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Entrevistas 23 de junio de 2020

Por : Juan Takehara

Si bien el COVID-19 es un tipo de virus nuevo, el racismo no lo es. Está incrustado en nuestra sociedad y lo vemos constantemente brotar de forma pública en los medios de comunicación y en medios sociales. Para observar cómo es que el racismo se ha manifestado durante la pandemia conversamos con el periodista  y escritor Marco Avilés,  (Abancay, 1978), autor de ‘No soy tu cholo’ y ‘De dónde venimos los cholos’.

La cuarentena en el país se acerca a los 100 días. ¿Cree que es momento de que el gobierno modifique el mensaje “Quédate en Casa”? ¿considera posible que un sector de la población sienta este mensaje excluyente, ya que millones de personas deben salir a las calles a trabajar?

El gobierno debería modificar sus mensajes de manera continua, no solo cada cien días. En el caso de estas campañas de comunicación hay algo básico: muchas figuras de parte de las comunidades indígenas han estado señalando que estos mensajes, para comenzar, están construidos en español y pensados para una experiencia urbana, para gente que vive en las ciudades y para personas que pueden y tienen los medios para quedarse en casa. Estas campañas han tenido esa limitación. No quiero decir que hayan sido malas y deban erradicarse, pero quizá solamente eran eficaces para una parte de la población. Hemos visto que muchísimas personas en el Perú desde los inicios de la cuarentena se han visto obligadas a salir de sus casas intentando ganar dinero para poder comer. Hay una realidad que, por lo menos en materia comunicativa, el Estado no ha podido interpretar. Lo que estamos viendo ahora es un país donde el Estado está distanciado de la población de una manera brutal y esto va más allá de la responsabilidad de este gobierno. Se ha estado construyendo durante 200 años. Estamos en un momento en donde el Estado tiene dinero, pero no puede entregarlo a las personas porque los puentes hacia estas personas están rotos. Me parece que eso es lo trágico. Tenemos que rescatarnos a nosotros mismos.

En esa línea, ¿cómo lidiar con las campañas “aplausos/rechazos desde el balcón”? Durante meses las redes y los medios han compartido mensajes e incluso campañas publicitarias donde desde el balcón diversas personas no solo comparten sus actividades, sino que también les sirve para estigmatizar desde esa posición a los que se encuentran fuera.

Hemos avanzado por varios capítulos. Primero fueron los aplausos como signo de gratitud, sobre todo en ciudades donde las personas agradecían a los servidores públicos por su entrega, por el hecho de estar en las calles en momentos que era peligroso estar ahí. Pero ahora, tal como han estado ocurriendo las cosas, ya no se trata de agradecer a los servidores públicos como enfermeras, médicos o policías, sino de salvarlos porque están enfermándose y muriendo de una manera espantosa. Estamos en un punto dramático. Me parece también interesante pensar cómo termina pareciendo que las experiencias de las élites fueran las experiencias de toda la sociedad. Los aplausos, las gratitudes, el tedio de la cuarentena, el tedio de estar encerrados en las casas terminó acaparando las redes sociales y parecía que esa era la experiencia principal de la pandemia, mientras que las vidas cotidianas de las personas más pobres no conseguían exposición. Me refiero a la experiencia de no tener comida en la casa, de no tener dinero, de no tener cuenta bancaria donde el Estado podía depositarte dinero. Esas experiencias no han tenido notoriedad. Las personas más visibles o con mayor poder terminamos convirtiendo nuestras tragedias en tragedias generales.

«Parece que estamos hablando en Latinoamérica de racismo por primera vez, sin embargo, las comunidades indígenas y afrolatinoamericanas han venido denunciando este problema desde hace décadas»

Abundan frases como “te contagiaste porque sales” refiriéndose a quienes están en las calles vendiendo o buscando ganar algo de dinero. Poco a poco, eso ha devenido en estigmas raciales o de clase: la enfermedad es con frecuencia asociada a un cierto nivel económico y zona de residencia.

Sí. Hay una tendencia de las élites a culpar a las personas más vulnerables de las desgracias del país. Se puede entender la lógica desde las dinámicas de poder. Si algunos tienen acceso a los medios de comunicación para colocar mensajes violentos desde el poder, otras personas con menos poder no pueden dar un mensaje distinto desde los medios de comunicación. La estigmatización desde el poder es un fenómeno más difícil de contestar. Mientras los economistas, periodistas, políticos usan sus plataformas para castigar y condenar la informalidad o la supuesta irresponsabilidad de las personas pobres que están en las calles, estas personas no tienen la misma plataforma ni el mismo tiempo para poder responder a esos mensajes que muchas veces se pueden explicar desde la discriminación y racismo. El clasismo y racismo –no hay que olvidarlo– vienen juntos.

Tras el caso de George Floyd, ¿cómo observó la cobertura mediática en el Perú sobre la forma de analizar el racismo en EE.UU. y qué tipo de comentarios resaltaría desde la comunidad afroperuana?

