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Opinión 22 de junio de 2018

Con motivo de la reorganización de espacios dentro del diario La República esta columna que – intentando seguir las huellas imborrables que dejó el Maestro Luis Jaime Cisneros-  escribo desde hace ya algunos años y que solía aparecer en la edición impresa de este prestigioso medio de comunicación les será ofrecida, como todos los Viernes pero  ahora en su versión electrónica.

He reflexionado sobre estas notas semanales y valorado mucho la ocasión que se me ha  brindado de compartir con los lectores ideas e inquietudes que juzgo cruciales para nuestro país. Esta columna siempre ha deseado hablar de esos temas que no debemos dejar caer en el olvido.

Nuestro país necesita reencontrarse con la veracidad. Nada es más dañino para la convivencia civilizada que la adopción de la mentira como medio de diálogo habitual. Y, sin embargo, eso nos está pasando. Desde la política y los medios de comunicación se miente por hábito, como sabiendo que la mentira tiene garantizada la impunidad. Se miente despreocupadamente, como estando seguros de que a nadie interesa realmente la verdad. Una víctima principal de esta tendencia es nuestra memoria de la violencia. Y es importante defender la memoria, y la verdad pues ahí están implicados asuntos esenciales: desde el reconocimiento de las víctimas hasta el conocimiento de las grandes fallas que permitieron la tragedia, pasando por la cultura de los derechos humanos.

Dedicaré algunos textos en este espacio a recordar lo que dijo la Comisión de la Verdad y Reconciliación sobre aquel periodo. Es necesario ante el desparpajo con que muchos políticos y periodistas mienten sobre lo que sostuve la CVR; pero, sobre todo, es importante porque nuestro país necesita reflexionar sobre el pasado violento y extraer lecciones morales, cívicas y humanitarias. Se necesita conocer la verdad, como la que presenta el Informe Final de la Comisión, y visitar la muestra fotográfica Yuyanapaq así como la exhibición del Lugar de la Memoria.

Una mentira recurrente se refiere al juicio de la CVR sobre Sendero Luminoso. Este fue crítico, severo y condenatorio sin ambages. Nadie ha documentado los crímenes de Sendero Luminoso como la CVR. En su primera conclusión sobre esta organización, la CVR dice que: “[…] la causa inmediata y fundamental del desencadenamiento del conflicto armado interno fue la decisión del PCP-SL de iniciar la lucha armada contra el Estado Peruano […]” Y a continuación señala: “el PCP-SL fue el principal perpetrador de crímenes y violaciones de los derechos humanos […]” y que se “ha comprobado que el PCP-SL desplegó extremada violencia e inusitada crueldad que comprendieron la tortura y la sevicia como formas de castigar o sentar ejemplos intimidatorios en la población que buscaba controlar”. Así mismo, señala que “adoptó una estrategia orientada a provocar […] respuestas desproporcionadas por parte del Estado sin tener en cuenta el profundo sufrimiento que ello ocasionaba a la población” y que “ha constatado características terroristas del PCP-SL que se desplegaron desde un comienzo a través de ajusticiamientos realizados con sevicia, prohibición de entierros y otras manifestaciones delictivas, incluido el uso de coches-bomba en las ciudades.”

Todo eso consta en las conclusiones del Informe Final, pero además se expone las prácticas criminales y la ideología inhumana de esa organización, a la que incluso se atribuye un potencial genocida. ¿Cómo es posible, entonces, que ciertos políticos atribuyan a la CVR condescendencia hacia SL? Es preciso desterrar a la mentira impune, pues ella, además de inmoral, bloquea el conocimiento: los peruanos deben saber qué fue realmente Sendero Luminoso y para eso tienen un informe bien documentado. Los promotores de la mentira ocultan esa realidad.