El orden geopolítico mundial se está reconstruyendo en función de la pandemia del COVID-19. Los Estados de los países del Norte y del Sur deben afrontar una alternativa crucial que se resume en la disyuntiva siguiente: ¿debemos proteger las vidas humanas dejando de lado la economía, o debemos privilegiar la economía dejando de lado la salud y la vida de las poblaciones? Esta alternativa y las medidas de aislamiento social para evitar los contagios ya estuvieron presentes en las grandes pandemias mundiales de la peste bubónica que asoló Asia y Europa en el siglo XIV, causando la muerte de 25% de la población europea, y en la primera pandemia moderna, la llamada gripe española [virus H1NI], que causó la muerte de 50 millones de personas entre 1918 y 1919. Ante la actual crisis sanitaria, la mayoría de los países ha escogido privilegiar la salud y ha paralizado las actividades económicas al menos en parte, pues hay sectores importantes de las poblaciones mundiales que no pueden abandonar sus únicas fuentes de sobrevivencia, tanto en los países del Norte (trabajadores precarios), como en los países del Sur donde prima el trabajo informal. De cualquier manera, el aislamiento social de la mayor parte de la humanidad es una decisión política inédita en la Historia humana. En este mes de mayo, muchos países europeos han empezado a levantar el aislamiento, aunque teniendo en cuenta el aumento probable de la propagación de la enfermedad y el posible retorno a la medida de cuarentena. En cambio, Estados Unidos y América Latina se han convertido en los nuevos centros de la enfermedad, y se deplora el aumento considerable de infecciones y de muertos. Veamos algunos puntos centrales de este proceso desde la antropología política, que es mi marco de referencia analítico.
Los principales elementos de coyuntura y la situación en el Perú
- La reorganización del orden político mundial depende de la evolución del Covid-19, que hasta ahora ha provocado la muerte de más de 329 mil personas. Si todavía no sabemos cuál será esta evolución, si seguirá el escenario de olas sucesivas en los próximos dos años, o el escenario de la lenta extinción del virus durante varios años, es evidente que los Estados y las sociedades deben adaptarse para proteger la vida humana y la naturaleza en los años venideros. El presente y el futuro deben ser ecológicos y sociales; de otro modo se podría concretar la hecatombe de la civilización humana.
- Las políticas estatales ante la pandemia difieren en los países del Norte [Europa, Estados Unidos], y en los países del Sur, entre los cuales se distinguen los países emergentes (Brasil, Rusia, India, China, África del Sur, o BRICS), y los países subdesarrollados de América Latina, África, y Asia. La gestión de la pandemia difiere también entre los países democráticos y autoritarios. La República Popular de China ha podido confinar la provincia de Hubei [58,5 millones de habitantes] y la ciudad de Wuhan [11 millones de habitantes] y mantener a la población en sus casas, aprovisionándola desde el exterior, porque aun cuando haya escogido el capitalismo desde 1978, bajo la dirección de Deng Xiaoping, sigue siendo un país totalitario, de origen comunista, que controla a su población con métodos represivos, rechazando la democracia y los derechos humanos, los cuales serían una invención occidental. Europa tomó medidas de confinamiento recién en marzo y es la zona que concentra los dos tercios de víctimas de la pandemia [más de 200 mil muertos]. Estados Unidos [más de 93 mil muertos] y Brasil [más de 18 mil muertos] son países democráticos, pero tienen gobiernos populistas de extrema derecha y presidentes necios e irresponsables: Trump y Bolsonaro se han negado a adoptar medidas de protección a nivel federal, pero por fortuna los gobiernos regionales sí lo han hecho y ello ha frenado un poco la letalidad de esta enfermedad. Se ha constatado también que, a pesar de las diferencias económicas, en ambos países la infraestructura sanitaria está colapsada en las grandes ciudades (New York, São Paulo, Rio de Janeiro y Manaos). La pandemia demuestra además que Estados Unidos es un país que carece de protección sanitaria y que una porción considerable de su población vive como en el Tercer Mundo.
