Compartimos la columna de Mariella Villasante, doctora en antropología e investigadora asociada del IDEHPUCP, publicado por RPP.
Desde diciembre de 2019 una nueva pandemia se está propagando en el mundo entero, causando un alto número de muertes. Se trata de un nuevo coronavirus, de origen animal, designado bajo el apelativo de SRAS [Síndrome respiratorio agudo severo] CoV-2, responsable de la enfermedad pulmonar llamada Covid-19. Como veremos en esta nota, esta nueva pandemia mundial, según la clasificación de la Organización Mundial de la Salud (OMS), es de entera responsabilidad humana y en particular de China. Sabemos en efecto que el nuevo coronavirus ha sido trasmitido a las personas por el pangolín en China, donde se tolera el comercio de animales salvajes aún cuando ese país haya firmado la Convención internacional contra el tráfico de especies salvajes en 1999. El 10 de abril, el coronavirus CoV-2 ha causado la muerte de 95,455 personas en todo el mundo, se registran además 1’145,920 personas infectadas y 353,975 personas curadas. Hasta la fecha, Europa es el continente más afectado, con más de 60,000 muertos. Sin embargo, el pico de la epidemia no ha llegado todavía al Viejo continente, los países más afectados son Italia (18,279 muertos), España (15,447 muertos), y Francia (8,044 muertos). El segundo foco de la enfermedad se encuentra ahora en Estados Unidos (16,478 muertos, en su mayoría afroamericanos pobres) (Johns Hopkins University, Le Monde del 10 de abril). El coronavirus se está difundiendo en América Latina (sobre todo en Brasil y en Ecuador) y, dada la situación de subdesarrollo y de alto nivel de pobreza que tenemos en nuestros países, debemos prepararnos a afrontar una catástrofe humana muy importante y, como en el resto del mundo, una recesión económica significativa.
El Covid-19 es una enfermedad transmitida por los animales y provocada por la actividad humana contra el ecosistema mundial
El virus SARS-CoV-2, fue identificado en China en diciembre de 2019 y produce un nuevo tipo de neumonía llamada COVID-19 (Coronavirus Disease 2019). Esos virus se desarrollan en la nariz, la garganta y los pulmones. El genoma ha sido secuenciado y puesto a la disposición de la comunidad científica el 10 de enero de 2020. Los científicos han encontrado virus semejantes en dos animales salvajes: los murciélagos y los pangolines (Manis pentadactyla). La hipótesis actual es que los murciélagos contagiaron a los pangolines, y luego de haber sufrido mutaciones se trasmitieron a algunas personas en el mercado de animales salvajes de Wuhan de China. (Le Monde del 17 de marzo). Los chinos utilizan los pangolines para la alimentación y para preparar fármacos; y dado que han sido diezmados en Asia, los importan de África, sobre todo de Nigeria. Considerando el nivel de control totalitario del Estado comunista chino, es imposible creer que el tráfico de pangolines haya perdurado sin la complicidad de las autoridades; su responsabilidad en la pandemia mundial es un hecho que debe ser reconocido y denunciado (Le Monde del 10 de abril).
La responsabilidad humana en la emergencia de pandemias es un hecho atestado por los científicos y los especialistas. El paleoantropólogo Pascal Picq ha observado que este virus ha aparecido en el centro de la civilización mundializada que desprecia la naturaleza, a pesar de los efectos dramáticos del calentamiento climático y la degradación patente de los ecosistemas. La propagación del nuevo virus, que existía en ciertos mamíferos que no tenían ningún lazo con los seres humanos, ha sido catalizada por la mundialización, por la rapidez de los transportes aéreos, por el comercio transcontinental y por el turismo de masas que ha aumentado en modo exponencial en los últimos veinte años. Pick plantea que esta pandemia constituye un test para todos los sistemas de salud y los sistemas de gobierno del mundo entero. En tres décadas la población mundial estará totalmente urbanizada y otras pandemias pueden aparecer con consecuencias funestas para la humanidad si una toma de conciencia real de este riesgo no se establece desde ahora. Los humanos, Homo sapiens, se piensa como el organizador de la evolución, pero sería tiempo de que comprenda que es el “huésped” de una naturaleza donde dominan los microrganismos, las bacterias y los virus, que son los verdaderos expertos de la evolución (Pick, L’Obs n° 2889, 19-25 de marzo de 2020).
