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Entrevistas 26 de octubre de 2021

Por Juan Takehara (*)

Tras la designación de Mirtha Vásquez como presidenta del Consejo de Ministros, diversos analistas políticos especulaban sobre una posible mejora en las relaciones entre el Ejecutivo y el Congreso. Sobre esta perspectiva conversamos con Daniel Encinas, politólogo PUCP y candidato a doctor en Ciencia Política por la Universidad de Northwestern. 

¿Espera que el renovado gabinete reduzca el clima de confrontación o las tensiones seguirán?

Me parece que la principal confrontación que este cambio de gabinete logra aplacar es la que se estaba dando al interior del Poder Ejecutivo entre, por un lado, el presidente Castillo y algunos ministros más leales a él y, por otro lado, el ex premier Bellido y otros ministros más leales a Cerrón. El gabinete Vásquez disminuye la tensión interna.  Pero no me parece obvio que vaya a disminuir la confrontación entre el gobierno y el congreso. En teoría, Vásquez es una opción que debería permitir tender puentes con bancadas y actores menos radicales, a la par que no se aleja al gobierno de la izquierda. Ella es, además, mucho más institucionalista y dispuesta al diálogo que Bellido. Lamentablemente, en política no hay borrón y cuenta nueva. Comenzar el gobierno con el gabinete Bellido fue un paso en falso del que quizá nunca pueda recuperarse. Castillo perdió capital político. Tampoco olvidemos que el nuevo gabinete le abre un nuevo flanco al gobierno en el congreso: perder los votos de una buena parte de Perú Libre. Por eso, si Castillo no quiere unirse pronto al grupo de presidentes latinoamericanos que no terminaron su periodo, necesita trabajar con urgencia en recuperar apoyo popular. Su camino sigue siendo cuesta arriba.

El grupo de los llamados “cerronistas” vienen distanciándose del actual gabinete. ¿Hasta dónde podrían llegar sabiendo que necesitan ser parte del gobierno?

Es un buen punto. No sabemos exactamente si se trata de una separación o un divorcio. Castillo parece estar mandando algunas ramitas de olivo con el nombramiento de personajes tan cuestionados como el Ministro del Interior. Pero, por ahora, parece que el ala dura de Perú Libre estaría más dispuesta a romper a la mala, con bulla y pelea. Con los gritos de “derechización” y “traición” como fondo musical. Como ha indicado el politólogo Eduardo Dargent, parece que Perú Libre está apostando a posicionarse como la opción más extrema de cara a futuras elecciones. Les importaría más aparecer como los más duros del barrio, antes que cuidar la supervivencia del gobierno y ganar experiencia. Y yo agregaría dos motivos adicionales para entender este distanciamiento. Cerrón sentó las bases de una relación complicada con el gobierno desde que se posicionó como líder de la vanguardia que debía tutelar a Castillo como “hijo del pueblo”. Una jerarquía inaceptable. En segundo lugar, hay un motivo más general: la fragilidad de las planchas presidenciales. Hay una continuidad insoslayable entre las dinámicas de tensiones y traiciones de Castillo, Boluarte y Cerrón y aquellas que vimos entre PPK, Vizcarra y Araoz. El puñal en la espalda es moneda corriente en nuestra política de novatos y oportunistas.

Hoy por hoy la fragmentación política juega en contra de la moderación. Todas las opciones políticas son enanas y, por lo tanto, hay incentivos para apostar por el radicalismo: capturar un nicho pequeño pero sólido que permita triunfos electorales.

El Congreso ha logrado votar en bloque y rechazar ciertos exministros cuestionados. ¿Vemos una alineación circunstancial o estamos frente a una oposición más firme y programática? 

No creo que podamos hablar de una oposición firme ni programática en el Congreso. Lo que mencionaba sobre las planchas presidenciales bien aplica para las bancadas y, por supuesto, para la relación entre bancadas. Para bien y para mal, en Perú siempre debemos asumir primero el caos y la desorganización antes que el orden y la solidez. Como dijo en alguna oportunidad Carlos Iván Degregori, citando a Berman, en nuestro país “todo lo sólido se desvanece en el aire”. Y muchas cosas no llegan ni siquiera al estado de solidez.

Más allá de la reactivación económica y la vacunación masiva, ¿qué objetivos observa que pueden unificar al Ejecutivo con Legislativo?

Teniendo a un presidente con un escudo legislativo cada vez más débil, me parece que vamos a seguir viendo más de aquello que Juan Linz denominó “los peligros del presidencialismo”. Es decir, peleas, crisis institucional y peligros para la democracia. Lamentable, la única oportunidad de unidad que veo es alrededor del asalto del Estado de derecho: agendas conservadoras y contrarias a los derechos individuales y, sobre todo, una repartija de lo público (puestos y presupuesto). Felizmente nuestros asaltantes son, todavía, precarios.

Si la situación económica vuelve a cifras prepandemia y bajan las pretensiones de una Asamblea Constituyente, ¿comenzaremos a ver partidos con posturas más de “centro”? Es decir, ¿se podrían atenuar las propuestas radicales que enarbolaron durante las elecciones?

Es posible, pero lo veo como poco probable. Una mejor situación económica y abandonar la agenda maximalista requieren de la voluntad del gobierno, pero también de un mínimo de talento político que no sé si Castillo tenga. Con el frustrado nombramiento de Belmont, ya confirmamos que la nueva premier no es suficiente para compensar todas las carencias políticas del presidente. Algunos me van a decir paternalista por señalar esto, pero creo que lo paternalista es seguir negando las pocas capacidades de Castillo para gobernar únicamente por sus capacidades para representar sectores históricamente marginados de nuestra sociedad. Castillo representa bien, pero gobierna mal. Su tendencia al autosabotaje es una constante. Para colmo, hoy por hoy la fragmentación política juega en contra de la moderación. Todas las opciones políticas son enanas y, por lo tanto, hay incentivos para apostar por el radicalismo: capturar un nicho pequeño pero sólido que permita triunfos electorales. Eso permite ser tuerto en el país de los ciegos. Es un juego macabro.

(*) Integrante del área de Comunicaciones.

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