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Opinión 20 de mayo de 2016

Se ha querido resaltar con este lema una verdad que los peruanos debiéramos recordar siempre: la democracia no es un régimen que surja espontáneamente, obedeciendo al simple paso del tiempo; la democracia es el resultado de un esfuerzo cotidiano, tenaz, consciente y muchas veces arriesgado de parte de ciudadanos que buscan instaurar y preservar una cierta manera de convivencia. Se trata de un régimen signado por la limitación del poder político según ciertas reglas constitucionales, por la colocación de los derechos de los ciudadanos en el lugar central de la vida política y por una serie de valores compartidos que se hallan orientados al reconocimiento y al respeto mutuo.

Curiosamente existe un peligro constante: el de reducir la democracia a una sola de sus múltiples dimensiones. Es común, por ejemplo, suponer que la democracia se define única o principalmente por su dimensión electoral; esto es, creer que basta que un gobierno surja de elecciones libres para que el régimen político nacido del sufragio sea democrático. Según esta concepción, solo cuando un gobierno electo es desplazado por uno de facto estaríamos ante un escenario autoritario.

La historia reciente nos enseña, que hay muchas maneras distintas de destruir, corromper o hacer insignificante a una democracia. En efecto, el autoritarismo tiene muchas formas y múltiples caminos. Se manifiesta en la denegación de derechos, en la sumisión de las instituciones a un poder central, en el imperio del poder del dinero por encima de la vigencia de los derechos. Es claro que la convivencia democrática se desnaturaliza por la marginación, el racismo, los prejuicios y esa inclinación al maltrato mutuo que todavía subsiste en nuestra vida cotidiana.

Así pues, es importante tener presente que si bien una democracia no se construye por la simple inercia, en cambio ella sí puede sucumbir por la indiferencia, por la rutina, por la resignación y la falta de compromiso de sus ciudadanos. Es necesario recordar esto cuando el país está en el trance de tomar una grave decisión: el gobierno que tendrá en los próximos cinco años y la posibilidad de que él avance hacia la consolidación de la verdadera democracia entre nosotros, o por el contrario trabaje en su debilitamiento.

La presente experiencia electoral nos ofrece por tanto no solo la posibilidad sino más bien la exigencia de reflexionar en el sentido más hondo de lo que solemos llamar Democracia y con ella Estado de Derecho.

Escribe: Salomón Lerner Febres, presidente ejecutivo del IDEHPUCP para La República

(20.05.2016)