Foto: El Comercio
Por Juan Takehara (*)
Previamente al anuncio de un nuevo gabinete ministerial –el cuarto en lo que va de la gestión del presidente Castillo– conversamos con el periodista, sociólogo y analista político Santiago Pedraglio, quien consideró que era necesario generar alianzas, tanto políticas como institucionales, pues una nueva vacancia sería solamente una solución temporal a la crisis en el país.
La insistencia de un sector político y económico del país en sacar al presidente Castillo del cargo mediante una vacancia, ¿marca un punto de mayor gravedad en la crisis política o es que remover mandatarios ya es una costumbre?
No podemos olvidar que el Perú posee una larga tradición de inestabilidad política. Pero si nos referimos a la crisis actual, esta se inicia realmente en diciembre del 2017 cuando renuncia Kuczynski, en parte porque la señora Keiko Fujimori no aceptaba su derrota. Teóricamente el expresidente habría podido concluir su mandato y luego ser o no investigado, pero las instituciones del Estado – las cuales son claves para una democracia – comenzaron a ser presionadas. Cuando digo instituciones no solo hablo de las reglas escritas, sino también de las no escritas. Una de ellas era, por ejemplo, que no se podía vacar así nomás a un mandatario. La remoción de un presidente debía ser absolutamente excepcional. No podía destituirse a alguien porque gobernaba mal o porque cargaba con una denuncia. Recordemos que al inicio de su mandato Alejandro Toledo mantuvo entre nueve a diez por ciento de aprobación, pero ni lo vacaron ni tampoco hubo la voluntad de hacerlo. La salida de Kuczynski marca el rompimiento de un acuerdo tácito entre poderes.
Es como volver a la era de los caudillos.
Así es. De alguna manera se retrocede al momento en que uno ponía a alguien y luego lo sacaba por otro. Yo no soy jurista, pero me resulta evidente que los procedimientos son fundamentales, tanto para cualquier ciudadano como para una autoridad. Llegamos incluso al punto de interpretar si Kuczynski caía dentro de la incapacidad moral permanente o no. Lo que se buscaba era presionarlo y traérselo abajo. Creo que ese fue el primer y gravísimo error, que ya antes se venía anunciando con la censura de ministros como Jaime Saavedra y la negación de confianza a Fernando Zavala. Lo que sucedió después con Martín Vizcarra fue que él, ya como presidente, ingresa sabiendo que el uso del mecanismo para vacarlo era una posibilidad. Creo que fue un error que el Tribunal Constitucional no aclarase a tiempo esta figura de vacancia; esto provocó también que a Vizcarra lo sacasen por cuatro a cinco declaraciones de aspirantes a colaboradores eficaces. Si las instituciones se vuelven tan frágiles que con la declaración de un aspirante a colaborador se puede derribar a un presidente, simplemente es imposible gobernar este país.
«Estoy totalmente de acuerdo con el balance de poderes, pero éste debe ser utilizado en una democracia de manera razonable, ponderada, rigurosa y en aras de consolidarla. Justamente por eso creo que estas prácticas de vacancia debilitan todo el sistema institucional de la democracia representativa.»
Al no poder reelegirse, los congresistas de la mayoría sienten que no tienen nada que perder si toman decisiones radicales.
Un razonamiento recurrente es el que dice: «el problema es que si no tienes mayoría en el Congreso puedes ser vacado». Con ese criterio cuántos presidentes pudieron ser echados. El primer gobierno de Fernando Belaúnde – entre 1963 a 1968 – tuvo minoría en el Congreso y hubo una oposición cerrada, censuraron a varios ministros, pero a pesar de la polarización tan grande que tuvo no fue vacado. Lo sacaron por un golpe militar. En el caso de Alberto Fujimori, el argumento para dar el autogolpe fue que su gobierno estaba siendo obstruido porque estaba en minoría en el Congreso. Incluso en ese escenario él no dijo que lo querían vacar. Nunca estuvo en discusión formal la vacancia de Fujimori. Yo estoy totalmente de acuerdo con el balance de poderes, pero éste debe ser utilizado en una democracia de manera razonable, ponderada, rigurosa y en aras de consolidarla. Justamente por eso creo que estas prácticas de vacancia debilitan todo el sistema institucional de la democracia representativa.
¿Cómo observa el papel de la izquierda, que en teoría llegaban al poder con el presidente Castillo, a pesar de no contar ni con mayoría en el Congreso ni apoyo masivo de la ciudadanía?
