Por Juan Takehara
Con el gobierno de Pedro Castillo en marcha y ante sus primeras decisiones, conversamos con Eduardo Dargent, doctor en Ciencia Política y profesor de esa especialidad en la PUCP, quien considera que el gabinete Bellido no solo genera una confrontación innecesaria, sino que además podría impedir el desarrollo de una política a favor de los derechos humanos.
Estamos en la primera semana de este nuevo gobierno y ya aparecen las primeras propuestas de vacancia ¿Era esperable esa situación? ¿Es el primer ministro Bellido el factor que precipita esa actitud en ciertos grupos?
Es prematuro hablar de vacancia cuando hay otros mecanismos para controlar el gabinete. Puede haber censura de ministros y, si sigue apareciendo información grave, llegado al caso también puede no darse confianza al gabinete. Sin embargo, en el escenario polarizado en que nos encontramos no sorprende que haya vuelto el tema de la vacancia tras el nombramiento de Bellido. Ha sido tremendamente irresponsable haber nombrado a un premier de esas características porque, para aquellos que tenían desconfianza, es como una confirmación de todo lo que se venía diciendo sobre el tipo de gobierno que Perú Libre iba a hacer. Para entender la gravedad de esto habría que pensar cómo hubiese sido percibido y cómo se hubiese reaccionado a un nombramiento equivalente desde el lado del fujimorismo. Llegas al poder después de dar garantías y, de repente, colocas a alguien que es ambiguo con Sendero Luminoso y que en su Facebook – imaginemos los paralelos con la derecha dura – defiende abiertamente los ataques contra personas homosexuales, celebra citas de Stalin o alaba la política sanitaria de Corea del Norte. No estamos hablando de temas menores, sino de una serie de posiciones que son una vergüenza en temas de derechos, de libertades básicas y de política democrática. Me parece que al haber hecho algo tan ofensivo en un ambiente polarizado el presidente Castillo, más allá de cuál sea su intención real, iba a despertar nuevamente ideas de vacancia y sobre todo creo que termina levantando al sector más duro de oposición. Si se quería gobernar bien y gobernar para todos en términos democráticos correspondía bajar esa tensión. El pedido de vacancia es exagerado, pero nos hemos metido en esta discusión por una grave acción del gobierno entrante, que dio un discurso aceptable el 28 de julio y que luego hace un nombramiento que activa todas las alarmas. Si observas, notarás que fue el nombramiento lo que desencadena una crítica que trasciende a los que ya venían cuestionando a Castillo y Perú Libre desde la segunda vuelta, y que se extiende incluso a sectores que defendieron la legitimidad de la elección y que no criticaron de similar manera el discurso presidencial.
¿Consideras que, teniendo en mente las tensiones sobre una asamblea constituyente, se ha designado este gabinete justamente porque es en el terreno del conflicto donde el nuevo gobierno se siente más cómodo?
En ese tipo de izquierda en donde se ubica Perú Libre hay una visión dogmática y populista que entiende la política como conflicto, y que usa el conflicto como arma política. Sería exagerado decir que, con ese ideario, sorprende que hayan optado por un premier de ese tipo. Pero la política no es puro esencialismo. Existe también espacio para evaluar tu situación, aprender y cambiar de acuerdo con lo que te muestra la realidad, especialmente si quieres hacer un buen gobierno. E incluso hemos visto en la historia de la región cómo en el camino eso llevó a partidos con rasgos autoritarios de derecha o izquierda a una situación en la que terminan aceptando ciertos valores democráticos que antes no eran suyos. El contexto y una mirada realista te modera. Eso no sucedió en este caso, y hay que recalcar que el nombramiento no es solo ofensivo sino también torpe; una mala lectura de dónde uno está parado. Queda la impresión, para desconfiados y no tan desconfiados, de un gabinete de choque. Parece que algunos de Perú Libre creen que una buena forma de comenzar a gobernar es ponerse fuerte frente al congreso – seguramente por los antecedentes del parlamento anterior -, pero creo que el efecto va a ser todo lo contrario. Terminan escalando el nivel del conflicto y sacando de su órbita a posibles aliados que podrían bajar la tensión, todo lo cual pone en riesgo sus propios proyectos y planes en un contexto de crisis del Estado. El “realismo” del que cree que gana con el conflicto termina siendo, digamos, poco realista y es algo que el presidente Castillo debería aprende rápidamente. Los que le aconsejan el camino del conflicto como remedio efectivo para su debilidad no le están mostrando un panorama político completo. Y si él lo cree, pues mucho peor.
