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Entrevistas 22 de diciembre de 2020

El 4 de diciembre el doctor Rolando Ames Cobián recibió por parte de la PUCP la distinción de profesor emérito tras 51 años como docente en el departamento de Ciencias Sociales.  En esta última entrevista del 2020, el IDEHPUCP quiso conversar con el doctor Ames, quien es parte de nuestra asamblea de miembros, a fin de conocer más sobre su destacada trayectoria y también sobre temas de actualidad.

El profesor Ames señala como una de las responsabilidades más importantes de su carrera el haber sido miembro de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR). Conversamos con él sobre esta experiencia y recogimos su opinión sobre temas de actualidad tales como el regreso a la bicameralidad en el congreso, la situación en la que llega el país al bicentenario y lo que cabe esperar de los jóvenes en las próximas elecciones.

Al repasar su trayectoria resalta su labor en la Comisión de la Verdad y Reconciliación, ¿qué importancia le otorga en la actualidad al Informe Final de la CVR?  

En éstos últimos años hemos avanzado en diversos esfuerzos encontrados, unos orientados más bien al crecimiento económico y otros a asumir nuestra identidad social, rural, y nuestra propia historia, que es tan contradictoria. Lo que me parece importante es insertarnos en esa historia larga que es el Perú, un país que, a diferencia de los países vecinos, ni siquiera nace cabalmente con la república, puesto que la mayoría de nuestra población estaba constituida por pueblos originarios andinos y amazónicos que tardaron casi cien años en ser integrados con la modernización económica. El Perú ha empezado a asumir esta diversidad y creo que la CVR también está ligada a esta historia larga y contradictoria. Recordemos que Sendero Luminoso empezó su guerra desde el campesinado, desde los maestros en Ayacucho y resultó ser una guerra no solo inesperada sino sobre todo incomprensible para el Perú moderno. Es por eso que el Informe debe seguir tratándose con enorme seriedad y franqueza.

«Sin haber sido necesariamente partidario de la bicameralidad, creo que sí sería conveniente. Pero es importante es que la gente comprenda que en una crisis tener un mal gobierno significa siempre el mal mayor»

En un nuevo ciclo electoral, existe cierto consenso en volver a la experiencia de la bicameralidad. Como exsenador, ¿cree que es una medida acertada o el balance de poderes depende de otros factores? 

Sobre el balance de poderes, lo que vemos es una gran tensión entre el poder económico y el poder político. Hemos vivido décadas donde la política ha cedido su condición de espacio de gobierno representativo a un manejo económico que, como fue lo que nos sacó de la crisis de la hiperinflación, ha aparecido como una panacea. Nos debe claramente importar el crecimiento económico, pero podemos replantearnos cómo no ha resultado incluyente. En esa línea, creo que volver a las dos cámaras es un elemento más concreto para superar el riesgo de la aprobación inmediata e irreflexiva de las leyes, que es algo que estamos viendo muy frecuentemente tanto en el Perú como en América Latina. Sin haber sido necesariamente partidario de la bicameralidad, creo que sí sería conveniente. Pero es importante es que la gente comprenda que en una crisis tener un mal gobierno significa siempre el mal mayor. Esperaría que esta experiencia del 2020 y, en especial, todo lo que hemos visto en la lucha contra la corrupción, nos haya dado mejores luces para llegar a las elecciones sabiendo que es importantísimo votar mejor.

En 1921 – según las crónicas sociales – la llegada del centenario peruano se celebró con efusión en la capital. Luego de cien años, la actitud de la ciudadanía parece ser diferente. En todo caso, ¿podría encontrar alguna similitud en ambos momentos? 

Ciertamente en esa época el país venía de un muy buen comportamiento económico. La guerra había beneficiado los precios de las materias primas peruanas y además existía un proceso de migración de las élites provincianas a Lima. Eran élites calificadas. El nivel de la educación en Lima era equiparable con el de siete u ocho ciudades en el interior porque era un país más regionalizado. Creo que ahora nuevamente nos olvidamos de las poblaciones campesinas, que hace cien años todavía eran tratadas en muchas regiones como siervos. Recuerdo que en la Comisión me comentaba uno de los entrevistados, que cuando iba con su familia a Áncash a visitar a los hacendados, encontraban que algunos campesinos a los que se consideraba rebeldes estaban amarrados y tendidos sobre la escalinata de entrada a la casa. De este modo, cuando había visitas, estas ingresaban a la casa pisando a los campesinos. El primer centenario, pues, se celebró con euforia, pero era la euforia de solo un sector de la sociedad peruana.

Eso también podría suceder el próximo año, es decir, que festejemos con entusiasmo sin preguntarnos realmente qué tipo de república queremos ser.

Qué bueno que ahora se comience a hablar de esto, porque este tipo de conciencia social no existía en otros tiempos, ni en los años 20 o años 40. Quizá a fines de los años 80 ya había plena conciencia sobre estos problemas, pero era porque existía Sendero y la crisis económica interna. Los jóvenes actualmente están discutiendo temas sociales y democráticos. Esta generación llega al bicentenario debatiendo la posibilidad de una nueva constitución, obviamente sin saber todo lo que puede significar, pero claramente y, de facto, ya está insertada la idea de que el país está mal. Es importante que se hable de estas cosas, pues, aunque nada en el fondo sea simple, deberíamos ser creativos hasta ese nivel de hondura porque ahí está la raíz de nuestro problema. Diría que el gran reto del Perú, y en realidad en el mundo, es el problema de la modernidad, en cuyos momentos tempranos el colonialismo significaba modernidad para occidente, pero era sujeción colonial para el resto del mundo. Tampoco es una maldición peruana: es parte de la historia de la humanidad. A pesar de todo esto es un lindo tiempo para las generaciones actuales porque hay mucho por discutir seriamente. Vemos un gobierno con pandemia, con desigualdad, con una situación compleja, y por eso creo que también en los últimos tiempos hemos endiosado a la economía. Es necesario entonces repensarnos como país.

Sobre este punto, qué comentario le merece las protestas ciudadanas, donde se observó mayoritariamente gente muy joven. ¿Considera que en el fondo las demandas de cada generación son siempre las mismas o percibe una situación distinta?

Ya con vivir en una democracia representativa hemos hecho un avance sensacional. Si con este desmadre que es la política actual, en las próximas elecciones surge un parlamento con cuatro o cinco fuerzas importantes pero que representen a la sociedad entonces los jóvenes pasarían naturalmente más allá de lo que fue una reacción espontánea. Yo he vivido una forma de ver la política muy diferente, cuando escuchábamos debates en San Marcos entre Luis Alberto Sánchez y Héctor Cornejo Chávez, por ejemplo, donde veías cómo se deliberaba sobre el país y eso te animaba. Actualmente, creo que la lucha contra la corrupción ha empezado a repolitizar al país y que esta generación se ha concentrado en un cauce que definitivamente no es ideológico o defensor de un modelo económico; es más bien un camino democrático en dónde uno se da cuenta que el problema humano es un problema más profundo.


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