Por Isabel Jave (*)
Conversamos con Fabio Velásquez, sociólogo por la Universidad Javeriana de Bogotá, y actual asesor ejecutivo de la Fundación Foro Nacional por Colombia, sobre los avances de su investigación titulada Movilización y protesta social en Colombia 2019-2021: ¿Nuevos significados de la participación ciudadana? Este trabajo se enmarca dentro del Proyecto de Apoyo para Fortalecer los Procesos de Transición de Liderazgo en Organizaciones de la Sociedad Civil en Perú y Colombia, que se encuentra a cargo del IDEHPUCP, con el apoyo de la Fundación Ford.
¿Cuáles son las hipótesis que se plantean en su investigación?
Quisiera destacar tres hipótesis centrales en mi investigación. La primera sería la ruptura del orden conservador. La segunda hace referencia al nuevo sentido de la participación y la relación entre la movilización. Para finalizar, nos encontramos frente a una nueva configuración política que se ha venido construyendo en Colombia desde las elecciones del año pasado.
Para comenzar, creo que las movilizaciones en Colombia en el 2019 y el 2021 pusieron en tela de juicio el orden conservador que ha imperado en el país en el último siglo y medio. Este es un orden conservador con muchos trazos, pero los más importantes serían cuatro características de las que hablaré a continuación.
Para comenzar, este orden está fuertemente controlado por los partidos más importantes. En un inicio fueron los dos partidos tradicionales por lo menos hasta la Constitución del 91. Posteriormente le siguió un sistema multipartidista que de todas maneras le dio, hasta hace poco, un muy bajo margen de acción a la izquierda y que fue controlado por las élites más tradicionales del país. En segundo lugar, ese orden conservador fue definiendo una agenda pública la cual estaba muy acorde con los intereses de los grandes poderes económicos y políticos. En este sentido, fue la misma dirección política de una dirigencia de tiempo atrás de los dos partidos tradicionales, liberal y conservador, que fue definiendo por dónde tendría que ir la economía, cómo tendría que ser la política social, cuáles eran los derroteros más importantes del desarrollo reciente en los últimos 50 años, etc. Es decir, era una agenda definida desde arriba. En tercer lugar, se presenta una muy escasa posibilidad de que la sociedad civil y, particularmente, los sectores más desfavorecidos pudieran tener alguna influencia en la decisión de esa agenda. Por el contrario, estos sectores sociales estaban fuertemente controlados por las élites políticas a través de vías fundamentalmente clientelistas. Para finalizar, este era un orden autoritario; es decir, no tenía canales de comunicación de diálogo y de interacción entre los gobernantes y los gobernados, entre las autoridades públicas y la ciudadanía.
Pues bien, creo que las movilizaciones del 2019 y del 2021 en Colombia comienzan a representar un quiebre de ese orden conservador. Esto porque, en primer lugar, se presenta un activismo de la sociedad civil que no se había visto antes, por lo menos hace 50 años, y que se venía cuajando desde tiempo atrás particularmente en la época reciente desde la pérdida del plebiscito por la paz. Esa sociedad civil que perdió el plebiscito por la paz se fue organizando y, por lo menos desde el punto de vista electoral, comenzó a generar cambios graduales, no muy radicales; pero de todas maneras sí un cambio en la correlación de fuerzas, un activismo y una presencia mucho mayor de la sociedad civil en el escenario público y en las decisiones públicas.
Otro punto para resaltar es que esta movilización ciudadana planteó una nueva agenda en la que los temas tradicionales de la pobreza, la desigualdad, la falta de oportunidades especialmente para la juventud estuvo al lado de otros temas nuevos que comenzaron a surgir en los últimos 10 años. Entre ellos tenemos el tema ambiental, por ejemplo, en relación con la conservación de la naturaleza y la explotación de los recursos naturales no renovables. El tema de la diversidad social y cultural; el tema de los derechos humanos, en particular del derecho a la protesta; entre otros temas que estuvieron presentes también. En el fondo, lo que se presentaba era el intento de poner una agenda que desarrollará unas transformaciones económicas y sociales de fondo en Colombia. Eso también iba en contra de los postulados y de las bases sobre las cuales se levantó el orden conservador en el país.
En tercer lugar, es que ese cambio que está contenido en la nueva agenda ciudadana no necesariamente se pide que se transite a través de las instituciones partidistas que han sido dominantes a lo largo de mucho tiempo en Colombia. En estos casos vemos otras rutas como la protesta social, las relaciones directas entre la ciudadanía y las autoridades públicas que no necesariamente pasa por las instituciones políticas y por la mediación partidista. En otras palabras, el movimiento significó una especie de descentración de la política en el sentido de que ya los partidos tradicionales y el sistema partidista en Colombia no necesariamente era un canal apropiado para recoger esas reivindicaciones de cambio profundo y tratar de ponerlas en marcha.
Sobre la segunda hipótesis que nos plantea acerca de los sentidos de la participación ciudadana, ¿cuál sería la diferencia con protestas anteriores a las producidas en el 2019 y 2021?
