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Notas informativas 20 de septiembre de 2022

Por Alexander Benites[*] y Alejandro Boyco[**]

A menos de dos semanas de las Elecciones Regionales y Municipales (ERM) 2022, la principal noticia en torno al proceso electoral es que parece un mero trámite. Si bien se ve carteles y propaganda política en diferentes partes del país, la movilización ciudadana que debería acompañar a un evento democrático en el que se escogerán a más de 13,000 nuevas autoridades está ausente. En ese contexto, vale la pena analizar los niveles de participación ciudadana, que son un elemento central de la democracia, e identificar cómo el poco entusiasmo actual se traduce en la elección y tiene consecuencias sobre ella. Esto debe ayudar a entender un poco más, por un lado, los retos persistentes en relación con la participación electoral en el país, y por otro, algunas de las razones más inmediatas de esta desafección generalizada en vísperas de la elección.

Sobre el primer punto, es posible observar algunos patrones constantes entre una elección y otra que representan continuidades en las dinámicas que se desarrollan en la arena política a nivel subnacional. Uno de ellos es, precisamente, el grado permanente de ausentismo que existe en estos procesos electorales. Los datos muestran que entre el 16% y 20% de las y los electores no asiste a participar en las ERM desde el año 2002 en adelante. Estos valores son algo más elevados para el caso de la segunda vuelta en Elecciones Regionales y, aunque se observan algunos incrementos entre una elección y otra, parece ser más una constante en las dinámicas de la participación a nivel subnacional.

A pesar de estos ligeros incrementos, el país mantiene un nivel de participación bastante razonable. El problema, no obstante, radica en que el grupo de ciudadanas y ciudadanos que no vota en las ERM se encuentra territorialmente concentrado en cada elección. Es decir, de manera reiterada, son siempre las mismas circunscripciones en las cuales las personas no van a votar. Regiones como Loreto, Ucayali y Amazonas son las que presentan los porcentajes de ausentismo más elevados en estos cinco procesos electorales.[1]

Peor aún, lo más preocupante de dicho escenario es que, antes que estar motivado por el desinterés o la voluntad del elector, el ausentismo de cada elección responde a condiciones estructurales. Esto hace visibles los retos persistentes que tiene el Estado para hacer efectivo el derecho al voto de todas y todos los ciudadanos. Se observa, por ejemplo, que en cada elección las zonas territoriales con niveles más altos de ausentismo son, a la vez, las que presentan mayores niveles de pobreza y analfabetismo, las mayores tasas de no afiliación a un seguro de salud y los menores niveles en el índice de desarrollo humano. Esta situación continua en las dinámicas de participación de nuestros procesos de elección de autoridades a nivel subnacional termina por afectar a la población más vulnerable y merma la representatividad del sistema democrático.

Sin embargo, en la otra cara de la moneda, es posible observar dinámicas que, contrariamente al caso anterior, se han venido modificando: el aumento de la desafección con el proceso de descentralización y la erosión gradual de los vínculos políticos entre el electorado y sus autoridades. Según los datos del IEP, en el año 2002 una importante mayoría de ciudadanos mostraba altas expectativas sobre el recién iniciado proceso de descentralización, con esperanzas de una mayor democratización, desarrollo y representación a nivel local. Veinte años después, es claro que estas expectativas no han sido cumplidas. Lo que comenzó como un proceso político con amplio respaldo ciudadano terminó por crear 25 gobiernos regionales sin integración, con élites políticas que dejaron de lado las grandes luchas descentralistas y optaron por convertirse en simples administradores de recursos, de puestos de trabajo y de obras de infraestructura.

De esa forma, la crisis amplificada en los últimos años a nivel nacional ha chorreado hacia los políticos regionales, muchos de los cuales también han pasado por múltiples escándalos de corrupción de gran escala. De los 25 gobernadores electos en el 2018, 24 se encuentran investigados por corrupción, al menos 8 han dejado el cargo por sus problemas con la justicia y otros están a un paso de la prisión. A la desesperanza descentralista se le sumó, así, la erosión de vínculos políticos y el descrédito generalizado de las autoridades a nivel subnacional.

En los primeros años del bicentenario -y a menos de dos semanas de las ERM- se revela con mayor intensidad esta desafección. La última encuesta de Ipsos muestra que cerca de 8 de cada 10 peruanos fuera de Lima todavía no deciden su voto al Gobierno Regional, producto del desinterés ciudadano frente a una oferta política que no da la talla ni logra convencer o generar esperanzas. Este contexto tiene consecuencias que agravan el problema inicial: la ausencia de interés favorece a políticos que le dan continuidad a la crisis. En un escenario fragmentado, en el que el mar de postulantes es consciente de que no necesita apoyo mayoritario para ganar, la principal estrategia electoral para captar el voto indefinido se centra en la promoción de propuestas inviables en campañas millonarias. Se pierden las discusiones de fondo, se establece una competencia entre actores débiles que buscan hacerse conocidos bajo cualquier medio y a cualquier costo, y se favorecen medidas que profundizan la corrupción y el descontento ciudadano.

En suma, aunque algunas dinámicas de nuestra arena política subnacional se mantengan constantes, mientras otras cambian (o se degradan), ambas se encuentran conectadas. Generar un mayor nivel de institucionalidad para asegurar la participación electoral y atender otros retos que aquejan a la ciudadanía requiere del desarrollo de propuestas serias que gocen de legitimidad y apoyo social. La problemática radica en que el desinterés ciudadano reduce las posibilidades de mejorar la oferta política a nivel subnacional. Y es justamente esta desconexión la genera un terreno favorable a la insensatez política e incentiva entre las élites locales conductas que no hacen más que reforzar la crisis.


(*) Politólogo. Coordinador del Área de Relaciones Institucionales y Proyectos del IDEHPUCP.

(**) Politólogo. Analista del Observatorio Regional de 50+1

[1] Para identificar estos patrones, se llevó a cabo una matriz de correlación con los porcentajes de ausentismo en las diferentes ERM desde el 2002 hasta el 2018. En todos los años, los datos muestran una correlación importante (coeficiente de correlación por encima de .8) que se mantiene a pesar de las diferencias temporales.