Escribe: Jessica K. Maeda Jerí (*)
Existen pocos temas sobre cuya importancia haya consenso. Uno de ellos es el bienestar de niñas y niños. A pesar de ello, en el mes de abril, cuando celebramos al niño y niña peruanos, la atención nacional estuvo enfocada en otros dos eventos: las elecciones presidenciales y la pandemia del COVID-19. La última ha llegado a un punto dramático, con pérdidas de vidas humanas que ascienden a más de tres millones de personas a nivel mundial,[1] cifra equiparable a la población de ciudades como Kiev, Caracas, o el área metropolitana de Lisboa.[2] En medio de esta crisis, la atención de niñas y niños pasó a un segundo plano debido a que no han sido considerados como un grupo especialmente vulnerable a la enfermedad. Sin embargo, constituyen una de las víctimas más importantes de la pandemia, ya que sus vidas han sido afectadas de manera permanente.
Los efectos negativos del COVID-19 en la educación han sido catastróficos. De acuerdo con un estudio publicado por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, más de 100 millones de niñas y niños en el mundo quedarán por debajo del nivel mínimo de competencia en lectura.[3] Adicionalmente, más de 168 millones de infantes en edad escolar se perdieron el aprendizaje en clase a nivel mundial.[4] La Organización de Naciones Unidas ha declarado que estamos ante una “catástrofe generacional” que duraría décadas,[5] con efectos que impactarán de manera diferenciada.
El Perú no ha sido una excepción: el avance de la educación en nuestro país se ha visto amenazado.[6] El COVID-19 ha causado el cierre de centros escolares y una recesión económica sin precedentes, que podría aumentar el déficit de aprendizaje, especialmente entre las poblaciones con menores recursos.[7] En respuesta, el Gobierno peruano adoptó la estrategia “Aprendo en casa”,[8] con el propósito de amortiguar los efectos del coronavirus en la educación básica escolar. Desde el 6 de abril del año pasado, las clases se dan de manera remota por radio, televisión e internet.[9] Lamentablemente, esta modalidad de aprendizaje conlleva una serie de retos que afectan de manera especial a miles de niños y niñas de zonas rurales, a consecuencia de la brecha educativa, económica y de conectividad.[10]
«Actualmente, la conectividad ha pasado a ser un requisito casi indispensable para que niñas y niños puedan acceder a clases. Sin embargo, solo el 32.8% de niñas y niños en el Perú usan internet.»
Antes de la pandemia, 91 de cada 100 niños asistían a educación primaria a nivel nacional.[11] El porcentaje de asistencia era más alto en zona rural, con 92.6%, comparado con la asistencia de niñas y niños en zona urbana, que ascendía a 90.9%.[12] Actualmente, la conectividad ha pasado a ser un requisito casi indispensable para que niñas y niños puedan acceder a clases. Sin embargo, solo el 32.8% de niñas y niños en el Perú usan internet.[13] La brecha es más considerable en zona rural, con una diferencia de casi 40 puntos porcentuales con la zona urbana.[14] Según el Instituto Nacional de Estadística e Informática, tan solo 4 de cada 100 niños en zona rural tienen acceso a internet.[15]
La falta de conectividad limita la experiencia educativa a la televisión, pero en la mayoría de los casos, a recibir clases por radio, lo cual conlleva una serie de problemas adicionales. Por ejemplo, las niñas y niños que viven en la aldea Qhantati Ururi en Puno, caminan aproximadamente 15 kilómetros diarios para poder llegar a la zona radial del altiplano.[16] Esta distancia representa entre dos a tres horas diarias que familias enteras deben invertir para que sus hijas e hijos no pierdan el año escolar.[17]
De no amortiguarse estos impactos, las futuras generaciones sufrirán consecuencias de largo plazo que, a su vez, afectarán a toda la sociedad peruana en su conjunto. El aumento de la pobreza en los aprendizajes impedirá que las niñas y niños alcancen su verdadero potencial, afectando sus proyectos de vida y los niveles de productividad del país.[18] Adicionalmente, las desigualdades aumentarán debido a que los impactos serán más marcados en hogares pobres.[19]
Lamentablemente, los planes de gobierno de los candidatos que se enfrentarán en la segunda vuelta electoral carecen de medidas claras y concretas que evidencien la urgencia de este problema. Por un lado, Fuerza Popular señala que se deberá implementar una “estrategia descentralizada de soporte a la educación a distancia e híbrida”, complementando la estrategia de Aprendo en Casa “con iniciativas privadas y comunitarias de recuperación y reforzamiento de clases”.[20] No se detalla en qué consisten estas iniciativas, o los actores que han sido identificados para poder fomentar la recuperación de clases. Por otro lado, el plan de gobierno de Perú Libre no establece ninguna medida relacionada al contexto del COVID-19.[21]
En ese sentido, cabe preguntarse cuánta prioridad le da realmente nuestra sociedad al bienestar de sus niñas y niños. La amenaza que representa el coronavirus para el avance en la educación, y las décadas de retroceso que esta podría conllevar, parecen no haber sido criterios considerados a la hora de emitir nuestro voto. Es momento de empezar a presionar a los candidatos presidenciales para que brinden propuestas concretas y urgentes a este grave problema. La infancia de nuestro país lo necesita.
(*) Abogada PUCP LLM con especialización en Derecho Internacional Público. Consultora para IDEHPUCP.