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14 de abril de 2020

Antropóloga, investigadora asociada al Instituto de democracia y derechos humanos de la PUCP (IDEHPUCP)

Tarare (Francia)

Desde diciembre de 2019 una nueva pandemia se está propagando en el mundo entero, causando un alto número de muertes. Se trata de un nuevo coronavirus, de origen animal, designado bajo el apelativo de SRAS [Síndrome respiratorio agudo severo] CoV-2, responsable de la enfermedad pulmonar llamada COVID-19. Como veremos en esta nota, esta nueva pandemia mundial, según la clasificación de la Organización Mundial de la Salud (OMS), es de entera responsabilidad humana y en particular de China. Sabemos en efecto que el nuevo coronavirus se encuentra en los murciélagos y en los pangolines, éstos han sido consumidos en Wuhan y de ese modo se han transmitido a las personas [ver Villasante[i]]. En China se tolera el comercio de animales salvajes aún cuando ese país haya firmado la Convención internacional contra el tráfico de especies salvajes en 1999. Recién hace unos días, China ha proclamado una nueva lista de animales comestibles donde el pangolín no aparece, y se ha prohibido el consumo de perros y gatos (Silvie Kauffmann, Le Monde del 9 de abril).

En pocos meses, esta pandemia ha causado la muerte de más de 100 mil personas en todo el mundo, se registran además más de un millón y medio de personas infectadas y más de 400 mil personas curadas. Europa es el continente más afectado, con más de 60,000 muertos. Sin embargo, el pico de la epidemia no ha llegado todavía al Viejo continente, los países más afectados son Italia (más de 18 mil muertos), España (más de 15 mil muertos), y Francia (casi 15 mil muertos). El segundo foco de la enfermedad se encuentra ahora en Estados Unidos (más de 20 mil muertos, en su mayoría afroamericanos pobres) (Johns Hopkins University, Le Monde del 10 de abril).

El coronavirus se está difundiendo en América Latina (sobre todo en Brasil y en Ecuador) y, dada la situación de subdesarrollo y de alto nivel de pobreza que prevalecen en nuestros países, debemos prepararnos a afrontar una catástrofe humana muy importante y, como en el resto del mundo, una recesión económica significativa.

En nuestro país, se cuentan más de 7 mil casos de personas infectadas y hasta el lunes 13 de abril se registraron 815 personas hospitalizadas, y 193 muertos (63% hombres y 40% mujeres), sobre todo en la ciudad de Lima que es el foco del COVID-19. El gobierno del presidente Vizcarra ha tomado medidas de contención pertinentes, pero su llamado a la solidaridad nacional merece ser mejor difundido para que nuestra sociedad civil, consciente de sus deberes y derechos, pueda organizarse rápidamente. En esta breve nota quisiera remarcar la similitud de respuestas a la pandemia en todo el mundo; luego evocar las implicaciones reales de contraer esta enfermedad respiratoria que causa tanto temor entre las poblaciones vulnerables, y finalmente evocar brevemente la situación actual, las medidas adoptadas en el Perú a corto y a largo plazo y la necesaria solidaridad nacional y local.

El pangolín, vector del coronavirus (Zoologico de Taipei, Edge of Existence.org)

Las respuestas en todo el mudo son similares: entre denegación y temor extremo

Las respuestas ante la pandemia actual han sido bastante similares a las que se observaron durante la Peste negra o Peste bubónica en el siglo XIV (causada por una bacteria transmitida por las pulgas de las ratas), bien descritas y analizadas por el historiador Jacques Delumeau en su libro El miedo en Occidente (1978). Esto significa que ante las enfermedades infecciosas, las sociedades del pasado y del presente demuestran su común humanidad, más allá de los avances médicos y científicos.

