Por Kathy Subirana (*)
El próximo 5 de octubre se realizará en San Miguel la carrera solidaria “Te Escucho 5K”, una iniciativa que busca abrir un espacio comunitario para hablar de salud mental y fomentar la prevención del suicidio en el Perú. La jornada, organizada por las organizaciones civiles DesCubriéndonos y De-Mentes con el apoyo de universidades e instituciones, reunirá a más de 500 participantes entre jóvenes, familias y organizaciones sociales bajo el lema “Aquí nadie camina solo”.
Rafaella de la Puente, psicóloga, especialista en prevención del suicidio y coordinadora comunitaria de DesCubriéndonos, destaca en esta entrevista que la carrera no se plantea como una competencia, sino como un acto simbólico y colectivo para visibilizar la importancia de la empatía, la escucha activa y el cuidado mutuo. Además, subraya que iniciativas como esta ayudan a derribar mitos en torno al suicidio y promueven la idea de que la salud mental no es un privilegio, sino un derecho que debe asumirse de manera colectiva.
La carrera “Te Escucho 5K” se realizará el domingo 5 de octubre de 2025 a las 9 a.m. en San Miguel, Lima. La participación es gratuita y abierta a toda la comunidad, previa inscripción a través del Instagram @teescucho.pe. La ruta partirá y concluirá en el Parque Jesús Vásquez, recorriendo avenidas emblemáticas del distrito como Brígida Silva, Costanera, Bertolotto y Riva Agüero.
Entiendo el sentido de la carrera, pero lo que me parece bonito es que uno pueda ir acompañado. ¿Cómo surgió la idea de que no sea una carrera competitiva?
La carrera es más que todo una excusa para poder hablar del tema de salud mental de manera comunitaria. A veces hablamos en espacios muy formales, profesionales, académicos o más cerrados, como la consulta privada. En cambio, una carrera como actividad deportiva que reúne a muchas personas es la excusa para hablar de manera abierta y libre sobre salud mental y, sobre todo, sobre prevención del suicidio. Es un tema que todas y todos conocemos, pero para el que no existen espacios comunitarios de diálogo. Bajo esa idea nació la carrera.
¿Qué encontrará quien participe en la carrera?
La jornada comienza con el aspecto deportivo: calentamiento, activación, salida de los corredores y luego la caminata. Habrá puntos de hidratación, entrega de kits a las primeras personas que lleguen y, después de la carrera, una feria informativa con organizaciones y universidades. Al final, se realizará un cierre con palabras de honor del MINSA, el MINEDU y nosotras como organizadoras. Es una jornada para visibilizar, informarnos y compartir en familia y comunidad.
¿Cómo se busca lograr este involucramiento comunitario?
Hemos invitado a distintos sectores de la sociedad civil. Estamos trabajando con instituciones de educación superior que difunden la iniciativa con sus estudiantes, docentes y personal administrativo. El hecho de que sean estas instituciones las que invitan abre paso a que se hable del tema de manera más participativa.
También estamos involucrando a organizaciones sociales que difunden, bajo sus propias banderas de salud mental, el tema de la prevención del suicidio.
El mismo día de la carrera, además del acto simbólico de correr o caminar en familia, con amigos o con la comunidad, habrá stands informativos de distintas organizaciones, dinámicas para derribar mitos asociados al suicidio y para promover la salud mental. Nos acompañará también el MINSA y el MINEDU, lo que es importante para posicionar el tema en la agenda pública. No es solo una carrera por correr: es un esfuerzo de distintos espacios para poner este tema sobre la mesa.
Desde tu experiencia como psicóloga, ¿cuál es el principal problema al abordar un suicidio cuando este ocurre?
Creo que hay dos problemas principales. Primero, los mitos alrededor del suicidio. Se piensa que ocurre por una sola causa, cuando en realidad es multicausal. Alrededor de estas causas circulan rumores e ideas falsas sobre la persona o su familia. Por ejemplo, se cree que las personas que intentan suicidarse solo buscan llamar la atención o que quienes realmente quieren hacerlo no lo dicen. En realidad, existen signos y señales que la comunidad puede identificar.
Segundo, hay mucho morbo. Como sociedad no nos llevamos bien con la muerte y mucho menos con la muerte por suicidio. Ese morbo nos aleja de una respuesta empática, humana y solidaria. Un reto es entender que todos somos parte de una red de apoyo y que no solo los profesionales de salud mental deben encargarse: también como comunidad debemos cuidarnos.