Esta segunda hipótesis que me parece también muy importante hace referencia a los sentidos que genera la participación. Digamos que en Colombia ha habido movilizaciones como lo ha habido en muchos países de América latina sin que necesariamente Colombia sea un país que se destaque por ser un país muy movilizado precisamente por ese control tan fuerte que han tenido las élites políticas sobre el movimiento social. Pero ha habido movilizaciones que eran fundamentalmente de sectores obreros, campesinos, indígenas y estudiantiles; si queremos poner cuatro ejemplos. Estos siempre buscaban poner siempre en el escenario público una serie de reivindicaciones y tratar de negociarlas. El origen del paro de 2019 y del paro de 2021 fue parecido. Un comité nacional de paro que pone sobre la mesa unas reivindicaciones y llama a la ciudadanía a que salga a las calles para marchar en protesta de unas políticas públicas que había sugerido el gobierno del presidente Duque en el año 2019 y en el año 2021 en contra claramente de la reforma tributaria y de la salud. Entonces, en principio estamos frente a movilizaciones que tenían como objeto sentar al Gobierno a la mesa de negociación y tratar de sacar adelante algunas reivindicaciones que se venían difiriendo de tiempo atrás.
Sin embargo, ese carácter tradicional, clásico, ya conocido de la movilización se fue transformando poco a poco. El comité nacional de paro, que fue el digamos la plataforma que se encargó de orientar las primeras movilizaciones tanto en el 2019 como en el 2021, comienza a perder el control de las movilizaciones. Estas son nutridas por nuevos sectores que no están organizados tales como pobladores de barriadas pobres, amas de casa, sectores medios empobrecidos. Estos sectores comienzan a salir a la calle espontáneamente sin más reivindicación que la de querer vivir mejor y de querer cambiar la economía, la sociedad y la política en un país que no los incluye ni los considera como parte de la comunidad política.
Entonces, el sentido de la movilización cambia, adquiere un tono mucho más espontáneo y, sobre todo, adquiere un lenguaje más político con el mensaje: “queremos cambiar el país”. Ya no se trata de que la educación sea gratuita, aunque sigue siendo importante que lo sea. Ya no se trata de evitar reformas laborales que flexibilicen cada vez más los contratos laborales y perjudiquen a la población trabajadora, aunque eso también seguirá siendo necesario. Ya no es solamente la reivindicación por proteger la naturaleza o por evitar la depredación ambiental a partir del modelo extractivista en Colombia, aunque eso también era importante. Aquí lo importante es que hay un sentido político de la movilización porque lo que está detrás de todas las reivindicaciones es un deseo de cambio político. La gente ya no quiere más el discurso de los partidos tradicionales, la dirigencia de los partidos tradicionales ni a los partidos tradicionales mismos. Quiere un cambio de actores, en las instituciones políticas y, sobre todo, un cambio incluyente que le permita a la gente ser tenida en cuenta en las decisiones.
En este punto, la participación ya no es simplemente un dispositivo para mejorar la gestión de lo público, sino que se convierte en la herramienta que la ciudadanía pone en marcha para reivindicar un cambio de fondo del sistema político, económico y social. Es esto lo que le da un tono distinto a la participación ciudadana porque ya desde la movilización social no se trata simplemente de reivindicar cuestiones sectoriales que interesan a unas poblaciones determinadas o a unas organizaciones determinadas, sino que lo que está pidiendo la gente es fundamentalmente otro país. Los jóvenes que protestaban en las calles decían: “ya no tenemos nada que perder, lo que queremos es otra Colombia en la que se nos reconozca, donde seamos incluidos en las decisiones públicas y en la que haya mayores oportunidades”. Eso obviamente está fuertemente cargado de un sentido político no partidista, de la necesidad de un cambio a fondo de las estructuras económicas y políticas.
En su tercera hipótesis planteó una relación entre las protestas del 2019 y el 2021 y los resultados de las elecciones del 2022 donde salió como presidente electo Gustavo Petro. ¿Cómo se podría lograr esta conexión entre estos dos sucesos?
Esta hipótesis al principio no había sido considerada, pero ha ganado mucho interés por los acontecimientos que han ocurrido recientemente en Colombia. Aquí se plantea que hay una relación directa entre la movilización y el triunfo de Gustavo Petro a la presidencia de la República. Estoy tratando de manejar todos los datos electorales para darle digamos una base factual a esta hipótesis, pero todas las opiniones que he consultado y todos los indicios que muestran la realidad señala efectivamente que hubo una relación directa entre el entusiasmo, el carácter y el alcance de estas movilizaciones, en el sentido en que lo acabo de expresar, y el triunfo electoral de Gustavo Petro en las elecciones de junio del 2022. Incluso hay una relación directa entre la movilización y la manera como se quedó conformado el Congreso en las elecciones de marzo también de 2022. Nosotros cambiamos en marzo el Congreso y en mayo-junio las dos vueltas presidenciales del 2022. Con esas elecciones, la composición del Congreso cambió al punto de que la bancada del pacto histórico, plataforma de partidos que le garantizó el triunfo a Petro, es hoy la plataforma que tiene mayor número de representantes en el Congreso en Colombia, aunque no tienen mayoría. Sin embargo, es el partido que más representantes tiene en el país. Y el triunfo de Gustavo Petro, sin duda, tiene mucho que ver. La hipótesis nuestra es que los algunos de los jóvenes que eran abstencionistas fueron a votar en primera y segunda vuelta. Pero principalmente los nuevos electores, los primivotantes, también tuvieron una actividad bastante grande. Incluso el encargado del organismo electoral dijo el mismo día de las elecciones que la abstención disminuyó por la participación de los jóvenes y primivotantes que acudieron en masa a las urnas y que seguramente depositaron su voto por Gustavo Petro.
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(*) Asistente de prensa.