Son varias las izquierdas – como también varias son las derechas – que se deben analizar. Para este proceso electoral la izquierda de Verónica Mendoza no se imaginó en ningún momento que Castillo podía ganar. De la misma forma el partido de Vladimir Cerrón tampoco imaginó que llegaría al poder. Por eso oímos al presidente Castillo decir ahora que «está aprendiendo», pues ni él mismo se sentía preparado para asumir un cargo como este. La izquierda de Cerrón no definió inmediatamente cuáles eran sus alianzas. Tiene dos problemas: han sobredimensionado su triunfo, y no se han puesto de acuerdo sobre cómo aplicar su ideario y hacer la revolución logrando un cambio de constitución. En esta época no se puede hacer un cambio sin el apoyo de la mayoría en el Congreso. En Chile una amplia mayoría dirige la Convención Constituyente. Con Fujimori, de igual modo, hubo mayoría de su partido dentro del Congreso Democrático Constituyente. Evo Morales ganó en primera vuelta con 54% con mayoría absoluta en el Congreso. Aunque son situaciones muy distintas, en todas ellas los procesos constitucionales o constituyentes se hacen con una clara mayoría. Creo que la duda que tienen es saber si pueden cambiar toda la Constitución o lo pueden hacer a través de reformas parciales, pero para hacerlo es necesario articular alianzas. Perú Libre ha sobrestimado su victoria. En el caso de Nuevo Perú, nunca plantearon de forma clara cuáles eran las condiciones de su alianza con Castillo. A lo largo de la gestión no ha habido una voz formal e institucional de Nuevo Perú diciendo “nosotros pensamos de esta manera”. Hacer alianzas no significa minimizarse ni desaparecer como fuerza política del escenario. Es mantenerse. El concepto lo dice: es unirse en puntos que ambos coinciden, pero no es estar de acuerdo en todo. En cualquier alianza política mínimamente seria las partes también discrepan.
En el caso del presidente Castillo, ¿cómo observa sus recientes decisiones?
No hay claridad. Veo una gran improvisación y desconfianza. No se puede entender cómo pasas de elegir a Mirtha Vásquez como premier a optar después por el señor Valer. Esa decisión es la muestra más clara de su falta de rumbo.
«Que tu gobierno sea de izquierda no significa cerrarle la puerta a un actor central. Puedes hablar y en determinados aspectos y si es posible, puedes pactar con ellos.»
¿Cómo encuentra el desempeño de los medios de comunicación desde la segunda vuelta hasta este momento?
Me parece que la gran mayoría cumplió un papel muy negativo durante la campaña y que, la verdad, lo sigue cumpliendo. Hay dos derechos que no puede olvidarse: el derecho a la libertad de expresión, que es fundamental para la democracia, y el derecho que tenemos los ciudadanos a ser informados, a que no desarrollen una información tan inequitativa que se vuelve desinformación. No estoy hablando de las fake news, sino de cómo algunos medios presentan las noticias. Cuando nos informan bien, los medios de comunicación son un aspecto central de la democracia. Incluso los medios pueden tener una posición sobre un candidato, pero, por ejemplo, si hay un cierre de campaña, se debe informar los dos mítines de forma equilibrada. Ojalá que los medios recapaciten. Y no estoy hablando solo de su oposición a Castillo, sino también, y más que nada, de respetar el periodismo.
Además de los medios, otros grupos económicos se han alineado para exigir la vacancia de un gobernante poco accesible.
Sí, es cuando los que tienen poder “no tienen el celular” de quien llegó al gobierno. Eso también pasa en otros ámbitos. Es el miedo de no saber cómo llegar a esta persona porque nadie cercano la conoce. Es la pérdida de la relación con el poder, algo que es importantísimo para ellos.
Prefieren sacarlo a reconocer su cargo.
Sin duda. Pero no han sido todos. Vimos gestos como el de la propia Confiep, actores que buscan dialogar desde el mismo día de las elecciones. El problema ha sido que al gobierno le faltó reflejos para abrir ese canal. Que tu gobierno sea de izquierda no significa cerrarle la puerta a un actor central. Puedes hablar y en determinados aspectos y si es posible, puedes pactar con ellos. Un personaje quizá un poco denostado por aquí, pero que viene al caso mencionar, es Evo Morales cuando en la época de la “Media Luna” negocia contra una férrea oposición. No tienes que dejar de ser de izquierda para reconocer la importancia de un sector cuyos intereses no coincidan necesariamente con la agenda que puedas tener. El diálogo es clave. Finalmente, si se impone la idea de «que se vayan todos«, esto debe significar no solo que Castillo y la vicepresidenta Boluarte deban irse, sino también todos los congresistas. Encontrar una triquiñuela solo va a ahondar más la crisis. Pero incluso si se da el “que se vayan todos”, solo se resuelve la polarización del día ya que muchos que postularon el año pasado, probablemente volverán. Los actores políticos serán similares. La crisis abierta en 2017 no va a concluir con un nuevo proceso electoral.
(*) Integrante del área de Comunicaciones.
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