Como en 1347, en 2020, las autoridades de muchos países (Estados Unidos, Brasil) se negaron a imponer el aislamiento para evitar la crisis económica (desempleo, ruina económica) y las dificultades de alimentación que ello implicaba. Las poblaciones fueron inconscientes del peligro inminente del coronavirus durante varias semanas y siguieron encontrándose en lugares públicos como si no pasara nada. La denegación y la inconciencia explican la enorme cantidad de muertos y de personas contaminadas desde enero ‘gracias’ a los viajeros que venían de China. Luego de la imposición del aislamiento, una parte de la población en Europa citadina y de Nueva York intento huir y refugiarse en las zonas rurales para escapar al peligro de las grandes ciudades. En fin, cuando los muertos aumentaron en Italia, Francia y España, rebasando las posibilidades de atención médica y de entierros normales, los gobiernos decidieron prohibir las ceremonias fúnebres. El abandono de los ritos funerarios, como en tiempos de guerra, es uno de los hechos más difíciles de aceptar; todos los muertos son incinerados y no pueden ser vistos por los familiares. En Nueva York y en Guayaquil las cremaciones no pueden realizarse normalmente porque el ritmo de las muertes es demasiado fuerte, y también estamos observando, con mucha tristeza, que los cuerpos de las personas contaminadas están siendo enterrados en fosas comunes o en cementerios improvisados.

Mortalidad real del COVID-19 e infraestructura de salud pública

La pandemia mundial del COVID-19. es la primera del siglo XXI, y la más letal después de la “gripe española” que causó la muerte de más de 50 millones de personas en el mundo entre 1918 y 1919, y representa el más grande desafío al “orden” político, social y económico del planeta, tanto en los países del Norte (Europa, Estados Unidos, Canadá), como aquellos del Sur (América Latina, África, Asia).

El alto número de muertes hace creer que una vez contaminadas las personas fallecen sin remedio, o casi. Esto no es pertinente. Si es evidente que la infraestructura de salud pública de cada país es un elemento fundamental para enfrentar la pandemia, se estima que el COVID-19. puede ser letal solamente en 10-15% de casos, 85-90% de personas contaminadas puede tener formas leves o algo importantes de la enfermedad respiratoria y, luego de un periodo de descanso y de tratamiento con medicamentes contra la fiebre y el dolor ordinarios (paracetamol), se sanan.

El médico y microbiólogo Philippe Sansonetti[ii], profesor del Colegio de Francia y del Instituto Pasteur, explica que el COVID-19. es una plaga y que es urgente y vital que la sociedad humana esté convencida de esto, no es demasiado tarde pero el tiempo es corto para enfrentarla. Citando al médico Charles Nicolle (1933), Sansonetti escribe que las enfermedades infecciosas recuerdan a los humanos que somos hermanos porque el mismo peligro nos amenaza, y que nuestra solidaridad humana debe incluso extenderse a los animales domésticos. A pesar de la gravedad de la pandemia actual, hay que tener en cuenta los aspectos positivos: el virus se identificó muy rápidamente y el diagnóstico molecular se realizó en pocas semanas, cuando hasta el año 2000 duraba semanas o incluso meses.

Es importante comprender que la tasa de reproducción básica del COVID-19., es decir el número promedio de personas que pueden ser infectadas, se sitúa entre 2 y 3 casos (como en el caso de la gripe española). La tasa de la tuberculosis es de 10 y el sarampión es de 12 a 18, enfermedades extremadamente contagiosas. Sin embargo, la tasa de ataque (el número de individuos recién infectados en comparación con la población general) es mucho más alta que la gripe estacional. Alrededor del 10% a 15% de personas contaminadas del COVID-19. puede desarrollar formas graves del COVID-19., y necesitar hospitalizaciones entre 7 y 15 días; lo cual amenaza todos los sistemas de salud en el mundo. Sobre todo aquellos de los países del Sur, pero también en aquellos del Norte. Los enfermos graves necesitan en efecto respiradores artificiales, aparatos sofisticados que nunca se fabricaron en cantidad suficiente como para enfrentar una pandemia como la que estamos sufriendo. En los países del Norte, observamos que la infraestructura sanitaria de la que disponen es importante pero no es suficiente para tratar y salvar a todos los enfermos de COVID-19. En Italia y en España los médicos tienen que decidir cuales pacientes pueden ser tratados con respiradores y quienes no lo pueden porque no tienen posibilidades de sobrevivir. Es extremadamente penoso pero es real. En esos países, los médicos están actuando como en tiempos de guerra, cuando los médicos no disponen de los medios y del personal suficiente para salvar a todos los heridos y tratan solamente a aquellos que tienen posibilidades reales de sobrevivir. No hay otra alternativa.

