Por Juan Takehara
Ante la negativa de Pedro Castillo a explicar sus planes para un posible gobierno de Perú Libre – además de una adversa campaña mediática que también impide conocerlo mejor- conversamos con Paula Muñoz Ph.D. en Ciencia Política y actual docente en la Universidad Pacífico, para intentar descifrar las orientaciones políticas de quien, ya concluido el conteo total de actas del JNE, podría ser el próximo presidente de la República.
Hay quienes todavía se pregunta cómo es que un candidato desconocido como Pedro Castillo reunió más de 8 millones de votos. ¿Qué elementos se dieron para que obtenga dichos resultados?
Hay que entender que la primera vuelta finaliza en una crisis compuesta y múltiple. Por un lado, tenemos lo que generó la pandemia y, por el otro, una crisis política con el enfrentamiento de poderes que se ha venido dando en los últimos años. Todo esto generó un peso muy alto de descontento de los ciudadanos con el llamado establishment político. La pandemia no solo se ha llevado a 180 mil peruanos, sino que ha hecho de manera más visible las desigualdades sociales. Ante esta situación de total descontento y sensación de pérdida lo que hemos encontrado es que hay más electores que están buscando de manera general una opción diferente. Cuando la crisis llega a este punto, al menos en el Perú, la solución ha sido buscar en una opción fuera del sistema porque no convence la oferta que presentaron los partidos. La característica de la primera vuelta no solo fue la fragmentación extrema, sino que la gran mayoría de la población estuvo indiferente a las elecciones y casi al final, aparece un personaje que prácticamente viene fuera del sistema político. Castillo fue el voto del descontento, coincidiendo con aquellos que sufrieron más por la crisis. La situación ha sido muy similar a 1990: una gran crisis económica, social y política. Aparece Fujimori como respuesta a una molestia generalizada al sistema. Lo nuevo de estas elecciones es la acentuación de una crisis política y lo que nos está dejando la pandemia y lo que no ha cambiado es que siempre encontraremos un porcentaje de personas que votan por un cambio eligiendo opciones de izquierda. Anteriormente ya lo hemos visto cuando eligieron a Gregorio Santos, porque veían en su propuesta un cambio en el modelo económico.
Un escenario de tormenta perfecta para Castillo.
En otras circunstancias la gente no estaría dispuesta a votar por un cambio tan radical. En segunda vuelta vemos que hay un 30% de electores que realmente quieren un cambio total del modelo económico, pero también hay al menos un 50% de personas que quieren al menos ciertos cambios. Si uno se pone a pensar en todas las personas que han intentado salir de la pobreza en los últimos años pero que, si bien estaban superando el umbral de la pobreza, ahora han vuelto a la precariedad. Tenemos mucha gente no solamente molesta sino también frustrada, que está dispuesta a votar por alguien que parece ser diferente a lo de siempre, porque lo de siempre no ha dado resultados.
Hay un elemento claro de identificación.
Hay un factor de representación descriptiva. Uno se puede preguntar qué tan cercana es la relación de Castillo con la gente en el Perú. Ahí aparece la imagen de alguien que realmente viene desde abajo, a diferencia de anteriores candidatos que buscaban solamente representar a “los de abajo”. Es alguien que ha vivido en sitios alejados de Lima o de las grandes ciudades, que conoce una realidad difícil, que ha buscado salir adelante como profesor. Se lo identifica como alguien que está más cerca a uno y puede entender las necesidades de los habitantes del campo y de quienes tienen carencias económicas. Ese es otro factor importante para que la gente le otorgue la confianza. Apuestan por alguien que creen que no los va a traicionar.
«A Castillo, sin experiencia política, simplemente le ha ido bien en este contexto particular, donde mucha gente lo ve como una apuesta de esperanza ante un contexto de crisis tan aguda».
Castillo no se muestra como un político regional estilo Acuña, Cáceres o incluso como Santos.
Es que, justamente, Castillo viene desde fuera del sistema. Los políticos que mencionas han gobernado regiones. Castillo solamente postuló alguna vez con Perú Posible para una elección municipal y perdió. Nunca ha gobernado ni es miembro estable de un partido. ¿De dónde viene? De ser maestro y representante gremial, que es la experiencia más relacionada con la política sindical. Viene del mundo de la sociedad civil, de los sindicatos, es decir de la participación sectorial reivindicativa. Su ingreso a la política se origina en la organización huelgas de maestros para defender intereses sindicales.
¿Cómo conecta su experiencia sindical con la comunidad de ronderos campesinos?