El historiador Yuval Noah Harari, brillante autor de Sapiens (2011), de Homo Deus (2015) y de 21 lecciones para el siglo XXI (2018), ha brindado una entrevista a El País donde plantea que la única forma de detener la pandemia es a través de la cooperación internacional y de la ciencia. En efecto, según Harari: “hay muy poca cooperación mundial y no existe un liderazgo mundial legítimo. En los últimos años políticos irresponsables [citemos Trump en Estados Unidos y Bolsonaro en Brasil] han socavado deliberadamente la confianza en la ciencia y en la cooperación internacional. Ahora estamos pagando el precio. Ese plan debe tomar en cuenta cinco puntos: compartir la información fiable; coordinar la producción mundial y la distribución equitativa de equipo médico esencial (aparatos respiratorios y material de protección); los países menos afectados deberían enviar personal médico a los países más afectados; crear una red de seguridad económica mundial para salvar países y sectores más afectados; y formular un acuerdo mundial sobre la preselección de viajeros para que solo algunas personas esenciales puedan seguir cruzando fronteras (El País del 22 de marzo de 2020).
La situación en Europa. El caso de Francia
Después de China, Europa se ha convertido en el principal centro de infección del nuevo virus. Entre diciembre de 2019 y el 10 de abril de 2020, el gobierno de China ha declarado 82,883 casos y 3,339 muertos. Sin embargo, las cifras reales son probablemente más altas (entre 16,000-60,000 muertos), aunque el Estado chino, totalitario y autoritario, se niega a reconocerlo oficialmente.
El epicentro de la pandemia está actualmente en Europa occidental. El país más golpeado es Italia, donde han fallecido 18,279 personas hasta el 10 de abril. Los otros países con mayor número de muertos son España (15,447), y Francia (8,044). En el Reino Unido el número de muertos ha aumentado desde mediados de marzo, actualmente se cuentan 7,993 fallecidos. En Italia, España y Francia las cifras de muertos por día son enormes, entre 500 y 900. En cambio en Alemania y en los otros países de la Unión Europea las cifras son inferiores (2,607 en Alemania, y menos de 400 en el resto de países de Europa occidental y oriental). El segundo epicentro está en Estados Unidos, donde se registran 16,478 muertos, 461,437 casos y 25,410 personas curadas (Johns Hopkins University, Le Monde del 10 de abril). Si en Europa cerca del 60% de las víctimas son adultos, sobre todo hombres, mayores de 70 años, en Estados Unidos la mayoría de muertos (60-70%) son afroamericanos pobres y con problemas de obesidad y de diabetes, enfermedades típicas de la mala alimentación y de la falta de control médico. Las ciudades más afectadas son New York y Chicago (Euronews del 10 de abril).
Esta situación catastrófica se debe a la demora en tomar las medidas de aislamiento social impuestas en China desde el mes de enero. En efecto, China y los países europeos se han demorado mucho antes de reconocer el peligro que significaba la nueva enfermedad y su alto nivel de contagio. Las sociedades europeas también han tardado mucho en aceptar la realidad de la llegada de una nueva pandemia que puede compararse a la llamada “gripe española” (porque los periódicos de España difundieron la noticia), que en realidad se originó en Estados Unidos en mayo de 1918, al final de la Primera Guerra Mundial [1914-1918], y que produjo la muerte de 50 millones de personas en todo el mundo. En Europa, la gravedad de esta gripe (H1N1) se reconoció en el otoño de 1918, recién en ese momento, con decenas de miles de enfermos y de muertos se ordenó el aislamiento y el cierre de lugares públicos. Pero ya era demasiado tarde para salvar a los enfermos graves que fallecían sin recibir ningún medicamento (Revista Geo, marzo de 2020).
