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Entrevistas 8 de marzo de 2022

Por: Juan Takehara (*)

Cientos de mujeres peruanas marcharon el sábado 5 de marzo en Lima para manifestarse contra la violencia de género en un país donde cada dos días muere asesinada una mujer. Solo en enero de este año la Defensoría del Pueblo registró 18 feminicidios, 6 tentativas y 8 muertes violentas. Además se reportaron 519 notas de alerta por desaparición de niñas, adolescentes y mujeres adultas, lo que sería un 19 % más que en el mismo mes del 2021. Ante esta situación, conversamos con Julissa Mantilla, abogada y profesora PUCP, actual presidenta de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) sobre qué problemas ha observado en la región y cómo las normas y leyes no son suficientes para proteger a las niñas y mujeres.

¿Qué contenido puede darse al 8M, que en ciertos ámbitos todavía es entendido como una fecha celebratoria?

Hay que dejar en claro que el 8 de marzo no es una fecha para celebrar, ni para decir feliz día o enviar regalos. En realidad, es una fecha para conmemorar una lucha continua por la igualdad y los derechos de las mujeres. Ese debe ser el punto de partida. Debe ser una ocasión para revisar qué está pasando en nuestro país y en América Latina respecto de diversos problemas: el incremento constante de las desapariciones de mujeres, así como de las muertes y tentativas de feminicidio; el trabajo no remunerado, y, algo que trajo la pandemia, el aumento de violaciones sexuales y embarazos en niñas porque no podían salir de casa. Vemos una situación de desigualdad y de subordinación. El 8 de marzo debe ser una fecha para seguir conmemorando esta lucha y seguir reflexionando. Pero, además, no es que sea un solo día; la lucha con las mujeres es constante y tiene que verse desde la igualdad y, como abogada, desde el caso concreto de las obligaciones de los Estados. Conocemos las cifras de feminicidio, los delitos han sido tipificados, pero el feminicidio sigue. Para responder qué podemos hacer para que esto cambie, hay que analizar cómo se socializa a las personas desde que nacemos y crecemos, cómo así se piensa que hay roles para las mujeres o roles para los hombres. La violencia –que puede ser física, psicológica o sexual– también se explica por la falta de oportunidades y el no poder acceder a posiciones de poder. Si comenzamos a hablar desde el plano académico, en la Facultad de Derecho tenemos una decana, Rocío Villanueva, pero tuvieron que pasar 100 años para que llegue una mujer a ese puesto. Habría que ver cuántas mujeres son decanas en la universidad, cuándo lo han sido y también saber el número de profesoras en nuestra universidad. El 8 de marzo, si sirve para algo, es para reflexionar sobre esto y ver cómo hacemos para que la situación cambie.

¿Cree que las leyes, tanto en Perú como en la región, apoyan la lucha para erradicar la violencia contra la mujer?

La desigualdad y la violencia contra las mujeres no se resuelven con leyes. Lo jurídico es solamente una dimensión del problema. Por ejemplo, el feminicidio está tipificado, pero existe algo que se denomina el “círculo de la violencia”: es decir, nace una niña y según todos los estudios está comprobado que tienen menos tiempo para estudiar porque desde pequeñas se les socializa para ayudar en el hogar. Crece con una idea de lo que debe ser una mujer. Se le niega oportunidades y no tiene acceso a sus derechos ni información. Es muy probable que estas niñas cuando sufran de violencia por su pareja no puedan salir de esa relación, más allá de si existe una norma que establezca o tipifique o sancione las conductas de agresión. Y eso sucede por una serie de circunstancias. En primer lugar, está comprobado que la mayoría de las mujeres ganan menos que los hombres, las mujeres tienen menos acceso a la salud y a la educación, las mujeres además no tienen derecho a la autonomía de sus cuerpos y sus propias decisiones. Uno puede cambiar las leyes y modificar las normas, pero si no empezamos a transformar cómo se educa y se socializa a las personas esto no va a cambiar. Por otro lado, la lucha no es contra los hombres, es contra el machismo que está instalado en hombres y mujeres. Eso demanda también por tener una responsabilidad en el tema de la educación y asegurar que esta tenga un enfoque diferenciado. En el tema particular del acceso a la justicia, podemos tener leyes y normas penales, pero ¿cuántas mujeres pueden usarlas? ¿Acaso las mujeres que han sido violentadas y que dependen económicamente del esposo van a ir a denunciarlo? ¿Acaso las mujeres que tienen que hacer el trámite judicial varias veces y no tienen con quién dejar a sus hijos van a ir a denunciarlos? Es muy probable que no. Y está comprobado que una cosa es la denuncia y otra es la continuación del proceso. Transformar la justicia para que las mujeres tengan acceso a ella implica mucho más que únicamente cambiar normas.

«Formalizar una denuncia por un hecho de violencia no es nada sencillo. Nosotros hemos visto miles de casos donde existen pruebas, videos y no se le quiere creer a la víctima. ¿Cómo va a poder denunciar una niña? En un espacio que además no tiene acceso a su salud sexual y reproductiva o a sus derechos.»