- En el Perú, el presidente Vizcarra está organizando la mejor respuesta posible al Covid-19 teniendo en cuenta las graves carencias estructurales de nuestro sistema de salud y los antiguos problemas de corrupción y de gestión desordenada de los ministerios. Todo ello es el resultado del retraso económico, social y político de 40 años que hemos acumulado desde la guerra interna (1980-2000), durante la cual sufrimos además del gobierno populista y corrupto de Alberto Fujimori (1990-2000), seguido por cuatro gobiernos lamentables (2001-marzo de 2018) que fueron incapaces de privilegiar la reconstrucción estatal y la inclusión de los pobres y de los pueblos originarios de los Andes y de la Amazonía en la sociedad peruana que tiene un nivel de vida decente. Durante todo ese tiempo, nuestra sociedad ha consentido la persistencia de niveles de pobreza y de miseria pasmosos, y ha considerado «normal» que los «indios» sigan siendo marginados y excluidos. La responsabilidad de las dificultades actuales de la lucha contra la pandemia de Covid-19 es del Estado, pero también de nuestra sociedad civil. Todos somos responsables de la inexistencia de infraestructura sanitaria decente en las ciudades y en las zonas rurales porque lo hemos permitido sin intentar siquiera cambios profundos.
La preocupante situación actual del Perú ha sido evocada en el periódico francés Le Monde (21 de mayo[1]), y por otros medios europeos que destacan que es el segundo país más afectado por la pandemia en América Latina con más de 110 mil contaminados y más de 3,100 decesos. Esas fuentes destacan que el personal sanitario no deja de denunciar la penuria de equipo médico, de equipamiento y de medicamentos en los hospitales del país. Los crematorios y los cementerios de Lima funcionan día y noche para incinerar y enterrar pacientes muertos de Covid-19; se precisa además que después de Lima, el coronavirus se propaga en la Amazonía [Iquitos] y ante esta urgencia, el Perú y Colombia han instalado un “Comité binacional Covid-19”. Precisemos que la medida fue difundida por la Cancillería el 19 de mayo. El Comité será presidido por los Ministerios de Salud de las dos naciones en forma alternada, con la participación de los portafolios de Relaciones Exteriores, Defensa y del Interior. Se debe elaborar un Plan de acción integral en beneficio de las poblaciones de frontera (El Peruano del 19 de mayo[2]), habitadas sobre todo por Nativos amazónicos. El 21 de mayo, el presidente Vizcarra tuvo una reunión virtual con los mandatarios de Chile (Sebastián Piñera), de Colombia (Iván Duque) y de Uruguay (Luis Lacalle) para examinar estrategias conjuntas frente al Covid-19. Esto es muy positivo.
La situación de los pueblos originarios de la Amazonía es trágica pues ningún gobierno latinoamericano ha tratado de integrarlos a las sociedades nacionales, ni aportarles protección social en tanto pueblos originarios en vías de desaparición cultural. La pandemia los está afectando de manera cruel y dolorosa. En el Perú se sigue pensando que el Estado es la única instancia que puede socorrerlos; cuando en realidad éste no tiene ni capacidades organizativas, ni recursos humanos eficaces para darles un auxilio digno en la selva. La Coordinadora de las Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica [COICA[3]] ha lanzado un llamado de ayuda humanitaria a la ONU, pero por desgracia no tiene ninguna posibilidad de ser atendido pues, como veremos, esta instancia internacional se ha debilitado mucho y es incapaz de jugar un rol de asistencia real en la crisis sanitaria actual. Como he notado anteriormente [Villasante, 21 de abril, Boletín del IDEHPUCP[4]], “hay que ser lúcidos, ver la realidad tal como es, y reconocer que es indispensable despertar la solidaridad de la sociedad civil peruana, de las iglesias y de las empresas nacionales y extranjeras para recoger fondos de ayuda humanitaria que deberá ser distribuida por los agentes estatales regionales y locales. La respuesta humanitaria en la Amazonía tiene que ser local”. Por fortuna, ya se registran muchas iniciativas en ese sentido provenientes de sacerdotes de Iquitos[5], de la Red Cáritas en el Perú[6], de la Fundación Ayuda en acción Perú [ver la página web para los aportes bancarios[7]], de la Fundación Wiese que ha lanzado la campaña #Estamos Juntos con ADRA y Panamericana TV[8]; y de varias empresas y bancos asociados a CONFIEP (El Comercio del 28 de abril y CONFIEP[9]).
- Por otro lado, la paralización de la economía mundial implica una recesión sin precedentes y un empobrecimiento generalizado que va a durar varios años, con consecuencias más dolorosas en los países del Sur como el nuestro, en particular entre las poblaciones pobres urbanas y rurales, y entre los pueblos originarios de los Andes y de la Amazonía. Según la CEPAL (21 de abril de 2020), el promedio de pobreza en América Latina ha aumentado desde 2018. La población pobre ha pasado a 30,8% mientras que el 11,8% es extremadamente pobre. De acuerdo con los datos del INEI, en el Perú, 20,2% de personas son pobres y se estima que 2,9% son extremadamente pobres; aunque este índice es de 9,8% en el área rural. Por desgracia, estos índices van a aumentar considerablemente como consecuencia de la pandemia de Covid-19.