En Europa, las primeras medidas de aislamiento han sido tomadas recién entre la primera semana de marzo (Italia) y mediados del mismo mes (España, Francia). El Reino Unido ha esperado el 24 de marzo para adoptar esta medida de protección, el primer ministro Boris Johnson ha sido contaminado y estuvo en cuidados intensivos. Las respuestas ante la pandemia han sido bastante similares a las que se observaron durante la Peste negra o Peste bubónica en el siglo XIV (causada por una bacteria transmitida por las pulgas de las ratas), bien descritas y analizadas por el historiador Jacques Delumeau en su libro El miedo en Occidente (1978). Como en 1347, en 2020, las autoridades europeas se negaron a imponer el aislamiento para evitar la crisis económica (desempleo, ruina económica) y las dificultades de alimentación que ello implicaba. Las poblaciones fueron inconscientes del peligro inminente del coronavirus durante varias semanas y siguieron encontrándose en lugares públicos como si no pasara nada. La denegación y la inconciencia explican la enorme cantidad de muertos y de personas contaminadas desde enero ‘gracias’ a los viajeros que venían de China. Luego de la medida de aislamiento, una parte de la población europea citadina intento huir y refugiarse en las zonas rurales para escapar al peligro de las grandes ciudades. En fin, cuando los muertos aumentaron en Italia, Francia y España, rebasando las posibilidades de atención médica y de entierros normales, los gobiernos decidieron prohibir las ceremonias fúnebres. El abandono de los ritos funerarios, como en tiempos de guerra, es uno de los hechos más difíciles de aceptar en Europa; todos los muertos son incinerados y no pueden ser vistos por los familiares.
Veamos el caso de Francia.
El gobierno del presidente Emmanuel Macron y de su Primer Ministro Edouard Philippe, anunció el aislamiento social el 15 de marzo. Al inicio se impuso una multa de 38€ a los que infrinjan la medida nacional; sin embargo la cantidad de franceses que no obedecían y salían de sus casas fue tan importante que el gobierno aumentó la multa a 135€, y se puede llegar a 1500€ en caso de reincidencia. Las cárceles están demasiado sobrepobladas, por lo cual no se ha tomado la opción de encarcelar a los que se rehúsan a aceptar la orden de aislamiento; además, para disminuir el peligro de contagio, se han liberado a muchos presos que estaban por terminar sus penas. El 15 de marzo se anunció también el cierre de todos los colegios y universidades, de todos los comercios salvo los de alimentación y las farmacias, y se implantó el trabajo a distancia, vía internet, para los sectores que pueden permitirlo.
Francia ha entrado en recesión con una caída de 35% de la actividad económica. Cerca de 25% de los asalariados (6,3 millones de franceses) está actualmente en desempleo parcial, las empresas distribuyen indemnizaciones a sus empleados que corresponden como mínimo al 70% del salario normal. Por su parte, el Estado distribuye una ayuda de urgencia a las empresas que lo necesitan. Además, los impuestos han sido retardados a una fecha por determinar; las personas indigentes pagaran ulteriormente el alquiler, el agua y la electricidad; se ha creado un fondo de solidaridad con los pequeños empresarios (hasta 1,500€). En fin, el gobierno organiza un vasto plan para salvar la economía nacional inyectando 45 mil millones de euros en el aparato productivo (Ministerio de Economía del Gobierno francés). Notemos que hasta ahora ya se han gastado 13 mil millones de euros para afrontar la pandemia y cada mes de aislamiento implica un costo de 70 mil millones de euros.
Francia es uno de los países europeos más estables políticamente, en situación económica correcta, y con una seguridad social para todos los trabajadores y empleados públicos y privados. Antes de la crisis del coronavirus, la tasa de desempleo era de 10% aproximadamente, y la segunda fuente de inquietud era la presencia de decenas de miles de migrantes económicos que llegaban al país en búsqueda de empleo y de una vida digna. La tercera fuente de preocupación era la crisis social de los llamados “Chalecos amarillos”, trabajadores y empleados rurales y urbanos que estaban sufriendo de las consecuencias de la crisis de 2008 y de las políticas ultraliberales de los gobiernos de Sarkozy, de Hollande y de Macron. El vasto movimiento social iniciado en noviembre de 2018 ha continuado hasta fines de 2019.
En ese contexto, la pandemia del coronavirus ha puesto al descubierto los graves errores cometidos por los gobiernos anteriores que, adoptando medidas ultraliberales y antisociales, habían recortado drásticamente los presupuestos de los hospitales y de los centros de investigación científica, además de los centros educativos del país. Por esa razón, a pesar de disponer de hospitales modernos, de personal médico y de enfermería con un alto nivel de formación, el sistema sanitario francés está en crisis. Los centros de la epidemia se encuentran en dos zonas: en Alsacia, sobre todo en la ciudad de Mulhouse, y en región Isla de Francia, cuya capital es París. Los hospitales de esas zonas están colapsados; se han movilizado a estudiantes en medicina y en enfermería y a personal médico jubilado para atender a las miles de personas que llegan cotidianamente para ser socorridas con respiradores artificiales, que ya no son suficientes tampoco. Muchos enfermos graves son trasladados por el Ejército a otras ciudades y en la zona de Mulhouse son llevados a Alemania.