Castillo es cajamarquino y se sabe que las rondas campesinas en esta región son una organización social muy reconocida y él ha sido parte de esto. Hay muchos ronderos que también han sido profesores, algo muy usual pues las rondas aparecen en zonas rurales donde no funciona muy bien el Estado. Las rondas generan acuerdos sociales mínimos para lograr administrar justicia e imponer orden en sus comunidades. En este caso está más relacionado no con una representación sectorial como puede ser el magisterio sino con un movimiento que representa a las personas que viven en los caseríos. Estas dos pertenencias y organizaciones sociales lo conectan con la experiencia y vivencia de un mundo más popular. Ahí sí cuenta con redes para hacer campañas, maestros, ronderos, comités de autodefensa. Castillo no se mueve en un mundo político partidario per se sino en las organizaciones sociales. Pero esto tampoco es que sea muy orgánico. Su candidatura no ha sido el resultado de un movimiento social que ha visto ganar gobernaciones en todo el Perú para luego lanzar a un candidato a la presidencia, algo como lo que hizo Evo Morales y el partido MAS en Bolivia. A Castillo, sin experiencia política, simplemente le ha ido bien en este contexto particular, donde mucha gente lo ve como una apuesta de esperanza ante un contexto de crisis tan aguda.
¿Hasta qué punto está atada su relación con Perú Libre y con Vladimir Cerrón?
Lo primero es preguntarse objetivamente, ¿qué cosa es Perú Libre y Castillo? Es un caso más de la típica precariedad organizativa de la política peruana. Cerrón es el dueño de la franquicia de un partido que no tiene candidato porque su líder natural no puede postular por estar sentenciado por corrupción. Buscaron a alguien para arrastrar suficientes votos para pasar la valla electoral. Es así de inorgánico e improvisado, tanto como lo ha sido una candidatura como la de De Soto con Avanza País. Son las opciones que la política peruana suele hacer en último minuto. A todas las preguntas sobre qué tanto Castillo seguirá junto a Cerrón o qué hará con los otros operadores políticos que también tienen denuncias, la respuesta es que todavía no podemos saberlo porque todo es parte de la incertidumbre que genera la política peruana cuando no se tiene colectivos establecidos que trascienden en el tiempo. Lo que vemos son alianzas que se realizan cerca de las elecciones y que muchas veces no duran. Por ahora, tenemos más preguntas que respuestas. Ahora, en términos de liderazgo, Castillo se ha ido distanciando más en su discurso que en los hechos porque tampoco puede prescindir completamente de Perú Libre, porque – y acá la paradoja – como todo es el resultado de una improvisación, la bancada que tenga en el Congreso, una vez que se acepten los resultados, será la única que tiene. Castillo está en una situación de equilibrio político complicado y va a tener que depender más de su capacidad política de liderazgo y de las condiciones que establezca con otros grupos y sectores.
Al menos, por ahora, Castillo viene manejando gestos de político cauto.
Ese un cambio que vemos desde la segunda vuelta, en especial desde el último debate. Un perfil mediático muy bajo. El no querer salir a dar entrevistas. Eso también ha sido una estrategia, a pesar de que los medios nacionales tuvieron una actitud muy crítica. Es alguien que se conecta bien en mítines por su experiencia de sindicalista; se encuentra más cómodo frente a colectivos.
Sus primeros acercamientos han sido con alcaldes y algunos gremios empresariales.
Parte de asumir que la campaña ya acabó es salir a conversar con otros grupos. Después de una campaña tan polarizada donde ha habido tantas dudas, lo que le toca ahora es absolver dudas porque debe gobernar tanto para los que votaron por él como los que no lo hicieron.
Digamos que sus primeros movimientos son para colocar “paños fríos”.
Igual se debe esperar a ver cómo termina todo este tema de los votos. Por ahora ha mantenido un perfil bajo, no ha salido a declarar mucho tratando de defender los resultados, ha llamado más bien a la calma. Se está esperando con mucha expectativa sus declaraciones, pero definitivamente las circunstancias demandan mucha responsabilidad de parte de él y su equipo.
¿Qué nuevas lecciones encontramos tras este proceso electoral?
En principio, ha sido una campaña sui generis. Esperemos que el problema del COVID-19 no nos vuelva a acompañar en las próximas elecciones. Esto ha tenido un efecto porque no todos los candidatos han trabajado una estrategia de campaña más tradicional, no se han podido movilizar o generar reuniones de grandes masas. Hay nuevas reglas que debemos analizar, como lo ha sido el tema de financiamiento de la campaña. Todo esto de que los políticos no pueden ya contratar anuncios de televisión y radio altera las condiciones de campaña. Algo que debemos investigar más es el uso creciente – aunque no regulado – de las campañas en redes sociales como forma alternativa de hacer campaña que no necesariamente era tan intensa en el pasado. En general, cuando aparecen nuevas plataformas donde la gente pueda generar campañas de información, surgen por el mismo medio campañas de desinformación y noticias falsas.
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