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Entrevistas 5 de octubre de 2021

Atravesar por un juicio en el Perú significa recorrer un camino largo y engorroso en el cual una persona se enfrenta a un sistema legal en el que muchas veces se siente vulnerable y cuestionado por la misma sociedad. En el caso de las mujeres, esta situación puede ser particularmente más hostil, pues en ese caso se hace frente, además, a estereotipos y estigmas de género. A fin de abordar esta problemática muchas veces ignorada y tomando como ejemplo el caso de los juicios de tenencia familiar los creadores del grupo independiente Otro/Colectivo Teatro nos hablan de su obra teatral “Juzgado de Familia N° 6”, un unipersonal creado para la plataforma Zoom a cargo de María Angélica (Nani) Pease y la dirección de Tirso Causillas, en la que se explora la tensa relación que existe entre las mujeres, las leyes y la violencia a su alrededor.

El arte ha sido un medio para revelar los problemas que afectan a grupos vulnerables y minorizados. ¿Cómo observan esto actualmente y en especial en el teatro?

Tirso: Creo que el arte tiene el potencial de hacer visibles dimensiones invisibilizadas o reprimidas de nuestra experiencia personal y social. De forma más específica al arte escénico, el cuerpo en escena nos conforta con un otro que se hace muy difícil de evadir. Desde ahí, muchas prácticas liminales entre el arte y la acción política aprovechan esta condición para irrumpir con órdenes alternativos para los cuerpos. Por otro lado, creo que es necesario observar las potencialidades políticas de nuestro trabajo artístico siempre teniendo en cuenta sus límites; la circulación y producción artística suele estar privilegiada en ciertos circuitos que es necesario ampliar e interconectar.

Nani: Creo que el arte en general tiene la capacidad de traer aquellas narrativas incómodas que coexisten con los discursos hegemónicos y pugnan por ser voz. El teatro que nos gusta ver y hacer comparte esa preocupación por visibilizar aquello que aún nos es difícil ver. Creo que hay colectivos escénicos preocupados con ello desde hace mucho, como Yuyachkani, y siento que la creciente politización de la sociedad peruana, la cual es muy positiva, nos está haciendo que sea menos extraño entender el arte en su rol político.

Juzgado de Familia presenta un fuerte interés en transmitir una situación poco reconocida. ¿Ese fue el objetivo principal o es parte de una serie de acciones que buscan evidenciar?

Nani: Efectivamente, queríamos compartir nuestra preocupación por esa problemática y tratar de pensar colectivamente qué la condiciona. Es tan abrumador el alcance de la violencia contra la mujer, tan impune, que queríamos compartir esa rabia que sentimos de que el tema se haya vuelto en el imaginario algo natural y que puede ser ignorado. Sentimos que no había ninguna historia capaz de abarcarlas a todas y por eso trabajamos con la sensación que tiene una mujer de que su historia de violencia no merece ser contada y es insignificante.

El teatro a distancia ha generado una apuesta nueva a partir de las necesidades actuales. Sin embargo, es también una oportunidad para llegar a nuevos públicos. ¿Qué dudas iniciales tenían y qué descubrimientos han encontrado?

Tirso: Lo primero a lo que tuvimos que enfrentarnos es al reconocimiento de que esta es una virtualidad forzada, no queríamos hacer teatro por Zoom. Y, desde ahí, decidimos trabajar con el “obstáculo”, hacer de la cámara, el celular, etc., nuestro lugar de trabajo, improvisación de juego. Hacernos cargo de que no estamos en un teatro. Para esto, tenemos una serie de estrategias que van desde actividades participativas, uso de cámara celular en mano, etc. Lo que nos interesa es que, en lugar de pretender que el zoom no existe, usemos la plataforma para conectar con el público.

La obra denuncia una situación real, constante y prácticamente sin una solución a la vista. No solo vemos maltrato y desinterés por parte del sistema judicial; más grave es la sensación de que es un problema que pocos hemos interiorizado como público. ¿Qué comentarios han recibido de los espectadores? ¿Han recogido testimonios similares?

Nani: Qué bonita pregunta, gracias. Efectivamente es una historia invisibilizada. Las feministas venimos gritando prácticamente solas sin que ello se traduzca en ningún cambio concreto. Todas las personas hemos visto los casos de violencia en televisión y en redes, pero lo que invisibiliza la problemática es la enorme legitimidad que sigue teniendo la violencia hacia la mujer, por un sistema de justicia que promueve la impunidad. Desde allí, sientes que todo grito es inútil.  Al hacer la obra, sin embargo, hemos compartido, recibido, acogido muchas historias como la de la obra que necesitan ser contadas. Tal vez la obra sirva para eso, para darnos fuerza y no cansarnos en esta lucha, que va a ser larga.

Cuando se reinicien las actividades presenciales, ¿qué tipo de teatro quisieran que aparezca en los próximos años?

Tirso: Creo que la pandemia nos ha colocado en una situación de duelo que es radicalmente personal y, al mismo tiempo, colectiva. Después de años de crecimiento económico neoliberal y “disciplina fiscal”, se hizo visible que nuestro sistema de salud era totalmente ineficaz y que el privado era peor, ya que quedó totalmente inoperante por meses. Somos el país con mayor tasa de mortalidad en el mundo y hace poco leí que uno de cada 100 niños ha perdido a un padre, madre o tutor en nuestro país. Hay un gigantesco dolor por procesar y es necesario apuntar a las causas políticas de este: no podemos seguir aceptando que la salud sea un negocio. Un teatro que piense esas historias, que manifieste la rabia que la injusticia produce, que ayuda a procesar…, ese tipo de teatro desearía para los próximos años. 

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