Los problemas son varios. Por ejemplo, ahora que empiezan las clases presenciales, ¿cuántas niñas se quedarán en casa ayudando en labores domésticas, a diferencia de los niños que sí tendrían mayor acceso a movilidad, a útiles escolares e incluso a una mejor alimentación cuando vayan a la escuela?

Antes de hablar del regreso al colegio, hay que preguntarse quiénes asumieron la educación de los niños vía internet, quienes estuvieron ahí, cuál fue la carga que las mujeres tuvieron que afrontar. Y, por otro lado, sí creo que hay que asumir una responsabilidad tanto a nivel del Estado, pero también a nivel de la sociedad civil. Las conductas machistas se reproducen continuamente, y me parece importante que esa lucha contra el machismo y la discriminación se analice también en las aulas. Yo soy docente hace casi 20 años y algo que tengo como norma, además de promover que las y los estudiantes participen, es tener muchísimo respeto entre nosotros. He participado en muchas reuniones y talleres de género donde las estudiantes indican que algunos de sus profesores hacen comentarios inapropiados sobre su cuerpo o su aspecto; entonces habría que mirar cómo estamos por casa, qué es lo que está sucediendo. En el caso concreto de la Facultad de Derecho, tenemos pocas profesoras mujeres, pero el número mayoritario de estudiantes son mujeres. Mirando a nivel regional, el feminicidio, la desaparición de mujeres y niñas es algo que se da continuamente, no es excepcional, ya se volvió la regla. ¿Qué estamos esperando para tomar posiciones sólidas en la denuncia? Y, más allá de la denuncia, realizar el acompañamiento de la mujer que decide hacer esa denuncia. Formalizar una denuncia por un hecho de violencia no es nada sencillo. Nosotros hemos visto miles de casos donde existen pruebas, videos, y no se le quiere creer a la víctima. ¿Cómo va a poder denunciar una niña? En un espacio que además no tiene acceso a su salud sexual y reproductiva o a sus derechos. ¿Qué posibilidad de ser presidenta o congresista tiene una niña embarazada a los 14 años, por más leyes de cuotas que promuevan? Hay que pensar en todas las mujeres violentadas, en las mujeres migrantes y en las mujeres mayores. Las mujeres de 60 años y más están viviendo sin pensiones, sin CTS, sin contribuciones, porque se han dedicado la mayor parte del tiempo al trabajo no remunerado. Además, cuando estas mujeres fueron jóvenes y sufrieron violencia sexual, la violación no estaba tipificada como ahora. Yo apostaría por identificar esa línea de continuada violencia y discriminación, asumir las responsabilidades, pero más allá de exigirle al Estado que cumpla sus obligaciones, empezar a mirarnos desde la sociedad civil y preguntarnos cuáles son las obligaciones que tenemos. ¿Qué pasa, por ejemplo, cuando nos hacen un chiste machista o lo pasan por el Whatsapp? ¿nos molestamos o nos quedamos callados? El silencio es muy elocuente. Y cuando estamos hablando del 8 de marzo es importante mirar eso. El que un hombre diga “yo nunca he acosado, ni he agredido”, pero conoce a otros hombres que lo hacen, y lo ve y se ríe, implica una responsabilidad que yo llamaría de complicidad. Hay que observar y cuestionar eso.

«El 8 de marzo deberíamos preguntar: del 8 de marzo del año pasado hasta el día de hoy, ¿hay menos feminicidio? ¿hay más acceso a la igualdad? Veamos dónde están las mujeres.»

¿Cómo vienen trabajando en la CIDH para visibilizar estos problemas? 