¿Quiénes son las personas más vulnerables? Como en todas las épocas de la Historia mundial, los pobres y los grupos discriminados étnicamente o religiosamente son siempre los que pagan el precio más alto ante las pandemias. En América Latina los pobres representan más del 30% de la población total, es decir más de 185 millones de personas; entre los cuales 10% (62 millones) se encuentra en condiciones de extrema pobreza (CEPAL 2019). Además, América Latina sigue siendo la región más desigual del planeta junto con Estados Unidos. Esta situación lamentable va a empeorar por los efectos económicos del coronavirus, como veremos pronto. En nuestra región, los grupos vulnerables son los pobres que pertenecen étnicamente a los pueblos originarios y a los grupos afrodescendientes. El ejemplo norteamericano es patente al respecto; los afroamericanos representan 12% de la población total, pero los que fallecen a causa del coronavirus son entre 50% y 60%, sobre todo en las ciudades de Nueva York, Chicago, Detroit y Nueva Orleans (Le Monde del 12 de abril).

Dicho esto, la tasa de mortalidad del coronavirus es relativamente baja, Sansonetti estima que al final veremos que fue solo de 1% a 2% de la población, aún cuando en el periodo de aceleración el número de muertes sea alto.

El coronavirus en el Perú: las medidas estatales y la solidaridad nacional y regional

Para ralentizar el avance de la pandemia que pone en peligro la capacidad sanitaria de todos los países del Norte y del Sur, la OMS ha recomendado el aislamiento social, que prioriza la salud de los seres humanos y pone en segundo plano la vida económica capitalista y ultra liberal ordinaria. Este hecho es inédito en la Historia y está produciendo una toma de conciencia real de la vulnerabilidad de la vida humana y del ecosistema en general, y al mismo tiempo una recesión significativa.

En América Latina (629 millones de habitantes, 425 millones en América del Sur, entre los cuales 211 millones en Brasil), no tenemos ningún organismo que reúna a todos nuestros países, similar a la Unión Europea, sin embargo, la crisis actual podría ayudar a su creación urgente (una Unión Latinoamericana) pues sin cooperación regional, a nivel continental, no podremos ni afrontar la pandemia, ni enfrentar la recesión económica que está en ciernes. Como Yuval Noah Harari (2020[iii]) y otros analistas lo han señalado, la cooperación y la solidaridad son indispensables para afrontar dignamente el sombrío periodo que estamos viviendo y que debe durar hasta que una vacuna pueda ser administrada a todos los habitantes del planeta (entre 12 y 18 meses). Esta crisis de salud será larga, al menos de dos años, pues es muy probable que una segunda ola de contagios masivos se instale cuando se termine el aislamiento social. De todos modos, el nuevo coronavirus se quedará circulando en el mundo y tendremos que desarrollar anticuerpos que nos protejan, con o sin vacuna.

La plaga actual está exponiendo las debilidades históricas de los Estados latinoamericanos que no han sido capaces de priorizar los servicios estatales básicos de salud, de educación y de trabajo formal desde las independencias del siglo XIX. En nuestro país, luego de veinte años de guerra interna, los gobiernos ulteriores a la dictadura de Alberto Fujimori (1990-2000), entre 2001 y 2018, no han sido capaces de seguir las recomendaciones de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación y reestructurar el aparato estatal, desterrar la corrupción y construir un Estado digno de ese nombre. Los políticos y sobre todo los congresistas se han ocupado de enriquecerse ilícitamente, abandonando la construcción de servicios estatales, de desarrollo durable y de disminución de la desigualdad social. Desde la toma del poder del presidente Martín Vizcarra, en marzo de 2018, se han hecho avances significativos. El cierre del Congreso en setiembre del año pasado fue una excelente decisión política, saludada por la ciudadanía. Ante la llegada de la plaga mundial (oficialmente el 6 de marzo), el presidente Vizcarra tomó otra decisión pertinente y urgente, declarando el aislamiento social y el cierre de fronteras el 15 de marzo, esta medida debe terminarse, en principio, el 26 de abril. Desde entonces, sus mensajes a la nación reiteran la urgencia de actuar con “responsabilidad, solidaridad, pensando siempre en el bienestar general” (Mensaje del 15 de marzo[iv]). Se dispuso además un Bono de solidaridad y una protección especial a las personas más vulnerables como son “nuestros adultos mayores”. La pandemia ha influenciado directamente la decisión de denominar el presente año “Año de la Universalización de la Salud” (La República del 12 de abril).

