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Notas informativas 28 de junio de 2021

El miércoles 23 de junio, en el tercer día del XVI Encuentro de derechos humanos, se realizó el conversatorio: “Racismo, clasismo y otras formas de discriminación en el Perú”. Participaron Rocío Muñoz, Directora General de la Dirección General de Transversalización del Enfoque de Género del MIMP; Jorge Bruce, psicólogo, investigador y docente PUCP; y Martín Santos, sociólogo y docente PUCP. El periodista Ramiro Escobar fue el moderador de esta mesa.

El conversatorio buscó analizar factores que han situado históricamente en condición de vulnerabilidad a diversos sectores de nuestra sociedad tales como las comunidades afrodescendientes, las mujeres, la población andina, entre otros y otras.

Rocío Muñoz inició la ronda de conversaciones advirtiendo un problema latente: para muchas personas, las desigualdades y exclusiones son, apenas, un tema de clase. “La raza y la identidad racial fueron establecidos como instrumentos de estratificación social, que ha demostrado ser los más perdurables como instrumentos de control”, indicó.

La especialista precisó que en el caso peruano las desigualdades requieren un reconocimiento del pasado sociohistórico y de las múltiples discriminaciones y de un racismo sistémico.

En detalle, explicó, que aquello que se considera como “bonito”, “adecuado” o incluso “capaz” no se suele relacionar, por ejemplo, con la población afrodescendiente, sino que esta se encuentra relacionada más bien con una serie de prejuicios que la limitan y deshumanizan. “Estas representaciones no serán distintas en los diferentes grupos sociales; pueden modificarse, pero las prácticas de racismo siguen siendo situaciones recurrentes que no se han abordado en el país”, consideró.

La ponente subrayó que, por el contrario, los prejuicios han sido normalizados y aparecen con total impunidad. En ese sentido, el Perú está “sostenido en un conjunto de asimetrías que tienen a la raza como un instrumento de jerarquización de las relaciones sociales”.

La reacción ante el racismo – señaló – se da mediante mecanismos de defensa en una estructura que te impide subsistir. Por ejemplo, en cuanto a población afrodescendiente en Perú, la invisibilidad es recurrente y, cuando se visibiliza, aparecen encasillados en determinados roles estereotipados.

Finalmente, sugirió que se necesita de un movimiento feminista que se declare también antirracista. Esto se daría a través de un conjunto de prácticas que invitan a hacer problematizaciones sobre cómo se han ido construyendo las luchas de identidad. “Es un diálogo necesario para reconocer las diversidades”, concluyó.

Por su parte, Jorge Bruce situó a la discriminación racial como el eje que articula a todas las demás formas de desigualdad, es la que hegemoniza a la discriminación sexista, clasista, contra la comunidad LGBTIQ+, entre otras.

“Hay una muy activa discriminación que se mantiene incluso en países con mayores niveles de desarrollo y contextos de mayor igualdad”, anotó. El psicólogo advirtió además que, por razones narcisistas, la discriminación continuará, por lo que la lucha contra ella también debe continuar. “Narcisistas en el sentido de que se proyectan elementos poco valorizados de quien discrimina sobre estos grupos a los cuales se les asigna un menor valor históricamente hablando. Este es un componente muy fuerte”, detalló. Al indicar que el racismo segrega a personas, lo hace porque “hace sentir mejor a quien divide”.

Para el psicólogo, en la actualidad se ha dado una situación tal que cualquier persona puede decir una serie de cosas “bárbaras” y no tener repercusión ni rechazo alguno. “Esto ocurre por el contexto de miedo generado de la idea de lo que podría suceder en el país”, señaló. 

El tercer ponente fue Martín Santos, quien explicó el racismo y clasismo en el país desde un enfoque histórico-social. El Perú, para el sociólogo, ha venido cambiando aceleradamente en las últimas décadas, a la vez que mantiene condiciones estructurales de corte estamental. “Ha habido movilidad ascendente y acceso a mayores niveles educativos de parte de sectores emergentes, que abre espacios de interacción y, a su vez, provoca reacciones de conservación desde las jerarquías, y genera las demandas de igualdad en los actores que emergen”, examinó.

Según indicó, los peruanos siguen manteniendo una serie de estamentos que se sostienen en diversos criterios, “pero es algo que continúa y nos remite a relaciones jerarquizadas”.

Para Santos los prejuicios se manifiestan en las relaciones sociales fundadas en redes personales, de parentesco, clientelaje o amicales. “Todas ellas cortan la política, la economía y a la sociedad en general, e interfieren en las relaciones de los individuos con el Estado, generando ciudadanos de primera y segunda categoría, los primeros con mayor posibilidad de ejercer sus derechos”, señaló.

En conclusión, para el ponente, la discriminación presupone “desconfianza interpersonal, la cual luego puede conllevar a desconfianza institucional”. Santos se hizo dos preguntas clave para explicar mejor la situación en que se vive actualmente: “¿Quién es el discriminador?” y “¿Cómo entiende lo que hace?” La respuesta es que, en algunos casos, la discriminación es auto atribuida y el estigma parte de la misma persona discriminada.

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