David Malpass, presidente del Banco Mundial, ha anunciado que la economía mundial tendrá un crecimiento negativo de -5% este año, lo cual va acrecentar la pobreza mundial, estimando que habrá 60 millones de personas que caerán en la extrema pobreza pues los esfuerzos de relance de la economía no son suficientes. Malpass declaró también su frustración al constatar que las instituciones financieras muestran reticencias para suspender la deuda de 73 países pobres (Financial Times del 19 de mayo). Recordemos que en su mensaje Urbi et Orbi del día de Pascua [12 de abril], el Papa Francisco ha solicitado a esas entidades financieras suspender o anular la deuda de los países que están afrontando la pandemia sin recursos y con la amenaza del hambre para millones de personas indigentes. El 15 de abril, los países del G20 decidieron una moratoria de un año sobre la deuda de los países más pobres [77, entre los cuales 44 en África]. Para la Iglesia, se trata de romper con la lógica de la dependencia y valorizar la lógica de la ayuda mutua que genere una nueva solidaridad internacional (Vatican News del 20 de abril[10]).
Los factores que reorganizan el nuevo orden mundial: Estados Unidos, China y Europa
La crisis actual demuestra que el multilateralismo construido en 1945 y encarnado en la ONU y su agencia sanitaria la OMS está muy debilitado y es incapaz de organizar una coordinación mundial eficiente. La principal causa de este hecho es el repliegue nacionalista de Estados Unidos desde que Trump asumió la presidencia en 2016. Ese contexto ha favorecido las ambiciones de China de convertirse en la nueva potencia mundial en 2050, fecha alrededor del centenario de la revolución comunista china; además, las autoridades chinas han hecho pública su voluntad de dirigir y financiar la OMS. Esta situación está polarizando el orden mundial entre China y Estados Unidos, y entre China y Europa.
- En ese contexto, las tendencias actuales se ordenan alrededor de cuatro factores: (1) la transformación del orden bipolar a partir de la caída del bloque comunista en 1989; (2) el desorden multipolar y la debilidad de la ONU; (3) la emergencia del poderío económico de China y su guerra comercial y política con Estados Unidos; (4) la recomposición política y económica de la Unión Europea. Veamos algunos detalles del proceso.
1— La caída del bloque comunista. Antes de la pandemia, ya se sabía que el orden internacional que regía bajo el liderazgo de los Estados Unidos después la segunda Guerra Mundial [1945], no era adaptado al siglo XXI. El fin de la guerra fría, la desaparición de la URSS en 1991, y la ascensión de China en tanto nueva potencia mundial (desde 2005) han desestabilizado la balanza de poder político y económico que tenía como base la dualidad norteamericano/soviética. Después de la caída del orden bipolar, a partir de 1989, se ha instalado progresivamente un orden multipolar bajo el liderazgo de la otrora primera potencia mundial, los Estados Unidos. Este orden más o menos estable y bastante maltrecho desde hace 30 años, ha sido brutalmente sacudido en primer lugar por la llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos en 2016 y ahora por la pandemia del COVID-19, y por el nuevo rol político y sanitario de China, donde, no por casualidad, empezó esta nueva plaga mundial.
2— El desorden multipolar. La pandemia del Covid-19 ha demostrado fehacientemente que no existe ninguna instancia internacional que coordine en modo coherente la respuesta mundial, tanto a nivel sanitario, como a nivel económico y político. El secretario general de la ONU, el portugués Antonio Guterres, fue uno de los primeros que hablaron de estado de guerra ante el nuevo virus, sin provocar ninguna reacción notoria pues su palabra es recibida con gran indiferencia. Como ha notado el filósofo político Jean-Loup Bonnamy (Figaro del 7 de mayo[11]), la ONU recae siempre en su contradicción inicial: se supone que es una organización imparcial y neutra que debe velar por el bien de la humanidad, pero en realidad reúne Estados que actúan según sus propios intereses. Así, el Consejo de Seguridad, la instancia global más importante, está compuesto de cinco miembros permanentes (China, Estados Unidos, Francia, Reino Unido, Rusia) que pueden bloquear todas las iniciativas que no le convienen. En el contexto actual de la nueva Guerra fría entre Estados Unidos y China, la ONU está paralizada; la China bloquea todas las iniciativas norteamericanas y los Estados Unidos bloquean las que vienen de Xi Jinping.