Consumimos la cultura de Estados Unidos de una manera muy amplia, poco comparable con el consumo de la cultura de ningún otro país. Este fenómeno es mundial. Con eso quiero decir que el impacto de Floyd se ha sentido en Latinoamérica y Europa y ha hecho hablar a muchos de nuestros países sobre racismo. El tema es que parece que estamos hablando en Latinoamérica de racismo por primera vez o que estamos empezamos a hablar de racismo recién a raíz de estos hechos; sin embargo, las comunidades indígenas, las comunidades afrolatinoamericanas han venido denunciando este problema desde hace décadas. Lo que ocurre es que las élites más educadas no han estado interesadas en sumarse a esta discusión, o en el caso de los medios de comunicación no han estado interesados en darle plataforma a estas discusiones sobre el racismo desde las comunidades indígenas afroperuanas. La pregunta es por qué. Este es un factor que vemos en los medios de comunicación en el Perú. Son espacios donde casi no hay personas o voces indígenas o afroperuanas. Es una manera de empezar a respondernos donde lo afro es un tema casi teórico, pero no una realidad, donde una persona afroperuana es solo una noticia, pero no una persona que cuenta las noticias. Vemos el periodismo político en el Perú y contamos con los dedos de una mano a los afroperuanos que narran noticias o analizan la política. Hay ahí una cuestión estructural que ahora podemos conversar de manera abierta. El hecho que haya más personas dentro de los medios de comunicación y las redes sociales interesadas en el tema nos permite un espacio más abierto y franco para poder discutir de esto. El impacto del Black Lives Matter creo que se puede explicar, en buena cuenta, porque muchas de las élites latinoamericanas están ahora más abiertas a hablarlo. Uno de los retos es que hablar de racismo no sea hablar de racismo de Estados Unidos, sino del racismo dentro de nuestra propia sociedad.

Durante la pandemia un tipo de discriminación que también observamos ha sido la lingüística. Hay quienes rechazan que las clases a distancia sean en idiomas originarios. ¿Cree que existe grupos que al buscar la castellanización someten otras culturas?

Las culturas llamadas indígenas han estado sometidas durante muchísimo tiempo. Tienes un país con medio centenar de lenguas y el Estado solo te habla en español. Es un Estado con muchos problemas para comunicarse con gran parte de su población y si a esto sumamos que hay voces desde el poder que piden que se brinde servicios solo en español, estamos en una sociedad donde el etnocidio es casi normalizado. El etnocidio no solo debemos verlo como masacre de pueblo, sino como su desaparición por la vía del mestizaje. Cuando las personas dicen que en el Perú solo debe brindar servicios en español lo que está diciendo es que las personas que no hablan en español tendrían que aprenderlo y olvidar sus lenguas. El olvido de las lenguas es un camino a la desaparición de una cultura. También es importante entender quién lo dice. Muchas veces las personas que están en un activismo por la desaparición de las lenguas son básicamente personas que solo hablan español o no hablan otras lenguas. Es difícil que una persona que habla awajún solicite al Estado no brindar servicios en su lengua.  Esto es muy complicado porque nos habla de una sociedad donde personas del ecosistema en español están decidiendo los destinos de personas quechuas, awajunas, ashanikas, y de otras culturas sin incorporarlas en la discusión. Ese es el Estado donde los indígenas son tratados casi como niños que tienen que ser tutelados.

Finalmente, ¿a qué conclusiones cree que se podría llegar después de tantas semanas en que racismo, crisis sanitaria, desempleo y xenofobia han coincidido?

Me parece interesante esta aparente lucidez repentina sobre cómo la pandemia “nos está mostrando las desigualdades”, aunque también es importante decir que las desigualdades y el racismo se han estado estudiando antes de la pandemia. Se sabía, pero no queríamos verlo. Ante esta repentina lucidez, ante la gravedad de la pobreza, de la desigualdad, de los discursos racistas, ante la inviabilidad del centralismo en el Perú, la pregunta es qué hacemos con esto, hacia dónde vamos. Ya sabemos que estamos como enfermos, que tenemos esta condición. Ahora la pregunta es cómo nos recuperamos y cómo creamos el clima para discutir y debatir sobre nuestra recuperación. Este es el reto, el ser optimista en medio de esta tragedia y que ese optimismo esté unido a la acción. No podemos ser optimistas cruzándonos de brazos y solo compartiendo fotos del atardecer en Lima con frases bonitas diciendo “va a haber un mañana”. El optimismo tiene que estar unido a la acción y si queremos superar el racismo y la desigualdad, tenemos que trabajar con ese objetivo. Tenemos que ser antirracistas en nuestros entornos y en nuestras familias y trabajos y generar y contagiar el entusiasmo por la conversación alrededor de estos temas. Como dicen muchas personas que analizan este problema desde hace años: «no hay manera de no ser racista». Las opciones que te brinda la vida son: o eres racista o eres antirracista. El no racista es aquella persona que ante un problema se pone de perfil o cierra los ojos. El ser no racista es también una forma de conciliar con el racismo.

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