Esas medidas estatales son muy importantes para frenar la pandemia en el Perú, sin embargo deben también ser consideradas vulnerables las poblaciones pobres de las ciudades y del campo andino y amazónico que no teniendo trabajos formales no pueden acatar el aislamiento pues deben salir a trabajar para dar de comer a sus familias cada día. A ellos se unen los migrantes venezolanos por supuesto, que deben recibir ayuda estatal y de la sociedad peruana en general. La situación es similar con los sectores vulnerables y los migrantes en todos los países de América Latina y del Sur en general (India, Irán, Asia del Este, África). Estos sectores están aún a la espera de ayuda alimenticia de urgencia, y sabemos que el gobierno esta buscando ayuda internacional de urgencia (China, Corea del Sur), y de bancos internacionales (Banco de desarrollo de América Latina, Banco interamericano de desarrollo (BID), y se ha iniciado una coordinación con varios países latinoamericanos (Argentina, Chile, Colombia, Ecuador, Paraguay, Bolivia, Brasil). La Cruz Roja Peruana debe también participar en este esfuerzo humanitario urgente, con el apoyo de las Fuerzas Armadas para la distribución de víveres en zonas de acceso difícil, en los Andes y en la Amazonía. (birth control) En ese marco, es urgente también revocar la absurda Ley n° 31012 de Protección policial que exime de responsabilidad penal a las fuerzas del orden. Como sabemos, esta ley incongruente en democracia y propia de regímenes autoritarios había sido aprobada por el Congreso anterior, donde fue impulsado por la nefasta mayoría fujimorista. Por razones incomprensibles, sobre todo en la coyuntura de crisis actual, el nuevo Congreso presidido por Manuel Merino la aprobó. Ello es inadmisible y extremadamente peligroso para el resguardo de la democracia y del Estado de derecho que priman en el Perú. La Coordinadora Nacional de Derechos Humanos ha declarado que esta ley es inconstitucional, puede favorecer excesos, y generar un marco de impunidad al prohibir a los jueces dictar mandatos de prisión preventiva (Declaración del 28 de marzo[v]).

No obstante, las medidas estatales no son suficientes en las condiciones de urgencia sanitaria actual; es indispensable que nuestras sociedades civiles se organicen también, como en Europa, para apoyar a los pobres urbanos y rurales, a los inmigrantes y a los pueblos originarios de la Amazonía y de los Andes. No podemos seguir creyendo que todos los problemas nacionales deben ser atendidos por el Estado, es una mentalidad asistencialista que debe ser superada. La sociedad civil peruana — sobre todo los jóvenes universitarios, las clases medias y altas, las ONG y las iglesias —, debe ser capaz de organizarse en las distintas regiones, con el apoyo de las Municipalidades para recolectar alimentos y medicamentos de base destinados a ser distribuidos a las familias necesitadas. Residiendo en Francia, puedo atestar que sin la participación activa de la sociedad civil francesa, de sus miles de asociaciones sin fines de lucro, y de los miles de jóvenes que están siendo reclutados por las Municipalidades como voluntarios benévolos para repartir alimentos y medicinas, la crisis sería imposible de afrontar, sobre todo en los grandes centros de contagio y de muertes de Paris y de Alsacia. También se ha llamado a los reservistas del Ejército y a los médicos jubilados para apoyar el esfuerzo colectivo. Esas acciones altruistas pueden desarrollarse igualmente en el Perú.