Personalmente estoy muy preocupado por el tipo de liderazgo de Bellido. Me parece que su nombramiento es un gesto que muestra displicencia y arrogancia. Nos hace pasar de ese negacionismo y discurso del fraude sin prueba alguna que se cargó el país por varias semanas a un gobierno que está colocando sus prioridades y su lógica de asignación de cuotas de poder por encima de la población. Un problema central en este momento es la gestión de un Estado complejo, con límites en sus capacidades, de recursos escasos. Eso requiere tener cierto conocimiento del Estado que permita darle estabilidad al gobierno. Se ha optado por un cuoteo bastante irresponsable En otros países, cuando tienes ese tipo de negociación corporativista – estoy pensando en el MAS boliviano, los peronistas en algunos momentos en Argentina -, cuando se nombran ministros de diferentes vertientes y grupos sociales se logra cierta estabilidad y orden en el país (aunque se discrepen de sus políticas y objetivos). Me parece que en este caso se han repartido cargos entre organizaciones sociales muy débiles y pequeñas que compiten con muchas otras, donde no está claro quién manda ni a quién representan. Lo que ha resultado es una repartición bastante irresponsable y sin mecanismos de control de daños. Y no es que, como se dice, recién ahora se esté criticando la improvisación. Yo ando sorprendido de que tanta gente esté usando el argumento de que “recién” se dicen ciertas cosas o que las críticas al nuevo gobierno son hechas por racismo o centralismo. Yo sí recuerdo haber escuchado muchas críticas en el pasado cuando se nombraban personas sin experiencia en ministerios clave. Se hizo contra el gabinete Cateriano, por ejemplo, o contra nombramientos de Alan García en ciertos momentos. Se debe criticar a esos ministros que difícilmente van a poder cumplir con la gestión. Personalmente, creo que es bueno que se nombre en los gabinetes más políticos de lo que estamos acostumbrados a ver, porque un político del grupo ganador va a dar la pelea para desarrollar políticas que marquen el éxito de su gestión. También es muy bueno que se busque talento fuera de Lima, porque rompe dinámicas muy centralistas en las prioridades de política pública. Pero ahora estamos hablando de casos extremos, de ministros con poca experiencia, varios cuestionados y que vienen de organizaciones con baja representatividad. Los días próximos seguramente serán una mezcla de conflicto ideológico y polarización, pero temo que también sean una continua crítica a problemas de gestión en un momento en que eso no debió ponerse en riesgo. Ojalá que los viceministerios y otros espacios sean llenados con personal competente y autónomo, no obedeciendo a intereses electoreros o partidarios.
«Si el Congreso se defiende frente a avances autoritarios del gobierno hay que tener en cuenta que dentro del Congreso hay también personas que no estén pensando necesariamente de forma democrática».
¿Es posible que, ante las debatibles propuestas del gobierno se adopte la actitud de «patear hacia adelante” los problemas generando diarias situaciones de conflicto que no podamos abordar y terminemos por concentrarnos solo en problemas de impacto mediático?
No lo tengo claro. Creo que se abre un juego distinto al de estos últimos años y que no pasa solo por lo ideológico. En este tiempo, desde la transición, el Ejecutivo se ha opuesto al Congreso cuando pasaban propuestas consideradas populistas, a veces limitando demandas importantes, pero otras controlando despropósitos. Este último año este control ha sido más claro. Hemos visto grandes concordancias de grupos políticos en el Congreso al momento de aprobar leyes dañinas o que son abiertamente una ficción, como la devolución de aportes de ONP, por ejemplo. Fueron detenidas por un Ejecutivo, que las llevó a un Tribunal Constitucional donde todavía hay juristas que entienden que estas propuestas son imposibles de cumplir. Va a ser interesante ver qué pasa ahora con un gobierno que tiene en sus bases a quienes han apoyado algunas de estas propuestas o que cree ilusamente que en el país hay abundantes recursos, y que el problema es no hay voluntad de distribuirlos. La presencia de Pedro Francke en este momento probablemente garantice un cuidado de caja y control del déficit, pero queda por ver como se resolverá esta tensión y si se seguirán observando leyes inconvenientes.
