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Editorial 22 de septiembre de 2020

El 21 de este mes, Día Internacional de la Paz, era la fecha prevista para conmemorar el 75to aniversario de la Organización de Naciones Unidas (ONU). La Asamblea General, que se inició la semana pasada, y cuyo debate general comienza hoy, pudo haber sido el marco de una entusiasta celebración. Pero más que celebración será un encuentro discreto, con la participación remota de los diversos líderes de la comunidad global, y enfocado más en los enormes desafíos inminentes que en la congratulación por el camino recorrido.

Como es evidente, la Asamblea General y este significativo aniversario se encuentran marcados por la pandemia de COVID -19. Ella ha impedido el encuentro presencial de los mandatarios y los ha convertido en una conversación a distancia. Esto último es, ciertamente, una vigorosa metáfora de la grave amenaza que experimenta en estos años ese enorme proyecto que fue, y es, el foro político y jurídico mundial encarnado en las Naciones Unidas. Nos referimos, desde luego, a la campaña de ataque al multilateralismo, la cooperación internacional y los principios universales de convivencia, emprendida por gobiernos, líderes y sectores sociales nacionalistas, e incluso xenofóbicos, en diversas partes del mundo.

Ciertamente, el nacionalismo, en tanto negación del internacionalismo, ha existido siempre durante la vida de las Naciones Unidas. La diferencia, hoy en día, está en que ese espíritu regresivo se ha encarnado en los países o regiones que durante décadas han sido líderes o baluartes del multilateralismo como los Estados Unidos o algunos Estados de la Unión Europea. Esa corriente ya ha mostrado sus efectos corrosivos en diversos aspectos de la gobernanza mundial en los que la cooperación internacional es indispensable, como en los esfuerzos contra el cambio climático o los consensos sobre el tratamiento a la población migrante. El día de hoy el ejemplo más patente y perturbador de ello es la falta de una respuesta mancomunada precisamente a la crisis sanitaria que desde inicios de este año agobia al mundo entero.

Pero, de otro lado, el control de la pandemia es solamente el más reciente de los grandes problemas mundiales que reclaman diálogo, compromisos y cooperación internacionales. Con motivo de este aniversario, la oficina del Secretario General de la ONU, Antonio Guterres, decidió organizar una conversación mundial consisten en preguntar a la población cuáles son nuestras grandes prioridades e inquietudes. Las preocupaciones mundiales son claras, y todas ellas demandan el sostenimiento o la recuperación de la acción concertada: acceso a servicios básicos como atención en salud, educación y provisión de servicios sanitarios básicos; atención al cambio climático y sus consecuencias; protección de los derechos humanos; solución a los conflictos armados en distintas partes del mundo; lucha contra la pobreza, y reducción de la corrupción. Según el sondeo mundial, el 87 por ciento de la población sostiene que la cooperación internacional es esencial.[1]

La Asamblea General de las Naciones Unidas ha manifestado plena conciencia de este reclamo y del difícil momento por el que atraviesa el mundo. En la Declaración sobre la conmemoración del 75º aniversario de las Naciones Unidas se establece que “[E]l multilateralismo no es una opción sino una necesidad en nuestra tarea de reconstruir para lograr un mundo más igualitario, más resiliente y sostenible. Las Naciones Unidas deben estar en el centro de nuestros esfuerzos”.[2]

Es una declaración de propósitos necesaria y oportuna. Pero su concreción depende en enorme medida de que las grandes potencias del mundo recuperen el espíritu democrático, de solidaridad y de cooperación que inspiró la creación de las Naciones Unidas hace tres cuartos de siglo para conjurar la aterradora sombra de la segunda Guerra Mundial.


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