también el hecho de que los mensajes empleados estaban más cercanos a un público con mucha mayor edad, y eso es algo que no fue visto de modo claro por parte del Grupo EC. Han tenido poca visión para emprender una campaña mucho más clara de la que presentaron. Por ejemplo, habrían podido analizar mejor los cuestionamientos a Pedro Castillo en vez de apelar a las campañas de miedo que hemos visto. Además, tuvieron una cobertura desigual. Y todo esto genera serias consecuencias para la credibilidad de un medio.
¿Te sorprendieron los resultados finales de las elecciones?
No. Creo que, en términos estrictamente estructurales, la campaña de Castillo estaba construida prácticamente para ganar, porque veías a una persona que provenía de un sector claramente popular, y con el cual la gente se identificaba mucho más, frente a aquel sector que se terminó aliando con Keiko Fujimori y cuya propuesta fue absolutamente insuficiente a la luz de los hechos.
¿Cómo analizas los cambios de discurso de ambos comparándolos con la primera vuelta?
Castillo siguió radicalizando su discurso, sobre todo en plazas públicas. En segunda vuelta, los mítines seguían un lenguaje incluso más radical, pero ya tenía otro mensaje destinado a los limeños – sobre todo en redes sociales – mucho más moderado, aclarando puntos, por ahí vino la lógica. En el caso de Keiko Fujimori, era un discurso con un lenguaje de derecha – claramente anticomunista -, pero que en las últimas semanas de la campaña tomó un sentido mucho más populista: empezó a regalar productos, prometer bonos. Ahí, el mensaje de la responsabilidad económica terminaba quedando en segundo plano frente a uno destinado a ser consumido en las plazas. Al final, termina repitiendo lo que hizo el padre.
Conociendo la vida política de los Fujimori, ¿esperabas una reacción similar cuando viste a Keiko presentando acciones de nulidad en conferencia de prensa?
Uno quisiera que las cosas fueran distintas, que los políticos se comportaran de forma diferente, pero sí, yo preveía que Fujimori buscara impugnar el resultado y hacerlo además de la peor forma posible. Creo que lo que hace es un error, pero también creo que la racionalidad de la señora Fujimori no es política, sino que se dirige a la posibilidad de salirse de una complicación judicial como esa en la que está involucrada. La lógica judicial termina teniendo mayor peso que el tema político.
«Es importante que la oposición deje gobernar de forma inteligente, y que cuando haya una situación donde Castillo pueda salirse del cauce democrático, proteste claramente, pero de manera democrática, no con intentos de golpe».
Quizá una diferencia en estas elecciones ha sido el aval de anteriores adversarios políticos de Keiko Fujimori, entre ellos, sorpresivamente, de Mario Vargas Llosa y su hijo. Terminada las elecciones, ¿hasta qué punto crees que la seguirán apoyando?
Estos personajes son más bien figuras identificadas con un sector que cuestiona mucho a Castillo. En el caso de los Vargas Llosa, ellos representan el establishment y creo que su apoyo a Fujimori se va a ir diluyendo. Terminada la campaña electoral el vínculo entre ellos no será permanente, a menos que Castillo apueste por una línea mucho más cercana a lo que estos personajes han señalado como sus principales temores. Ahí sí creo que terminarían empoderándola como una suerte de lideresa más cercana a un movimiento de resistencia. Pero igual, este endoso, focalizado en el sector A, no creo que sea permanente. Si ellos encuentran una figura menos controvertida que Fujimori buscarán darle su apoyo. El problema ahora es que el haber respaldado a Keiko pueden haber desacreditado cualquier apoyo de los Vargas Llosa a alguna figura política en el futuro.
Pedro Castillo llega al 2021 como un profesor sin pasado político conocido, similarmente a Alberto Fujimori en 1990. ¿Cómo hacer para que Castillo no siga un camino parecido?
Lo que debemos tener es una oposición responsable e inteligente. El surgimiento de una figura como la de Hugo Chávez no solamente dependió de la aparición de una persona que tuviera la voluntad de hacer las barbaridades que hizo en Venezuela; también fue posible por una oposición que no fue lo bastante inteligente para atajar sus impulsos dictatoriales y que incluso incurrió en actos autoritarios como el intento de golpe en el 2002. Es importante que la oposición deje gobernar de forma inteligente, y que cuando haya una situación donde Castillo pueda salirse del cauce democrático, proteste claramente, pero de manera democrática, no con intentos de golpe. También es importante que lo critiquen, pero sin caer en la caricatura que se ha construido alrededor de él. El problema que hemos tenido con Castillo es no saber realmente cómo es el personaje y creo que ese es el principal default que se ha tenido en esta campaña. No hemos podido saber más de él, no solamente porque no se ha dejado entrevistar, sino también porque los mismos medios de comunicación se han propuesto el demonizarlo antes que comprenderlo.
Aunque es la tercera derrota de Keiko en segunda vuelta, este no parece ser el final de los Fujimori. ¿Qué alternativas se tiene frente a una familia que –quiérase o no – ya es parte de la historia política del país?
El recambio tiene que provenir de la propia derecha. Que busquen un liderazgo mucho menos controvertido, mucho más inclusivo, mucho más inteligente, menos complicado en temas de corrupción y de violaciones a los derechos humanos y con menos carga. El problema para ellos es que mientras sigan apostando liderazgos como el fujimorista estarán destinados a seguir perdiendo y a terminar siempre rogando que el candidato que haya ganado se modere o sea otro candidato de derecha, como ocurrió en el 2016. Se debe apostar a una derecha más democrática, que pueda ganar elecciones, que pueda ser competitiva; la salida es encontrar como reemplazo una derecha no elitista, con un acercamiento al mundo popular pero que a su vez sea más democrática de lo que ha sido – tanto en la forma como en el fondo – la familia Fujimori. Ese es el camino del relevo que necesitan los que quieran seguir estando presentes en la vida política del país.
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