Ante la gravedad de la situación de salud pública, el país se encuentra en estado de emergencia nacional (ley del 23 de marzo), y el gobierno de Macron ha tomado medidas urgentes de socorro financiero a las familias más pobres, a los dueños de pequeñas empresas, y a las empresas consideradas indispensables para el funcionamiento del país. Sin embargo, como es costumbre en Francia, las asociaciones de la sociedad civil y las alcaldías de todo el país se están movilizando también para socorrer a las personas vulnerables: las personas ancianas, los inmigrantes, los refugiados y a las miles de familias pobres de Francia. Las empresas y los particulares están donando alimentos de primera necesidad que son repartidos por personas benévolas organizadas en asociaciones o a nivel de las alcaldías. Sin ese apoyo fraterno y solidario no sería posible enfrentar el aislamiento social que debía terminar oficialmente el 15 de abril, pero que será aumentado por algunas semanas. El presidente Macron debe anunciar la nueva fecha de salida del aislamiento el lunes 13 de abril; el comité de científicos se ha pronunciado por una salida progresiva y no total, según las edades de las personas y las regiones afectadas. Se está debatiendo también el uso de nuevas tecnologías para rastrear a los enfermos y a las personas sanas, como se hace en China y en Corea del Sur, países autoritarios, pero que en Europa implica una disminución de las libertades individuales. Habrá que escoger entre el control sanitario del coronavirus y un control estatal inédito en Europa.
Reflexiones finales
La cooperación y la solidaridad son indispensables para afrontar dignamente el sombrío periodo que estamos viviendo en todo el mundo y que debe durar hasta que una vacuna pueda ser administrada a todos los habitantes del planeta (entre 12 y 18 meses). Los 27 países de la Unión Europea han llegado a un acuerdo histórico ayer, jueves 9 de abril; el plan de relance de la economía europea es de 540 mil millones de euros. No obstante, el desempleo y la pobreza van a seguir aumentando.
En América Latina no tenemos ningún organismo que reúna a todos nuestros países, sin embargo, la crisis actual podría ayudar a su creación urgente pues sin cooperación regional, a nivel continental, no podremos ni afrontar la pandemia, ni enfrentar la recesión económica que está en ciernes. Dadas las debilidades históricas de los Estados latinoamericanos, aún cuando algunos tomen medidas adecuadas, como es el caso del presidente Vizcarra, es indispensable que nuestras sociedades civiles se organicen también, como en Europa, para apoyar a los pobres urbanos y rurales, a los inmigrantes y a los pueblos originarios de la Amazonía y de los Andes. No podemos seguir creyendo que todos los problemas nacionales deben ser atendidos por el Estado, es una mentalidad asistencialista que debe ser superada; ello es imposible aún en los países del Norte que tienen una larga experiencia de la organización estatal. La sociedad civil peruana debe ser capaz de organizarse en las distintas regiones, con el apoyo del sector empresarial nacional e internacional; que deben aceptar que este año la recesión mundial no les va a permitir obtener beneficios, sino más bien pérdidas importantes. Los señores del CONFIEP deben aceptarlo racionalmente. Para relanzar la economía será necesario contar con los recursos humanos nacionales y por ello es indispensable tomar conciencia de que la solidaridad y la protección los sectores vulnerables del Perú son urgentes. Luego vendrán tiempos mejores.
Entretanto nos toca adaptarnos a las nuevas condiciones de vida. La economía de todos los países está en recesión. El comercio mundial ya no podrá continuar como antes del coronavirus; el turismo de masas está paralizado y nunca será como antes; todos los sectores asociados (transporte aéreo, restauración, hotelería) ya están arruinados por falta de clientes. A corto plazo, esta situación conduce a una reestructuración total de la vida económica, social y política en el mundo entero. El modelo capitalista ultraliberal que ha dominado hasta ahora está en crisis. Ya no volveremos a la “normalidad” del dinero fácil, del ultra individualismo, de la deforestación masiva (para saciar el apetito de carne, que también deberá desaparecer), y de la caza ilegal de animales salvajes que pueden transmitirnos sus virus. Otro mundo y otra manera de vivir en él se está forjando y debemos prepararnos a cultivar la solidaridad y la cooperación que son la única forma de protegernos y de proteger a nuestro planeta.