¿Cuáles son los límites y posibilidades del acompañamiento cuando alguien da señales de riesgo suicida?
Acompañar no es sencillo. Muchas veces queremos ser quienes “salvemos” a la persona y, al no lograrlo, sentimos frustración. Lo importante es reconocer nuestros límites y cuidar también nuestra salud mental. Todos podemos colaborar con un granito de arena: una escucha activa, una derivación, una atención en una crisis. No se trata de resolver el problema —ni siquiera un psicólogo lo logra de un día para otro—, sino de hacer sentir a la persona menos sola. Una de las estrategias que se puede adoptar es aplicar los primeros auxilios psicológicos.
¿Qué son los primeros auxilios psicológicos?
Es una herramienta validada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Ministerio de Salud (MINSA). Así como los primeros auxilios físicos no solo los brinda un médico, los psicológicos no solo los brinda un psicólogo. Se basan en tres principios: observar, escuchar y conectar. La idea es atender las necesidades inmediatas de la persona en crisis y vincularla con lo que necesita en ese momento: su familia, un servicio especializado o su comunidad.
Los hemos enseñado a docentes, estudiantes, personal administrativo, representantes estudiantiles y en colegios. Como no es una herramienta especializada, cualquiera puede entrenarse para aplicarla, sobre todo quienes están en lugares clave de la comunidad.
¿Cómo asimilar una muerte por suicidio cuando las señales previas no fueron evidentes?
Ese es el tema del duelo por suicidio. A las personas que lo atraviesan se las llama sobrevivientes a pérdida por suicidio. No existe una fórmula única: es un proceso con distintas etapas y reacciones emocionales y físicas, muchas veces cargadas de culpa y vergüenza por el estigma social.
Lo que ayuda es estar en contacto con personas que hayan vivido experiencias similares. En DesCubriéndonos hemos creado círculos de apoyo para sobrevivientes. La posvención es clave: acompañar a las familias y comunidades cercanas, porque la evidencia muestra que tras un suicidio puede aumentar el riesgo en las personas más próximas.
Hay otro tema que tampoco se aborda: ¿qué ocurre cuando alguien intenta suicidarse y sobrevive?
Cuando alguien intenta acabar con su vida y sobrevive no hablamos de intentos “fallidos”, porque la conducta suicida forma parte de la historia de la persona. Este es un tema sumamente delicado, pero sobre el que es necesario hablar, pues lo importante es acompañar con empatía y combatir el estigma que acompaña a quienes sobreviven. Además de la terapia individual, es clave reconectar a la persona con su comunidad, pues muchas veces quien intenta suicidarse es una persona que se siente muy sola.
Hoy en redes sociales se difunde la idea de “vivir bien” como una exigencia. Esto puede afectar la salud mental. ¿Cómo contrarrestar la ansiedad que esto puede provocar?
En redes sociales circula una lógica individualista y aspiracional de la salud mental, basada en privilegios: alimentación, deporte, acceso a terapia (que es muy costosa). Esto hace creer que el bienestar depende solo de uno, cuando en realidad influyen factores sociales: corrupción, violencia, discriminación.
Debemos construir nuevas narrativas de bienestar que incluyan la participación comunitaria y recuperen otras nociones de “buen vivir” presentes en distintas culturas del Perú, que ven el bienestar de manera integral y colectiva.
¿Cómo dejar de ver la salud mental como un privilegio y empezar a verla como un derecho?
Tenemos que cambiar la narrativa. La salud mental no es solo un problema de algunas personas con diagnósticos clínicos, nos atraviesa a todas y todos. Nuestro país vive conflictos sociales constantes que afectan nuestra salud mental comunitaria e individual.
No se trata de aislar a quienes tienen un problema y “mandarlos al psicólogo”, sino de entender que todos debemos cuidarnos como sociedad. La salud mental debe verse como un derecho y un proceso colectivo, no como un privilegio de quienes pueden pagar terapia.
En Perú, los centros de salud mental comunitarios son un avance importante, aunque aún queda mejorar la calidad de los servicios. Es responsabilidad tanto del Estado como de profesionales, medios de comunicación y organizaciones sociales difundir esta visión comunitaria. La carrera busca justamente eso: poner la salud mental en el centro de la conversación pública.
(*) Periodista. Responsable de prensa del IDEHPUCP.