En noviembre de 2008 tuve el honor de participar en la ceremonia con la que la Pontificia Católica del Perú le confirió a Monseñor Müller el Doctorado Honoris Causa en mérito a su obra académica y a su contribución a la Iglesia como teólogo y pastor. Me cupo así el privilegio de presentar ante la comunidad universitaria una semblanza de su trayectoria intelectual y de su trabajo al frente de la diócesis de Ratisbona. Luego Monseñor intervino y formuló su valoración de la teología latinoamericana. Su reflexión –recogida posteriormente en un libro publicado por la PUCP1– se tituló Mi experiencia con la Teología de la liberación y explora los vínculos entre su concepción de la teología y el legado intelectual y espiritual de los escritos de Bartolomé de las Casas y Gustavo Gutiérrez en torno al sufrimiento del inocente y la construcción de una sociedad en la cual se viva con intensidad la caridad y la justicia.
El intercambio intelectual y la amistad entre Gustavo Gutiérrez y Monseñor Müller datan de su primera visita al Perú. Producto del diálogo entre ambos autores es el volumen Del lado de los pobres. Teología de la liberación, publicado tanto en español como en alemán. En el discurso pronunciado en la Universidad Católica, Müller recuerda que Gutiérrez insistía en la dimensión rigurosamente espiritual de la teología de la liberación en tanto ella constituye “un programa práctico y teórico que pretende comprender el mundo, la historia y la sociedad y transformarlos a la luz de la propia revelación sobrenatural de Dios como salvador y liberador del hombre”2. De esta forma Müller hacía ver que la teología de la liberación halla sus raíces en la tradición bíblica, particularmente en los textos proféticos y en el Evangelio, y que por tanto las acusaciones de “inmanentismo” resultaban infundadas.
La preocupación por la situación del pobre está presente en la Escritura tanto como en el Magisterio de la Iglesia católica. “Esos pobres no son una masa anónima”, advierte Monseñor Müller, “cada uno de ellos tiene un rostro ¿Cómo puedo yo, como cristiano, sacerdote o laico, en la evangelización o en el trabajo teológico-científico, hablar de Dios y de su Hijo, que se hizo hombre y murió por nosotros en la cruz, dar testimonio de él, sin decirle al hombre concreto, cara a cara, que Dios lo ama y que su irrenunciable e innata dignidad tiene su fundamento en Dios? Sólo así se puede hacer concreta la consideración bíblica, en la vida individual y colectiva, de que los derechos humanos tienen su origen en la creación del hombre a imagen y semejanza de Dios”. Sin el compromiso genuino con los más débiles, nuestras creencias religiosas permanecerían en el terreno de la abstracción teórica.
En este sentido el cristianismo es encarnación. La ortodoxia, sostiene Müller, es ortopraxis, pues se refiere a la enseñanza del “correcto actuar cristiano”.
Resulta claro que la vida y la obra de Monseñor Müller ofrecen testimonio de una preocupación permanente por hacer viva la fe, y afirmarla en la vida del cristiano a través de la inteligencia pero además y sobre todo en la conducta que él debe seguir, compartiendo así la alegría de la Buena Nueva con los más humildes. Quienes conocemos de cerca el servicio de Gerhard Müller a la Iglesia podemos decir con absoluta convicción de que su nombramiento como Cardenal constituye una excelente noticia.
1 Doctorado Honoris Causa de la Pontificia Universidad Católica del Perú a Monseñor Gerhard Ludwig Müller, obispo de la diócesis de Ratisbona, Alemania Lima, PUCP 2009.
2 Ibid, p. 33.