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Entrevistas 16 de junio de 2020

Por Juan Takehara

Este 20 de junio recordamos el Día Mundial del Refugiado. Más que a una conmemoración, esta fecha nos debe conducir a una mayor reflexión. (modafinil) El Día Mundial del Refugiado tiene relación con la firma de la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados del año 1951, el cual fue adoptado después de la Segunda Guerra Mundial para dotar a los refugiados de una serie de derechos y fijar a los países miembros una serie de obligaciones.

Es importante recalcar el papel de los medios para comunicar las carencias de las personas que solicitan refugio e insistir en las obligaciones de protección internacional que tienen países receptores como es el caso de Perú. ¿Cómo viene realizando el gobierno peruano el reconocimiento así como el proceso de solicitantes de refugio en el país? Sobre este tema conversamos con Mirelis Morales (*), periodista venezolana que radica en el Perú.

Este sábado 20 de junio es el Día mundial del refugiado. Sin embargo, los medios no aclaran muchas veces las diferencias entre un migrante y un refugiado. ¿Cómo deberían explicarnos de forma clara qué necesidades distintas tienen los refugiados al resto de personas migrantes? 

Un migrante es quien sale de su país en busca de mejores oportunidades laborales, de una mejor calidad de vida. En cambio, el refugiado es quien huye de su país, a causa de un conflicto armado o por razones de persecución política. Salen para resguardar su seguridad.

En el caso del Perú, ¿cómo ha observado la actuación del gobierno para reconocer la condición de refugiados de muchas personas venezolanas? 

El Perú es el país con mayor cantidad de solicitudes de refugio en la región. Estamos hablando de aproximadamente 482 mil petitorias, lo cual es un paso del Estado por reconocer la situación de vulnerabilidad en la que se encuentran los venezolanos.Sin embargo, a pesar de las buenas intenciones del Perú, no ha habido un completo reconocimiento del refugiado venezolano. El estatus de esta población es “solicitante”. Ello significa que se encuentran en un limbo, porque deben esperar la evaluación para saber si su petición ha sido aprobada o no.Antes de la pandemia, el proceso de solicitud de refugio podría demorar  en promedio unos cuatro años. Había citas programadas para 2021 y 2022. Luego, esas solicitudes debían pasar por un proceso de evaluación que estaba tomando unos dos años más.En ese tiempo, los solicitantes de refugios se encuentran en una encrucijada, porque no tiene una condición migratoria reconocida, salvo una protección internacional que está en proceso.Ello genera un problema aparte. La condición de solicitante de refugio no es reconocida por todos los empleadores ni  las instituciones. Eso dificulta el proceso de integración, porque no pueden realmente sumarse a la fuerza laboral e incluirse en la dinámica social. Hay que reconocer ese primer paso, que se convirtió en una vía de ingreso al país luego que se eliminó el PTP (Permiso Temporal de Permanencia). Pero falta que Perú cumpla con lo establecido en el Acuerdo de Cartagena, que reconoce a esta población como refugiado por las condiciones que los obligó a huir de Venezuela.

«La condición de solicitante de refugio no es reconocida por todos los empleadores ni  las instituciones. Eso dificulta el proceso de integración, porque no pueden realmente sumarse a la fuerza laboral e incluirse en la dinámica social»

¿Qué urgencias ha encontrado entre los refugiados venezolanos en la región durante esta época de pandemia?

Son varias las dificultades. Hay que recordar que 90% de los migrantes venezolanos no cuentan con un contrato de trabajo. Casi todos dependen de ingresos diarios. Eso supuso para muchos una dificultad en tiempos de cuarentena, porque al no tener trabajo, no cuentan con ingresos y, por ende, aumenta su vulnerabilidad.El estudio de Equilibrium reveló de que sólo 5% de los migrantes venezolanos cuentan con recursos disponibles suficientes para acceder a productos de primera necesidad durante la cuarentena.Esta población, aparte, afronta otros problemas como el hacinamiento, lo cual supone un riesgo en esta época de distanciamiento social. Así como también el riesgo de desalojo de sus viviendas por falta de pago.Eso ha obligado a algunos a tomar la decisión de retornar a Venezuela, incluso caminando.Hasta ahora, los migrantes venezolanos no han sido considerados dentro de las ayudas del gobierno de Martín Vizcarra otorgadas por la pandemia, pese a que esta población alcanza casi un millón de personas en el país.El gobierno no mencionó a los migrantes en sus alocuciones sino hasta el 31 de marzo, cuando el canciller reconoció que la población migrante venezolana era una de las más vulnerables. Sin embargo, se informó que el apoyo correría por cuenta de las organizaciones internacionales. Pero el alcance de la ayuda ha sido reducida, si consideramos la magnitud del problema.

A diario vemos cómo los medios utilizan referencias gráficas para estigmatizar la condición del migrante: venta ambulatoria, participación en asaltos, o últimamente, como los que se encargan de acopiar a los difuntos por COVID-19. ¿Es posible informar de una manera distinta para no generar ideas preconcebidas?

Claro que existe una manera distinta de cubrir la migración. Creo que los periodistas deberíamos tener conciencia del papel que jugamos en la formación de las percepciones y quienes cubrimos las migraciones deberíamos trabajar más por fomentar la tolerancia, la convivencia, la solidaridad. El discurso debe ir más orientado a humanizar la migración, a tender puentes. Tenemos que abandonar las comparaciones y las rivalidades. Recordar que las migraciones siempre suman a las culturas, al conocimiento y al progreso del país. 

Finalmente, vemos actualmente un discurso restrictivo del presidente Maduro cuando indica que «ahora vuelven los que antes querían irse», en relación con los grupos de venezolanos que intentan retornar al país. ¿Cómo deben los medios narrar esta situación para no hacerse eco de un mensaje como ese, también puede generar xenofobia?

Los periodistas no debemos hacernos eco del discurso oficial. Ese es uno de los grandes errores que ha cometido en el periodismo peruano al replicar el discurso xenófobo de varias autoridades. Al replicarlo, lo validamos. El discurso de Maduro tiene el mismo propósito: dividir. Valdría la pena hacer un recuento de cómo los discursos de los funcionarios han variado en torno a este tema, para así hacer visible el interés que tienen cuando hacen sus declaraciones. Pareciera que la xenofobia está de moda, otorga popularidad. Por eso, los periodistas no podemos seguirle el juego a los políticos, porque detrás de la migración hay seres humanos.


(*) Mirelis Morales Tovar, periodista venezolana radicada en Lima. Cubre el tema de migración venezolana para varios medios internacionales, entre ellos El Comercio (Perú), El Tiempo (Colombia), Univisión (Estados Unidos) y Revista Semana (Colombia). Se graduó de Comunicación Social en la Universidad Católica Andrés Bello. Magíster en Ciencias Políticas de la Universidad Simón Bolívar. Diplomado en Psicología Positiva de la Universidad Metropolitana.
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