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7 de diciembre de 2020

Por: Michelle Meza Reusche (*)

Tuve el honor de ser parte del equipo de organización en la campaña del ahora presidente-electo número 46 de los Estados Unidos, Joe Biden. Me sumé al equipo del estado de Wisconsin, ubicado al centro norte del país, y uno de los llamados battleground states o estados más disputados en la contienda electoral. Para referencia del lector, los estados más disputados son los que votan variablemente por demócratas o republicanos, favoreciendo a uno u otro según el ciclo electoral. Como dirían en el Perú, “de pronóstico reservado”. Y es que, a diferencia de estados como Nueva York o Alaska, consistentes en sus votaciones en favor de demócratas o republicanos mayoritariamente a lo largo del tiempo, Wisconsin es uno de esos estados pendulares (swing states) que podían inclinarse en esta elección hacia cualquiera de los candidatos. Bajo el sistema electoral de los Estados Unidos, y en medio de un país gobernado por la polarización, los estados pendulares finalmente definirían al vencedor de la contienda.

Como le va Wisconsin, le va al país”, decía uno de los slogans del Partido Demócrata. Teníamos, pues, una misión especial. Había que ganar el estado en medio de una pandemia fuera de control que hoy cobra la vida de un estadounidense cada 32 segundos. Eso nos obligó a gestionar una campaña no presencial desde la virtualidad, y con esto me refiero a que los medios de interacción con el electorado se redujeron exclusivamente a plataformas digitales: Zoom, llamadas por teléfono, SMS, y correo electrónico. Pero, además, en un país donde el voto no es obligatorio, había que convencer a los potenciales electores sobre la importancia de salir a votar. La elección finalmente era un juego de números, donde más importante que el número de afiliados o simpatizantes del partido era cuántos de ellos salieran a emitir su voto.

«El activismo organizado, profesionalizado y basado en evidencia acompañó la campaña de Biden y la juventud movilizada en el Perú bien podría replicarlo.»

¿Cómo logró la campaña del presidente-electo Joe Biden sacar 80 millones de votos, la votación más alta por un candidato presidencial en la historia de los Estados Unidos? El éxito de la campaña (cuya metodología sin duda será materia de años de estudios), vino acompañado de altas dosis de activismo y movilización digital ciudadana, a las que quisiera dedicarle las siguientes líneas de lecciones aprendidas, con miras a que sirvan como referencia de cara al próximo proceso electoral en el Perú. Estas líneas van especialmente dirigidas a los Jóvenes del Bicentenario.

  • Profesionalización y proactividad del activismo: Que Trump ganara la presidencia en el 2016 generó un despertar cívico y activismo entre jóvenes y adultos en el país. Esto se materializó en grupos, movimientos y organizaciones que fueron más allá de las movilizaciones inmediatas para profesionalizar su incidencia en el tiempo. Grupos como Swing Left o Vote Save America son dos ejemplos: trabajan con equipos de comunicadores, redactores, encuestadores, científicos sociales y de datos para sistematizar grandes volúmenes de información sobre el electorado y diseñar un menú con las “acciones de más impacto” sobre el que llaman a participar a la ciudadanía. Son estrategas cívicos. El activismo organizado, profesionalizado y basado en evidencia acompañó la campaña de Biden y la juventud movilizada en el Perú bien podría replicarlo. Además, éste requiere ser proactivo y no reactivo; esto es, ganarles la iniciativa a los políticos y planificar estratégica y tácticamente más allá de las movilizaciones como respuesta a hechos consumados. Asumir desde ya que la juventud entra en campaña cívico-electoral con el objetivo de asegurar que cada ciudadano no solo cuente con la información que necesita para desterrar de sus preferencias a opciones demostradamente nocivas para el país, sino lograr además que se movilicen con ustedes. Debe haber un efecto multiplicador de ciudadanos movilizados.
  • Pasar de archipiélagos a coaliciones cívicas: No es suficiente profesionalizar el activismo si éste se mantiene aislado y desarticulado en un archipiélago de objetivos pequeños frente al elefante que se avecina en el 2021. En las elecciones que eligieron a Joe Biden, organizaciones y colectivos de toda parte del espectro político -republicanos desafectos, moderados, independientes, liberales, demócratas, centristas, progresistas, etc.- pusieron pausa a sus diferencias y construyeron una coalición con un solo objetivo: derrotar a Donald Trump. El objetivo de asegurar un congreso y ejecutivo decentes es igualmente grande y requiere dejar los activismos ensimismados y agendas particulares para pasar a tender cableados cívicos en Lima y las regiones con vocerías activas. Si aseguramos un congreso decente a través del voto, habrá terreno fértil para discutir demandas legítimas y reformas postergadas propias de las agendas de unos y otros. Se requieren altas dosis de grandeza y pragmatismo.
  • Sí se puede hacer campañas digitales pese a la limitada conectividad: Parte de mi trabajo incluyó partes rurales de Estados Unidos que carecían de conectividad. Entendiendo los estructurales problemas de conectividad del Perú, sí es posible sacar adelante campañas cívico-electorales no presenciales vía SMS, televisión, WhatsApp, y llamadas telefónicas. El programa “Aprendo en Casa” del MINEDU es un buen ejemplo sobre la funcionalidad de modelos híbridos entre lo virtual y presencial. El reto más grande aquí es el de la información: empezar a construir bases de datos con información de contacto de ciudadanos para focalizar los esfuerzos y definir los medios de alcance.

Llegamos al Bicentenario con la democracia en una cama UCI. La buena noticia es que los jóvenes ya entendieron que depende de todos y todas sin excepción darle de alta.


(*) Politóloga por la PUCP, Magister en Administración Pública por Columbia University. Parte del Equipo de Organización en la campaña presidencial del presidente-electo Joe Biden