Existe una Relatoría sobre el derecho de las mujeres, que ahora está a mi cargo, pero además hay una labor de monitoreo general. Dentro de esa labor, publicamos en el 2019 un informe sobre violencia contra mujeres y niñas, donde se reporta diferentes formas de violencia hacia la mujer. Además de las tradicionales identificamos, por ejemplo, la violencia obstétrica o violencia en el ámbito de nuevas tecnologías. Por otro lado, están las medidas cautelares, que se aplican en caso de emergencia. Por ejemplo, cuando hay una desaparición forzada de inmediato se activa la medida cautelar. En el 2020 otorgamos una medida cautelar ante una tentativa de feminicidio y ese es un mecanismo que la Comisión ha desarrollado y continúa haciéndolo. Luego están los casos que remitimos a la Corte IDH. En estos casos venimos trabajando con un análisis que abandona esta visión tradicional y empieza a abordar de manera diferenciada el análisis de las violaciones y también de la reparación. Es decir, la reparación, que siempre se veía de una forma restitutiva, nosotros la vemos, de mano con la Corte, como algo que debe tener una vocación transformadora. Tenemos distintos diálogos, por ejemplo, con la Suprema Corte de Justicia de México; esta semana estaremos con el Tribunal Constitucional en Bolivia, hablando de los niveles del Estado con esta visión diferenciada. La otra dimensión que hacemos es una visión interseccional, es decir, podemos hablar de las mujeres, pero no son lo mismo la mujer con discapacidad, la mujer indígena, la mujer afro. En tercer lugar, realizamos un trabajo en la misma Comisión como talleres de género al interior para los funcionarios y funcionarias sobre estos temas. Trabajamos con las instituciones nacionales de derechos humanos, las defensorías del pueblo, para también instalar esta visión diferenciada. En el tema de trata de mujeres migrantes se colaboró con ACNUR en el desarrollo de una encuesta sobre desalojos en América Latina migrante y encontramos muchos casos de mujeres venezolanas a quienes se exigía favores sexuales a cambio de no ser desalojadas. En el tema de la apatridia, vemos una gran cantidad de mujeres víctimas de violencia sexual que quedan embarazadas durante una migración. También observamos la situación de las mujeres trans. Tenemos una relatoría LGBTI. Lo que buscamos es abandonar la visión tradicional. Por ejemplo, cuando hablamos de desapariciones, no solamente son las desapariciones definidas clásicamente sino las desapariciones particulares, en el caso de las mujeres desaparecidas. También estamos destacando el rol de la mujer en la búsqueda de las y los desaparecidos.  Tenemos una relatoría de defensores de derechos humanos, y estamos incluyendo a las mujeres de las organizaciones feministas que defienden a las mujeres víctimas de feminicidio. Finalmente, un caso muy importante para nosotros, los informes de los países. El año pasado presentamos el informe de El Salvador, un país que tiene una penalización absoluta del aborto. Incluso en los abortos por causas naturales las mujeres son perseguidas y puede ser condenadas hasta 30 años. Una de nuestras recomendaciones es la despenalización. La Comisión no le puede decir al Estado cómo va a regular el aborto, pero lo que sí puede es definir los estándares y establecer que no se puede permitir una penalización absoluta o un tratamiento del aborto que haga que las mujeres mueran en abortos clandestinos. Esto también implica responsabilidad.

También se viene utilizando esta fecha para celebrar el empoderamiento de la mujer, aunque este éxito en ciertas ocasiones puede alcanzarse gracias a una posición de privilegio.

Rocío Villanueva fue hace unos años mi jefa en la Defensoría del Pueblo y ella solía decir ahí:  «cuando alguien llega con esta historia de que a mí nunca me discriminaron o a mí mi papá me dejó estudiar, hay que saber que no se puede hacer de la historia personal una regla general». Esto como primer punto. Además, has tocado un tema fundamental, que es el privilegio. Hay que cuestionar constantemente el privilegio. El solo hecho de que podamos conversar desde nuestros espacios de trabajo es ya un privilegio. El 8 de marzo deberíamos preguntar: del 8 de marzo del año pasado hasta el día de hoy, ¿hay menos feminicidio? ¿hay más acceso a la igualdad? Veamos dónde están las mujeres. ¿Hay menos muertas? ¿hay más mujeres embarazadas producto de la violación sexual? ¿hay más mujeres en puesto de poder? ¿hay más mujeres en puesto de gobierno? Porque si del 8 de marzo pasado a este no han mejorado las cosas, no sé por qué deberíamos decir “feliz día”. Este ejercicio sería muy interesante. Si usted quiere decir feliz día, revise cómo estuvo el 8 de marzo del 2021 y qué mejoró. ¿Podrá hacerlo después de ver las cifras y los datos?

Los medios de comunicación suelen condenar la violencia contra las mujeres en sus bloques de noticias, pero a su vez las cosifican en sus espacios de farándula, generando las dudas para creerle más al agresor que a la víctima.

El rol de los medios es fundamental. Nosotros tenemos al Relator de libertad de expresión que trabaja con medios y enfoque de género. En las clases que dicto sobre género y derechos humanos siempre hago revisión de titulares. Tengo un artículo llamado «cegado por los celos» que suele ser el argumento general. Si googleas esa frase te aparecerán casos y casos de feminicidio. Siempre se repite cosas como que que “la mató porque ella salió”, como si la responsabilidad estuviera en la víctima. Nunca he visto eso de «le robó el carro por culpa del conductor que tenía un carro lindo». Los medios deberían comenzar a identificar quiénes son los verdaderos responsables, ¿la mujer porque se puso una minifalda o el agresor que violó ese espacio físico y personal? Los medios tienen una responsabilidad cuando aportan visiones tradicionales machistas, persecuciones y cuestionamientos a determinadas mujeres públicas por las decisiones de su vida, porque están solteras, casadas o separadas. Existe una condena social absoluta a las mujeres mientras que en el caso de los hombres no es igual.  Sería bueno que en esta fecha las empresas se reúnan con las mujeres para ver si necesitan o no un horario particular, si tienen niños o niñas en casa. ¿Por qué no se vuelve una fecha donde las empresas inauguren protocolos para la denuncia del acoso sexual? ¿por qué no se comienza a revisar los sueldos de las mujeres? ¿por qué no crear espacios para que las mujeres puedan cumplir con el deseo de ser madres sin que ello le cueste el trabajo?

(*) Miembro del área de Comunicaciones.

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