La Organización mundial de la Salud (OMS) se encuentra en mala situación interna por su pésima gestión de las crisis de epidemia de la Gripe H1N1 (2009), de la epidemia de Ebola (2014-2015), y ahora, con la crisis del Covid-19, ha terminado por arruinar su credibilidad. Su gestión demuestra en efecto la importancia de la influencia china. A fines de enero de 2020, China se oponía a declarar la aparición del nuevo coronavirus señalada por varios médicos desde inicios del mes de diciembre; enviaba a la cárcel a los lanzadores de alerta chinos y cerraba el laboratorio de la Universidad de Fudan (Shanghái), que había compartido el genoma del virus. No obstante, el director de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, nombrado gracias al apoyo chino en julio de 2017, felicitaba a Pekín por su transparencia y su buena gestión de la crisis. Ante esta situación de disimulación patente de la pandemia que habría podido ser anunciada a inicios de diciembre de 2019, Jean-Loup Bonnamy propone reforzar la cooperación directa entre los Estados y construir un nuevo orden mundial alejado de China.
Tedros Adhanom Ghebreyesus y Xi Jinping en Pekín, el 28 de enero de 2020 (FrendChine.org)
Sin embargo, la disimulación de China y de la OMS no ha pasado desapercibida y será examinada en detalle. En efecto, el 19 de mayo, siguiendo una propuesta de la Unión Europea, los 194 países de la OMS han adoptado una resolución para realizar una evaluación independiente de la respuesta internacional a la pandemia coordinada por la OMS. Se trata de identificar la fuente del nuevo virus, su modo de transmisión a los seres humanos, y la gestión de la pandemia; esto implica una investigación internacional en China, que ha dado su aval. También se acordó que los futuros tratamientos y la futura vacuna serán accesibles a todos los Estados miembros de la OMS (ONU Info[12]).
3— El poderío económico de China tiene objetivos políticos. Las ambiciones de Xi Jinping, que asumió la presidencia de China en 2013, son muy claras. Él ha declarado que quiere remplazar el poderío económico y militar de Estados Unidos en 2050, centenario de la revolución maoísta. Para lograr ese objetivo, desarrolla una política expansionista en Asia y en el resto del mundo y, gracias al alto nivel de crecimiento de los últimos 20 años, China produce y vende mercancías a todos los Estados, a precios muy bajos, y al mismo tiempo invierte y compra, sobre todo a América Latina y África, mercancías indispensables para su población de más de 1,4 mil millones de personas: productos mineros y agropecuarios.
El poderío de China en tanto fábrica del mundo ha suscitado conflictos comerciales con el resto de las potencias mundiales, sobre todo con Estados Unidos; esta situación ha empeorado desde 2016, cuando aparecieron informes sobre las pérdidas financieras importantes para ese país y para la Unión Europea. China es el primer exportador del planeta desde 2009 y la primera economía mundial desde 2014. Desde marzo de 2018, la guerra comercial se ha organizado alrededor de los impuestos de aduana. A inicios del mes de mayo, la guerra comercial se concentró en las críticas mutuas sobre la emergencia de la pandemia de Covid-19 y su gestión. Trump acusaba a China de haber creado el virus en un laboratorio de Wuhan, lo cual era calificado de “demente” por los chinos, que culpaban a los militares norteamericanos de haberlo creado para hacerles daño. En mayo, Trump ha pasado a la ofensiva política y amenaza con romper relaciones con China; además, acaba de proponer una reunión del Grupo de los 7 países más industrializados del mundo, que controlan 45% de la riqueza mundial (Alemania, Canada, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón y Reino Unido), en junio en Washington. Pero hay pocas posibilidades de concreción. Por su parte, para hacerse perdonar por haber exportado el nuevo virus, China multiplica los envíos de ayuda humanitaria a Europa, África y América Latina. El 23 de mayo llegaron médicos y material sanitario de China al Perú (El Comercio). Desde 2010, cuando comenzó el Tratado de libre comercio con China, las transacciones con el Perú crecieron 9% en promedio anual (El Peruano, 1 de junio de 2019). Ese flujo estará interrumpido por varios meses.