Una gran preocupación que me deja esta situación de negociación de leyes populistas es que no veo que en el Congreso haya espacios fuertes de defensa de libertades y derechos. Son muy poquitos los que quedaron defendiendo esas posturas. Es más que posible que se generen acuerdos a través de bancadas en los que los derechos sean carta de negociación. Incluso lo que uno llamaría el «centro» mayoritario en el Congreso no se caracteriza por ser un centro ideológico o de respeto a las libertades básicas. Es más bien un centro intuitivo, que no es de izquierda ni de derecha en términos económicos, pero sí conservadores en temas de libertades. Algo como lo que sería Acción Popular y, aunque menos, Alianza para el Progreso. Vamos a tener una presencia política limitada para defender la agenda por los derechos. El gobierno tiene algunas personas alineadas con esa defensa, pero tienen otras que claramente no lo están, y en el lado del congreso veo una mayoría que no le va a dar importancia. Se vienen años en los que la sociedad civil tendrá mucho que decir. Y ojalá los partidos democráticos se preparen para recuperar en las próximas elecciones municipales y regionales algunos espacios desde donde se pueda defender derechos.
Aunque las promesas populistas del presidente Castillo sean rechazadas en el Tribunal Constitucional, lo que va a quedar es la percepción de un retroceso en los temas de derechos humanos. ¿Es necesaria una respuesta rápida desde la sociedad civil?
Como mencionaba antes, la sociedad civil tiene que estar muy atenta a lo que podría ser un aumento de presión sobre temas básicos de libertades. No hay similar apoyo político ni la vocería política que antes había sobre ciertos temas de libertades básicas. Habrá que criticar y defenderlas. Al mismo tiempo es importante siempre tener abierta una puerta de negociación con los sectores del gobierno que sí puedan apoyar esos temas. No hay que perder de vista que uno puede cerrar esas posibilidades de defensa si no dialoga. Al mismo tiempo, hay que percatarse de que los posibles aliados en algunos temas democráticos pueden no ser democráticos en otros temas. Si el Congreso se defiende frente a avances autoritarios del gobierno hay que tener en cuenta que dentro del Congreso hay también personas que no estén pensando necesariamente de forma democrática. Y no toda defensa del Congreso, como bien sabemos, seguirá cauces democráticos. Es un tiempo difícil para la defensa de libertades porque se tendrá que hablar con muchas personas, dialogar, conversar, pactar, pero también enfrentarse y ser firmes en determinadas situaciones. Y los aliados en un momento no serán los mismos en otro.
Se comenta que, en el fondo, tanto para la derecha como para un sector de izquierda, todo este rechazo inicial respondería a un miedo más amplio y complejo: perder las posiciones que ambos grupos han adquirido a través de sus alianzas con empresas y también con el mismo Estado.
Es una forma muy simplista de ver las cosas. Sí, hay quienes no cederán nada frente a este gobierno y quienes han visto afectadas sus posiciones de acceso al Estado. Pero creo que los miedos son diversos, no cabe simplificarlos. Hay algunos casos que me han parecido histéricos, racistas o completamente de ciencia ficción. Cuando dicen que el Banco Mundial y el Foro de Sao Paulo se dan la mano para tomar el poder por un nuevo orden mundial hablamos de otro nivel de fantasía. Pero hay otros que creo son muy razonables: el temor a que se afecte tu proyecto de vida, el temor del empresario a perder la estabilidad económica y diferentes cosas que damos por sentado pero que pueden dañarse rápidamente. Buena parte de lo que el gobierno haga en los próximos días va a mostrar, primero, si se puede construir cierta estabilidad y tranquilidad, y segundo, cuánto va a estar alineado con valores democráticos como los que defiende el Idehpucp. Va a ser clave que los demócratas estén involucrados en estos temas, pero siempre con cierta prudencia para no ser parte de un cargamontón que pueda venir del lado autoritario. Se trata de saber reconocer los problemas y poner límites a un gobierno que viene de una trayectoria y de ciertas raíces bastante autoritarias. Ese juego es muy complicado y sí creo que habiendo comenzado el gobierno con el nombramiento de Bellido estamos nuevamente hablando de cosas que se debieron haber evitado. La crítica dura de un sector iba a estar presente de todas maneras, pero sí se podía bajar el tono y ganar a otros sectores, darles garantías. De hecho, había mejores augurios luego del discurso del 28, a pesar de imprecisiones y puntos polémicos. Ahora estamos de nuevo en crisis. Espero que el Presidente no comparta esas posiciones, que vea que esta ruta que ha elegido no solo es mala para el país, sino también mala para él mismo, y que se dé cuenta de que su aliado Cerrón están pensando más en él y su grupo que en el futuro de su gobierno. Veremos qué pasa, pero las cosas se ven muy mal.
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