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Entrevistas 14 de septiembre de 2021

Por Juan Takehara (*)

Ante la muerte de Abimael Guzmán, líder de Sendero Luminoso, conversamos con el historiador Antonio Zapata sobre el lugar de los crímenes de esa organización en la historia de violencia política y social en el país, entre otros temas.

¿Qué opinión tiene acerca de que el primer debate público ante la muerte de Abimael Guzmán haya sido sobre qué hacer con el cuerpo?

Lo primero que hay que decir es que hace 29 años estaba en prisión y que durante este lapso un Estado medianamente bien organizado habría discutido y establecido una norma sobre qué hacer con el cadáver de estas personas cuando mueren dentro de una instalación penitenciaria. Esto es una muestra de cuán fallido puede ser nuestro Estado, que reacciona cuando las cosas ya están consumadas y que se niega a buscar soluciones con prudencia en el momento oportuno. Lo segundo es que hay mucha politiquería, mucho afán de ganar puntos a través de la confusión; así, aparecen todos estos politiqueros para aprovechar su oportunidad de ganar esos puntitos extra ante la opinión pública, que no sé si le servirán a la larga, pero con ese afán se encargan de enredarlo todo.

La actividad subversiva de Guzmán y Sendero Luminoso fue claramente terrorista, pero además se inscribe dentro de una larga historia de violencia en el país.

Como historiador me corresponde hacer el análisis tomando como marco al Bicentenario. En los 200 años de existencia de la república los fenómenos de violencia política y terrorismo, a los cuales corresponde Sendero Luminoso (SL), han sido frecuentes. No cabe decir de pronto tuvimos una guerra interna en el Perú. En la década de 1870, antes de la Guerra del Pacífico, fueron asesinados dos presidentes de la República por sus opositores. En los años 30 el APRA mató a un presidente de la República y al director del diario El Comercio junto a su esposa. En los años 60 tuvimos guerrillas y en los años 80 grupos como SL y el MRTA, que realizaron ataques ya calificados como terroristas. Así, en cuanto a violencia política y terrorismo, hemos tenido bastante en nuestra historia y SL ha sido la última manifestación y también la peor. Puede haber un nuevo proceso de terrorismo en el Perú, en tanto las causas no han desaparecido, pero sus agentes serían otros.

¿Por qué la interpretación de Guzmán sobre el Perú estuvo tan equivocada?

Todos sabemos que Abimael viajó a China, fue un gran admirador de la revolución cultural – de la fase más extremista del maoísmo – y, al volver al Perú, quiso aplicarla, buscó hacer lo mismo, pero caracterizó a la sociedad peruana como semifeudal, cuando ya para los años 60 era evidente que existía un proceso de desarrollo hacia el capitalismo. Sus ideas totalmente equivocadas sobre el país lo llevan a plantear una revolución anacrónica. En vez de encontrar señores feudales como en China, lo que halló fueron grupos de campesinos y desató una guerra entre ellos, incluso contra lo que decía Mao, pues él más bien era procampesino. Guzmán Implantó una guerra atroz, cruel y sanguinaria. Esa fue la naturaleza de la guerra en la que envolvió al Perú; por eso la mayoría de sus víctimas estaban en el campo, eran jóvenes y quechuahablantes. De tal modo que su papel es terrible.

Además, hubo un culto a la personalidad, fanatismos que también vemos en los distintos caudillos que ha tenido el país.

Si comparamos a Guzmán con otros líderes comunistas hay que decir que “Gonzalo” – como se hacía llamar Guzmán – tenía pretensiones mucho más grandes que los demás. Me refiero a que, por ejemplo, a Lenin lo convierten en un ícono, pero antes de eso había hecho la Revolución de Octubre, había triunfado. Mao se vuelve héroe tras la revolución del 49, luego de derrotar a Chiang Kai-shek, quien incluso había liberado China de los japoneses, primero, y después del partido nacionalista. En cambio, Guzmán, sin haber ganado nada, se autodenominaba la “cuarta espada de la revolución” (al lado de Marx, Lenin y Mao). Nos encontramos ante un nivel de megalomanía peruana mucho más grande que la rusa y la china. Sobre lo que comentas, que esto del culto a la personalidad encaja con el caudillismo en el país, claro, Perú es un país de personalismos. Eso lo vemos a todo nivel. En el Congreso de la República casi no hay partidos; hay gente independiente que hace su carrera propia y que va cambiando de un grupo político a otro. El personalismo es muy característico de nuestra cultura peruana y Abimael Guzmán fue una manifestación de ello.

Podríamos afirmar que aún queda mucho por hacer en el país para estar seguros que el terrorismo no puede volver de ninguna manera. Desde la sociedad civil, ¿qué sigue a partir de ahora?

Recalcaría que hay bastante trabajo por analizar. No es que sea un tema ignorado. Aparte del monumental trabajo del Informe Final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación, que es un punto de partida, vemos que el Ejército ha publicado un libro oficial que es bastante bueno. Hay material testimonial. Por ejemplo, el comandante Jorge Ortiz escribió una historia desde el punto de vista de la Marina; Benedicto Jiménez publicó dos tomos sobre la policía, el GEIN y Sendero; Víctor Polay Campos publicó sus memorias; incluso Guzmán y Elena Iparraguirre hicieron un tomo de sus memorias. Es decir, los protagonistas han hablado, hay material. Por otro lado, han escrito investigadores, periodistas, politólogos, científicos sociales, antropólogos, tanto peruanos como extranjeros. Hay literatura abundante, sin mencionar una buena cantidad de tesis universitarias. Sí ha sido un tema que ha concitado la atención de la comunidad académica e institucional. Lo que pasa es que ese debate no ha trascendido tanto en la opinión pública.

¿A qué cree usted que se debe?

Creo que se debe a la interferencia de otros actores que han impedido que eso llegue a todos. Entre ellos veo grupos ultrapolitizados que en vez de pensar en el país piensan en su personal ganancia, en hacer politiquería al lado de los medios de comunicación que andan con ellos. Eso impide que todo esto que se ha trabajado alcance a la inmensa masa de la ciudadanía.

Es posible que ahora, ya muerto Guzmán, se vuelva a escribir sobre él desde distintos enfoques.

Supongo que saldrán muchas semblanzas biográficas en un futuro inmediato. Como historiador quisiera que se fuera más allá del personaje, y que se pensara en por qué en 200 años de República hemos tenido cinco o seis episodios muy violentos de guerras internas y de fenómenos que, aunque en esa época no se los llamaba terrorismo, podrían encajar en ese concepto si los miráramos bajo esa luz. Sería bueno que se entendiera que esto puede volver, aunque ya no en la forma de Abimael Guzmán o sus seguidores, y viéramos qué podemos hacer para evitar nuevos fenómenos como los que hemos tenido en numerosas ocasiones. Si se pudiera hacer un esfuerzo por ubicar ahí el debate, realmente me parecía que se daría un paso adelante.


(*) Integrante del área de Comunicaciones.

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