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Notas informativas 24 de junio de 2021

El día martes 21, en el marco del XVI Encuentro de Derechos Humanos, se desarrolló el conversatorio: ¿Es posible una democracia sin corrupción? Alcances sociales y políticos de una relación histórica. Evento que buscó reflexionar sobre las estructuras institucionales que impiden el pleno ejercicio de la democracia.

Los ponentes invitados a esta mesa fueron académico chileno Claudio Nash, doctor en Derecho y profesor de la Universidad de Chile; Adriana Urrutia, politóloga y presidenta de la Asociación Civil Transparencia y Francisco Durand, PhD en Ciencia Política y Economía Política y profesor del Departamento Académico de Ciencias Sociales de la PUCP. Bruce Barnaby Rubio, coordinador Académico y de Investigaciones del IDEHPUCP, fue el moderador de la mesa. 

El doctor Nash inició su ponencia recordando que, en contraste con el modelo que consideraba a la corrupción como beneficiosa para el sistema económico, actualmente hay otro enfoque donde reconoce que la corrupción tiene un impacto no en solo en temas económicos, sino en la democracia, el Estado de Derecho y en los derechos humanos.

Así mismo, comentó en su presentación que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) ha llamado la atención sobre los factores tradicionales que generan corrupción, entre los cuales están, por ejemplo, los monopolios. Agregó también, que la Comisión ha puesto énfasis en factores como la impunidad y el elemento cultural, el cual se relaciona con la tolerancia y normalización de las prácticas corruptas.

Una de las razones de por qué la corrupción se ha institucionalizado en el país – explicó Urrutia – es porque diariamente los ciudadanos la toleran y están dispuestos a incurrir en prácticas que constituyen las bases de esta institución nociva.

Más adelante advirtió que “no podemos pensar en efectividad en la lucha contra la corrupción sin una implementación seria de las medidas correspondientes”.

Por su parte, Adriana Urrutia expuso una serie de datos donde se observaba cómo la corrupción tiene incidencia directa en países con sistemas democráticos débiles.

“A nivel de percepciones, la corrupción ocupa el tercer lugar como problema objeto de preocupación para los peruanos”. Esta percepción – recalcó – la tienen sobre todo las personas más jóvenes y de sectores socio económicos A, B y C.

Una de las razones de por qué la corrupción se ha institucionalizado en el país, explicó Urrutia, es porque diariamente los ciudadanos la toleran y están dispuestos a incurrir en prácticas que constituyen las bases de esta institución nociva. “Esta tolerancia se traduce en las elecciones y debilita la democracia”.

Para Francisco Durand, el fenómeno de la corrupción está relacionado a la concentración del poder. “Es más fácil para quienes están envueltos en la corrupción ocultarla y al mismo tiempo es más difícil para organizaciones de la sociedad civil fiscalizarla”, aseveró.

Durand señaló que, en el siglo XXI, se ha presentado un nuevo periodo de corrupción en Perú. Aunque se ha visto una recuperación de las instituciones, observó que, la corrupción logró desarrollarse en los tres niveles de gobierno, creando además nuevos niveles de “macro corrupción” incluso mayores a los que hubo en el pasado.

Buscando finalizar con algo positivo, Durand indicó que un elemento eficaz en la lucha contra la corrupción ha sido la llamada “globalización de la justicia”, esto se traduce en acuerdos para colaborar y facilitar el intercambio de información en el contexto de la justicia penal. Sin embargo, advirtió, que el funcionamiento de estas redes internacionales ha sido desigual en América Latina.

Sigue el Encuentro aquí: