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Nacional 23 de abril de 2020

Reproducimos  la columna de Deborah Delgado Pugley, investigadora invitada en IDEHPUCP, que fue publicada en el portal La Mula.


Muchos argumentan que una vez pasadas las medidas de distanciamiento social más radicales para enfrentar al COVID-19 no podemos, ni debemos, volver a “lo normal”. Y es significativo que hoy, confinados en medio de un fenómeno global desbocado, celebremos los 50 años del “Día de la Tierra”. Quisiéramos aprovechar esta oportunidad para reflexionar sobre cómo junto a esta conmemoración tomó vuelo el movimiento ambiental y cómo podemos pensar hoy en una nueva manera de vivir en esta Tierra luego de la Pandemia.

Cuando cumple 50 años, el Día de la Tierra es ampliamente reconocido por haber encendido el movimiento ambiental contemporáneo y haber llevado las preocupaciones ambientales a las aulas, a las legislaturas, a los tribunales, y nuestras casas, muchas veces transmitido por la cultura popular. Esta conmemoración fue provocada en gran medida por el derrame de petróleo de Santa Bárbara en enero de 1969, un desastre ambiental que arrojó el equivalente de 100,000 barriles de crudo al Canal de Santa Bárbara en Estados Unidos. El evento fue mediatizado y las imágenes de miles de aves marinas y mamíferos afectados caló en el imaginario de los ciudadanos. Esto coincidió con otras perturbaciones en ese momento: la quema del río Cuyahoga (Ohio) manchado de combustible, la casi muerte del lago Erie (entre Ohio y Pensylvania) y la casi extinción del águila calva. Estos eventos cristalizaron una preocupación por el medio ambiente que había estado creciendo durante décadas en Estados Unidos.

¿Qué nos pueden enseñar las mujeres indígenas?

Esta preocupación ahora comunica a todas las sociedades. Es global.

La cuarentena nos ha permitido observar el impacto de la actividad humana en el planeta. En estos días, se ha reducido considerablemente los niveles de contaminación en el aire, tenemos los promedios semanales más bajos registrados de los últimos tres años, comentó el Minam. Las aguas del mar se han “limpiado”, reflejado en el comportamiento de los animales, que están volviendo a habitar espacios urbanizados. La tierra necesitaba un descanso, menciona el periodista Ramiro Escobar. En este contexto las mujeres indígenas y sus pueblos nos llaman a una autorreflexión, “a volver a mirar a nosotros mismos”, en estos tiempos de cuarentena.

A lo largo de siglos los pueblos indígenas han mantenido un modo de vida que los mantiene cercanos de los bosques, océanos y montañas, conociendo sus ciclos biofísicos y honrando lo que representan y proveen. Especialmente, las mujeres indígenas, guardianas de la seguridad alimentaria de sus hogares. Hoy también son defensoras ambientales esenciales. Ellas ponen con frecuencia su vida peligro ante el avance de diversas industrias extractivas, muchas veces ilegales.

En medio del escenario del COVID-19, las mujeres indígenas y sus pueblos observan la situación como una oportunidad para construir un “nuevo mundo”. Es momento de desarrollar nuestra solidaridad. En palabras de Sônia Bone, lideresa indígena de Brasil, Coordinador de la Articulación de Pueblos Indígenas de Brasil (APIB):

“Todo el mundo está acelerado, las personas preocupadas por el consumo, las personas siempre corriendo y no tienen tiempo para parar, para mirar dentro de sí mismos, para mirar a su familia … ahora es un momento que tú sientes la importancia del valor de un abrazo”

Es un llamado urgente. Las mujeres indígenas invocan a todos a romper el modelo económico actual, que invade sus territorio de minería y monocultivos: “Necesitamos comida, dicen que no hay, pero hay desiertos de monocultivos de soyas”, señala Daiara Tukano, activista indígena de Brasil. Esto junto a otras compañeras lideresas del Ecuador, el pasado 16 de abril en el Webinar “Indigenous Women of Brazil and Ecuador on the Frontlines: COVID-19 and Defending Communities and the Amazon”. Las mujeres indígenas hicieron un llamado a reflexionar sobre el tipo de sociedad y planeta que queremos para el futuro, donde nos respetemos los unos a los otros, incluyendo a la Madre Tierra.

Estos días hemos visto multiplicarse iniciativas de parte de las mujeres indígenas por difundir su posición y su punto de vista, sobre todo porque la pandemia no está siendo atendida con la rapidez y la adecuación intercultural pertinente. Declaran que sus pueblos han sido invisibilizados, como otra forma de violencia que enfrentan diariamente. En Manaos la situación se ha salido de control. “La pandemia se apoderó de Manaos y todos nosotros en el Parque de las Tribus fuimos infectados…¡Nunca ha habido tantas muertes diarias! La salud pública está inactiva”, comenta Miguel Cabral, indígena del Parque das Tribos en Manaus. A pesar de ello los pueblos indígenas señalan que han resistido muchas violencias, y al igual que las anteriores, también superarán esta. Hoy las mujeres indígenas del Perú también se pronunciarán, en el evento de Onamiap. Es preciso escuchar sus voces, tanto sus necesidades como sus propios mecanismos de resiliencia ante la pandemia.

El “nuevo” normal

Que esta sea una ocasión para poner al centro de nuestras actividades el cuidado de la vida, en todas sus formas, y nuestro apoyo a potenciar los proyectos constructivos que hacen de nuestro mundo un lugar que tenemos razones profundas para valorar.

Las medidas de restricción del COVID-19 son difíciles y las consecuencias de la pandemia serán dramáticas. Nuestra capacidad de actuar puede abrir escenarios para un mundo más sostenible. Al término de la cuarentena, debemos poner en práctica decisiones de política que mantengan bajos niveles de contaminación. Por ejemplo, en América Latina el sector transporte constituye la mayor fuente de emisiones urbanas. El Gobierno junto al Sector Privado deberán ponerse de acuerdo para acelerar la electrificación del transporte público, mantener reglas de seguridad sanitarias, y reducir su contaminación. Como señala el Secretario de la ONU, el COVID-19 no debe distraernos de la crisis climática, que traerá consigo eventos catastróficos incluso mayores. Aprovechemos este respiro obligatorio para desarrollar la voluntad de transformar nuestra sociedad, una más resiliente y más atenta.