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28 de marzo de 2022

Escribe: Cécile Blouin (*)

Mientras se definen y redefinen sus estatus migratorios, las personas migrantes venezolanas enfrentan largos procesos de espera y sentimientos de miedo frente a una posible expulsión. En el Perú, en los últimos 5 años, asistimos a una proliferación de normas, una nueva ley de migración, múltiples regulaciones en cuanto a la entrada, como por ejemplo, la exigencia del pasaporte a la población venezolana o, la creación de un nuevo procedimiento acelerado de solicitudes de asilo en frontera y, a la residencia, como los distintos Permisos Temporales de Permanencia o el Carné Temporal de Permanencia[1]. Esta producción normativa ha sido acompañada por cambios estructurales en los flujos que convirtieron al país en el segundo destino para la población venezolana a nivel mundial.

Hace dos años, en el marco del trabajo realizado en el proyecto de investigación “Trayectorias migrantes: Un acercamiento a los factores que estructuran los proyectos y estrategias migratorias de personas jóvenes venezolanas en Perú” liderado por el Grupo Interdisciplinario de Investigación en Derechos Humanos y Derecho Internacional Humanitario (GRIDEH) de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP), 21 personas nos compartieron sus historias en la ciudad de Tumbes. Esta región fronteriza presenta un panorama complejo y diverso de la movilidad venezolana al Perú. Poco acostumbrada a recibir migrantes, la región ha vivido mutaciones importantes en los últimos años. La llegada de migrantes de tránsito, así como también el progresivo asentamiento de esta población, han generado nuevas dinámicas de convivencia en esta zona. Asimismo, por ser el principal punto de entrada de la población migrante, en Tumbes se desarrollaron prácticas de control migratorio distintas al resto del país.  Por todo ello, el foco en esta ciudad era y sigue siendo primordial para cualquier trabajo sobre trayectorias de la población venezolana en el país.

En el libro fruto del proyecto, se analiza, entre otras trayectorias, las legales. Por trayectoria legal, entiendo el camino atravesado por las personas migrantes para definir y redefinir sus estatus migratorios. Busco alejarme de una visión binaria de la regularidad e irregularidad migratoria para destacar los complejos trances por los cuales navegan la población migrante con estatus precarios.

Los perfiles migratorios de las personas entrevistadas dan cuenta de las políticas de hostilidad y hospitalidad selectiva[2] que conviven en el caso peruano. Si bien algunas personas pudieron acceder a estatus más estables como, por ejemplo, una residencia, la mayoría o bien, se encuentra en una situación de irregularidad migratoria o bien, cuenta con un estatus precario como el de solicitante de refugio. Estos perfiles son muy cambiantes y al momento del trabajo de campo muchas de las personas entrevistadas estaban haciendo trámites o planeando algunas estrategias migratorias. Uno de los hallazgos principales es que distintos tipos de factores influyen estas trayectorias. Primero, el factor temporal, es decir, el momento del ingreso al territorio es fundamental para determinar a qué tipo de estatus puede acceder una persona en el contexto de una política altamente cambiante y marcada por regulaciones temporales.  Segundo, los factores institucionales aparecen como determinantes. El documento de identidad de la persona migrante juega un papel clave para el posible ingreso y regularización. Por otro lado, las prácticas formales e informales en los puestos fronterizos y en las otras dependencias oficiales pueden cambiar drásticamente las trayectorias de las personas migrantes. Asimismo, el acceso a asistencia jurídica y humanitaria ha sido preciso para tomar decisiones y, de ser el caso, poder acogerse a los distintos mecanismos de regularización.

La espera forma parte de la experiencia migratoria de todas las personas entrevistadas. La espera se ha vuelto crónica para la población que solicita asilo generando que la categoría, por esencia temporal del solicitante, se haya convertido en algo permanente. La espera también acompañó a la población que, en el momento del trabajo de campo, se encontró varada en el Refugee Housing Unit (RHU) del Centro Binacional de Atención Fronteriza de Tumbes (Tumbes).  Esta espera es vivida de forma intensa debido a la especial situación de esta forma de casi encierro, ya que esta población no podía entrar al país hasta obtener una autorización de ingreso al sistema de asilo.

Observamos también los efectos de las políticas de control hostiles en la población migrante. El miedo a la expulsión es real y si bien las cifras de expulsión siguen siendo bajas[3], el riesgo a la «expulsabilidad» o a ser expulsable, es decir «la posibilidad de ser retirado del espacio del Estado-nación»[4], representa un temor latente para la población migrante. En los últimos tres años, la retórica hostil hacia esta población ha sido constante en los medios de comunicación, no solo mediante la presentación «alegórica» de las expulsiones sino también a través de la sobre cobertura mediática de algunos hechos de delincuencia cometidos por personas extranjeras. En el momento de trabajo de campo, eran recurrentes los operativos policiales de devolución de la población en situación irregular al CEBAF.  Frente a ello, la población migrante desarrolló mecanismos de resistencia como el de no renunciar a su proyecto migratorio, como nos comentó Santiago: “«(…) porque si me regresan, sigo viniendo. Hasta que no llegue a mi destino, que es donde está mi familia más cercana, que es mi sangre, no me quedo quieto» (entrevista, Tumbes, 2 de febrero de 2020).

Con la pandemia, el contexto cambió de forma abrupta. Se cerraron las fronteras generando una inmovilidad forzada y movilidades inseguras para la población migrante. Luego de dos años, se acaban de reabrir las fronteras terrestres[5] y con ello toca seguir analizando cómo se van conformando estas trayectorias desde Tumbes.


(*) Investigadora en migraciones – América del Sur. Profesora de la Maestría en Derechos Humanos (PUCP).

[1] Blouin, C. (2021). Complejidades y contradicciones de la política migratoria hacia la migración venezolana en el Perú. Colombia Internacional, 106, 141-164. https://doi.org/10.7440/colombiaint106.2021.06

[2] Domenech, E. (2020). La «política de la hostilidad en Argentina»: detención, expulsión y rechazo en frontera. Estudios transfronterizos, 21, 1-25.

[3] CELS & CAREF (2020). Laberintos de papel. Desigualdad y regularización migratoria en América del Sur. https://www.cels.org.ar/web/ publicaciones/laberintos-de-papel-desigualdad-y-regularizacion- migratoria-en-america-del-sur/.

[4] De Genova, N. (2002). Migrant «Illegality» and Deportability in Everyday Life. Annual Review of Anthropology, 31, 419-447: 439 https://doi.org/10.1146/ annurev.anthro.31.040402.085432.

[5] https://www.dw.com/es/perú-reabre-fronteras-terrestres-tras-cierre-en-2020-por-pandemia/a-60792579