Por: Almendra Sanchez (*)
Sin importar edad, posición económica o condición, la violencia de género es un problema que afecta a las mujeres en su cotidianidad, sin ninguna distinción. A pesar de ello, en ese contexto, algunos grupos son mucho más vulnerables que otros, como es el caso de las mujeres con discapacidad. Ellas no solo tienen que lidiar con una sociedad indiferente a sus necesidades y derechos, sino que además se enfrentan a riegos más constantes.
En el Perú, según el último informe del INEI, existen más 1 millón de personas con discapacidad de las cuales 820 731 son mujeres; es decir, el 52 %. Más de la mitad de ellas consiguieron acabar la primaria, pero un porcentaje muy bajo logró acceder a educación superior, en comparación a su par masculino. El caso de Andrea Burga Villanueva (25 años), periodista, bailarina, cantante, bloggera, feminista y persona con discapacidad visual, aunque aparentemente distinto, no se escapa de experiencias relacionadas a la violencia de género.
En tu blog señalas que no te reconocías como una persona con discapacidad hasta tu ingreso a la universidad, ¿qué cambió tu percepción sobre ti misma?
Siempre pongo el ejemplo de las personas homosexuales o lesbianas. A veces, tú no sabes qué eres hasta que lo descubres o, en realidad, siempre lo supiste, pero no lo quisiste aceptar porque la sociedad te decía que era malo o simplemente lo sabías, pero no lo querías decir porque no te daba la gana. Creo que yo sabía que tenía una discapacidad, pero no me reconocía como tal. Mi reconocimiento parte del momento en que descubrí que «eso» era malo para los demás. Recuerdo que, en sexto grado, un niño me dijo: “¿Quién se va a fijar en ti?”. Sentí que no fue para lastimarme, sino una verdad natural, normalizada. Él tenía interiorizado que nadie se fijaría en una persona con discapacidad. En ese momento, me di cuenta de que habían diferencias, pero fui más consciente cuando entré a la universidad, porque tenía que pedir ajustes para las lecturas. En el colegio también lo hacía, pero siento que en la universidad fue mucho más. En facultad, llevé un curso en Derecho sobre derechos de las personas con discapacidad y entendí el concepto de discapacidad, en general, y sus estereotipos. Siento que fue un proceso de construcción y de-construcción.
Sobre ese mismo punto, ¿cómo creías que eras percibida por los demás? ¿Cómo crees que las personas te perciben ahora?
Siento que no ha cambiado mucho. No recuerdo como me sentía cuando era niña. No sé si los momentos que pasé de pequeña me afectaban, aunque me daba cuenta de que la gente me percibía diferente; por ejemplo, en secundaria, viví un ambiente de sobre protección con mis compañeros, no me dejaban ir a ningún lugar sola, a pesar de que era un ambiente pequeño. En la universidad, empecé a movilizarme sola y algunas personas, cuando me ayudaban, decían: “¿Debe ser difícil, no?”. Entiendo que una persona pueda ser curiosa, cuando no ha tenía ningún contacto con una persona con discapacidad, pero te hace notar que te está viendo diferente, porque lo primero que observó en ti fue tu discapacidad. Ven a la discapacidad y luego te ven a ti. Además, está la percepción de que las personas con discapacidad vivimos pensando en ella todo el día y, también la idea de que necesitamos ayuda para todo.
«Creo que la experiencia de las mujeres con discapacidad, en el tema del acoso, está muy invisibilizado, incluso dentro del feminismo.»
¿Cómo fue el proceso de estar acompañada y luego salir sola a la calle? ¿Has tenido alguna experiencia de acoso callejero?