4— La Unión Europea ha atravesado por periodos complicados desde la crisis de 2008, y ha demorado en tomar medidas coordinadas para enfrentar la pandemia. Sin embargo, desde el mes de marzo se confirma una vasta recomposición política y económica. El 2 de abril, la presidenta de la UE, Ursula von der Leyen, ha pedido perdón a Italia por haber tardado en ofrecer el apoyo necesario ante la crisis del Covid-19 y ha anunciado la disponibilidad de 100 mil millones de euros para los países más afectados. Leyen ha reconocido también la fractura importante que se estaba manifestando entre los países del Sur (Italia y España, apoyados por Francia), y los países del Norte (Suecia, Alemania, Austria y Países Bajos) que han mostrado tendencias antisolidarias (Huffpost del 2 de abril).
Europa cree todavía en el multilateralismo. El presidente francés, Emmanuel Macron, es uno de sus grandes defensores, junto con la canciller de Alemania, Angela Merkel, pero ambos se dan cuenta de la dificultad de esta posición geopolítica en un mundo en crisis sanitaria y económica, sin dirigentes mundiales legítimos. Por otro lado, las relaciones bilaterales con Estados Unidos se han enfriado considerablemente desde que Trump llegó a la Casa Blanca, China pretende ocupar el lugar privilegiado que tenía Estados Unidos, pero Europa no confía en ella por sus muestras de opacidad constantes. El 9 de abril, los 27 países europeos han adoptado un acuerdo financiero para hacer frente a los efectos de la pandemia, creando un fondo de más de 500 mil millones de euros.
El 18 de mayo, el presidente Macron y Angela Merkel han lanzado una propuesta conjunta de gran importancia: mutualizar las deudas contraídas por los 27 países asociados para hacer frente a la reconstrucción de la economía europea, elaborar una política de salud coordinada, y establecer una soberanía europea solidaria, en particular en los campos industriales estratégicos de la salud y las nuevas tecnologías (para oponerse a las ambiciones de China). Esta propuesta debe ser todavía aceptada por los otros 25 países de la UE, y se deberán vencer las reticencias de los llamados países frugales del Norte europeo, con poco peso político y demográfico, que han frenado los avances en ese sentido (Austria, Dinamarca, Países Bajos y Suecia) (Le Monde del 21 de mayo). Sin embargo, la recomposición europea está en marcha; por un lado, se ha confirmado el rol central de Francia y de Alemania en la integración europea y, de otro lado, se ha dado un paso muy importante hacia la concreción de la visión que ha dado nacimiento a la Unión Europea: la solidaridad internacional es la única que puede asegurar la protección social para todos los países asociados.
Reflexiones finales
- Las ambiciones económicas y políticas de la República Popular de China deben ser reconocidas como un peligro potencial para el mundo entero pues se trata de un país totalitario que controla su población con métodos represivos contrarios a la democracia y a los derechos humanos, considerados como inventos occidentales. Es preciso comprender que las relaciones con China no son neutras, ni con las potencias mundiales (Estados Unidos, Europa), ni con los países en vías de desarrollo que pretende controlar. Esta pandemia está desvelando la enorme ambición política y el rostro autoritario del Estado chino, así como su dificultad de mantener la represión social en un contexto marcado por la recesión económica; los alzamientos prodemocracia pueden aumentar rápidamente en ese país, como ya se está observando en los territorios de Hong Kong y de Taiwán. La recesión va a disminuir también el peso comercial de China en el mundo, con efectos positivos y negativos según los países.
- La Unión Europea muestra el modelo político más adaptado a la crisis actual. La respuesta debe ser colectiva porque ningún país puede afrontar la pandemia en forma aislada. En ese marco, América Latina podría empezar una gran transformación hacia la unidad política y económica. Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva de la CEPAL, ha sugerido en abril[13] que la crisis actual puede llevar a crear un polo latinoamericano para afirmar los lazos que unen nuestros países y reforzar la integración económica, social y política en el nuevo orden mundial. Ojalá sea escuchada por los dirigentes latinoamericanos que pasan demasiado tiempo debatiendo sobre temas exclusivamente nacionales, sin evocar la urgencia de incluir en sus agendas la construcción de una Unión de Estados Latinoamericanos, o de una América Latina Unida, que sea capaz de abolir las ideologías que frenan la unidad y la autonomía política del subcontinente.
- Es urgente comprender que el futuro geopolítico mundial ya no puede seguir siendo nacional. Es imprescindible construir en cada continente federaciones internacionales capaces de afrontar desafíos planetarios como el que estamos viviendo en este periodo aciago que se va a prolongar por varios años.