La solidaridad debe ser concretada también por el sector empresarial nacional e internacional que labora en nuestro país, como lo están haciendo en Europa y en Estados Unidos. En ese marco, el anuncio de la CONFIEP[vi] solicitando el licenciamiento masivo de trabajadores y empleados no podía ser más inoportuno, absurdo e irracional. Para relanzar la economía será necesario contar con los recursos humanos nacionales y por ello es indispensable tomar conciencia de que la solidaridad y la protección de todos los sectores vulnerables del Perú son urgentes. Luego vendrán tiempos mejores. Felizmente, el Primer Ministro Vicente Zeballos ha declarado que la propuesta de la CONFIEP de permitir ceses colectivos “no está en agenda”, pero que se está preparando la alternativa de permitir la licencia sin goce de haber con un subsidio del Estado (La República del 12 de abril[vii]). Esta solución se está aplicando en varios países de Europa para permitir que las familias puedan sobrevivir a la crisis.

Reflexiones finales

Ahora debemos adaptarnos a las nuevas condiciones de vida creadas por la plaga del COVID-19. El 12 de abril, el Papa Francisco ha celebrado en la Basílica de San Pedro la misa del Domingo de Resurrección y, antes de impartir su bendición Urbi et Orbi, ha lanzado un vibrante llamado a la solidaridad mundial para construir una “nueva humanidad”[viii]. El Papa hizo también un recuento de las dificultades que los seres humanos pasan en estos momentos de pandemia: lutos, sufrimientos físicos y problemas económicos. Reconociendo que estamos enfrentando un futuro incierto, el Papa se dirigió a las autoridades políticas para que busquen “el bien común de todos los ciudadanos”. Pidió además no dejar solos a los pobres, a los presos y a los que no tienen hogar. En fin, solicitó que se reduzca o se condone las enormes deudas externas que pesan en los presupuestos de los países pobres. Este mensaje de gran lucidez, generosidad y empatía concierne a todos los ciudadanos del mundo.

La CEPAL prevé que la economía de la región de América Latina y el Caribe será impactada en distintos frentes: las exportaciones, el turismo, los suministros, el precio de los productos y la inversión. Todo ello debe repercutir en un aumento de 10% del desempleo y la pobreza puede alcanzar 220 millones de personas[viii] (sobre un total de 629 millones). En efecto, el comercio mundial y la circulación de personas está casi paralizado desde inicios del mes de marzo. El turismo de masas no será nunca más como antes, con todo lo que ello implica en pérdida de ingresos para países como el nuestro, donde todos los sectores asociados (transporte aéreo, restaurantes, hotelería) están en vías de ruina por falta de clientes. A corto plazo, esta situación conduce a una reestructuración total de la vida económica, social y política en el mundo entero. El modelo capitalista ultra liberal que ha dominado hasta ahora está en crisis. Ya no volveremos a la “normalidad” del dinero fácil, del ultra individualismo, de la desforestación masiva (para saciar el apetito de carne, que también deberá desaparecer), y de la caza ilegal de animales salvajes que pueden transmitirnos sus virus. Otro mundo más humano y ecológico y otra manera de vivir en él se está forjando y debemos prepararnos a cultivar la solidaridad y la cooperación que son la única forma de protegernos y de proteger a nuestro planeta.


[ii] Sansonetti, COVID-19., crónica de una emergencia anunciada, Conferencia del 16 de marzo de 2020, Collège de France, publicado en La Vie des idées, y traducido en castellano por Luis Alberto Restrepo.
[iii] Ver su artículo de Financial Times: https://www.ft.com/content/19d90308-6858-11ea-a3c9-1fe6fedcca75 y mi nota anterior, Villasante, 24 de marzo.
[iv] Mensaje a la nación del presidente Vizcarra, Presidencia de la República, https://cdn.www.gob.pe/uploads/document/file/566444/Mensaje_a_la_Nación_15-03-20.pdf