Tomé la decisión [de salir sola] porque estaba un poco harta de depender de las personas, además había pasado por cosas que me hicieron tomar esa decisión. Una vez, cuando estaba estudiando en el Británico, le dije a la señora que trabajaba en mi casa que iba a salir tarde, porque tenía un trabajo grupal, aunque solo quería ir sola. Así comenzó. Había llevado clases de uso del bastón y trataba de usarlo. En la universidad, también aprendí a movilizarme. El acoso callejero también lo he vivido. Hace unos meses, fui a hacer una entrevista a un establecimiento público, uno de los miembros de seguridad me ofreció ayuda para llevarme al metropolitano. En el camino, me hizo preguntas incómodas como si tenía novio y si vivía sola. Yo trababa de seguirle la conversación desviándola, porque me moría de miedo. Muchas mujeres sin discapacidad, que también pasan por estas formas de violencia, no lo entienden. Esta presión que tienes de no solamente librarte de esta persona, sino además de no saber por dónde te está guiando. Es bien complicado. A veces, cuando me ayudan a cruzar, me hacen comentarios; por eso, siempre digo que prefiero que me ayuden mujeres.
Creo que la experiencia de las mujeres con discapacidad, en el tema del acoso, está muy invisibilizado, incluso dentro del feminismo. A este le falta conocer otras realidades. Te pueden hablar de mujeres indígenas, afros, lesbianas, pero de mujeres con discapacidad muy poco. Te pueden decir que en el colectivo no hay mujeres con discapacidad, pero es muy difícil que una se te acerque, porque esta probablemente esté pensando en cómo va a salir de su casa más que en el aborto. Creo en el aborto es importante, pero hay que entender por qué no hay un acercamiento de las mujeres con discapacidad al colectivo feminista.
¿Conoces casos de mujeres con discapacidad que hayan sufrido de violencia física, sexual o psicológica?
Me acuerdo que, cuando era muy pequeña, una amiga me contó que un mototaxista intentó violarla. Fue horrible. Eso fue algo que me sorprendió mucho, en ese momento no me movilizaba sola. Hace poco hice una entrevista a un par de mujeres con discapacidad. Una de ellas me contó que su exesposo la maltrataba mucho psicológicamente. Ella tiene discapacidad visual y él le decía que quién se fijaría en ella. En el tema de parejas hay una carga muy fuerte. Si una persona está con alguien con discapacidad, las personas creen que es una persona muy buena porque está con ella. La gente no es buena por fijarte en ti, pensar así es invisibilizar cosas que pueden pasar dentro de una relación. El acoso está incluso dentro del colectivo de personas con discapacidad. No es un tema de personas con discapacidad contra personas sin discapacidad. Es un tema transversal.
«A todas las mujeres se nos cuestiona, pero a las mujeres con discapacidad más.»
¿Alguna vez escuchaste o participaste de algún programa o campaña para informar o prevenir violencia de género dirigido a las mujeres con discapacidad?
Una vez me invitaron a hacer un taller vocería, pero me informaron mal del público objetivo. Me dijeron que las participantes serían mujeres con educación primaria, entonces llevé material para mujeres con esa instrucción, pero me encontré con mujeres mucho más empoderadas que yo. Había gente con mucha trayectoria en el tema. Para ellas mi presentación fue muy básica.
¿Consideras que las personas tienden a limitar o negar las decisiones que las mujeres con discapacidad pueden tomar sobre sus propios cuerpos?
A todas las mujeres se nos cuestiona, pero a las mujeres con discapacidad más; por ejemplo, cuando voy a comprar una pastilla anticonceptiva, me cuestionan o se sorprenden. Aparte del desconocimiento, es un cuestionamiento a las decisiones que puedas tomar sobre tus derechos sexuales y reproductivos. En el caso de las mujeres con discapacidad intelectual y psicosocial es mayor. Hay un rumor de que se esterilizan a estas mujeres, porque temen que se escapen y no se cuiden. Evidentemente es una vulneración a sus derechos y una omisión a informarles sobre los métodos anticonceptivos que hay y al disfrute de su sexualidad. Hay personas que creen que ellas no van a entender, pero eso es bien relativo. Solo se demoran más. Por otra parte, a las mujeres con discapacidad se les cuestiona si pueden o no tener hijos. En el caso de las mujeres está la posibilidad, pero a nosotras se nos niega el derecho de decidir.
(*) Integrante del área de Comunicaciones IDEHPUCP
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